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Amigo y hermano, Dios te bendiga:

Si estás leyendo esto, sabes que vivimos en tiempos de gran apostasía. Qué bueno que Dios te sacó de esas iglesias mundanas y ecuménicas, y que sientes el llamado de iniciar la que será (probablemente) la única iglesia fiel de tu ciudad. Ya sabes como, en medio de tanta apostasía, donde tantos se dicen cristianos, Dios, por su gracia, para su gloria, ha bendecido mi esfuerzo y sabiduría y fidelidad. Pero si ya Dios te abrió los ojos, te ruego encarecidamente que prestes atención, no sea que te veas tentado nuevamente hacia la seducción de la adoración mundana. Así lograrás ser uno de esos pocos que no han doblado sus rodillas a los baales de estos tiempos.

Sobre la Biblia

La Biblia es nuestra única y suficiente Palabra de Dios. Por tanto, que nunca se te encuentre sin una encima a la hora de hablar. Encuentra siempre un versículo que apoye lo que sea que vayas a decir. Puedes estar seguro de que para cada opinión que tengas, hay algún texto de la Biblia lo soporte. Además, y para su propia perdición, los liberales han introducido otras versiones al “cristianismo” de hoy, como la Nueva Versión Infernal y otras tantas; con su lenguaje “llano” (mundano) y su “crítica textual” (desconfianza en la Biblia). Habiendo ya una versión que ha caracterizado por siempre a la iglesia (RV60), ¿por qué os queréis perder usando otras fuentes?

Sobre el pastorado

Recuerda que las ovejas deben ser como Jesús, pero lo más probable es que no sepan cómo hacerlo. En lugar de confiarles que lean su Biblia y ejerciten el discernimiento, ¡ayúdales tú mismo! Diles qué hacer y qué no hacer. Asegúrate de establecer reglas estrictas para que no se equivoquen. Diles qué música y películas son aceptables, cómo vestirse, y qué pueden hacer en su tiempo libre. Evita a toda costa que caigan en pecado. ¡Es por su bien! Tú sabes lo que es mejor para ellos.

Ni siquiera te atrevas a jugar con la idea de tener pluralidad de pastores en tu iglesia: eso es para los débiles, para los que el Señor no ha ungido realmente, y una blasfemia contra el pastorado verdadero. Tú eres el pastor, el maestro, y no hay otro. Y las ovejas son tus ovejas. Asegúrate de que siempre te obedezcan. Que nadie se atreva a hacer preguntas sobre tu enseñanza, tus consejos, ni la manera en que tratas a tu esposa, hijos o miembros de la iglesia. ¿Qué hay de esos pecadores rebeldes y depravados que se atrevan a hacerlo? Para eso Dios nos dio la excomunión.

Sobre la doctrina

No hay nada más importante que la doctrina correcta. Ese ha sido el problema de todas las personas que se han perdido: mucha preocupación con lo afectivo y lo práctico, y poca preocupación con lo realmente espiritual. Así que dale a las personas doctrina, doctrina, y más doctrina. No te preocupes si las personas “experimentan la presencia de Dios” y todo ese lenguaje postmoderno y pagano. No te intereses por las experiencias en lo absoluto. Bien lo dijo Jesús: hay que amar al Señor con toda tu mente.

Sobre la predicación

Solemnidad, solemnidad, solemnidad. Esas son las características de un buen sermón. ¿Qué es solemnidad? En primer lugar, es recordar la santidad del Señor. Por tanto, hay que vestirse siempre de saco y corbata. También es recordar la trascendencia del Señor. Por tanto, no uses lenguaje llano (por algo la Biblia se escribió en un lenguaje tan elevado como el que leemos). No te preocupes por conceptos temporales, como predicación expositiva, centralidad del evangelio, o iglesias misionales: esas son solo modas, puesto que ninguna de estas palabras se encuentran en la Escritura.

Procura un sermón solemne, lo más extenso que puedas, en el vocabulario más docto y erudito que puedas, siempre recordando que la Biblia apoye lo que quieres enseñarle a la audiencia. Y procura aplicar de manera muy particular y puntual, hasta el más mínimo detalle. Recuerda los peligros de dejar a las ovejas que ejerciten su discernimiento. Más bien, enséñales a tus ovejas qué pueden y no pueden hacer.

Sobre la adoración

No importa cuánto quieran engañarte, no lo permitas: lo más importante sobre la adoración es la música. Cada vez vemos más personas que creen estar cantando “sana doctrina”, usando ritmos sensuales y mundanos. La condenación de los tales es justa. En vez de conformarte a este siglo, ¡usa los himnos de los siglos pasados! Si quieres solo usar los Salmos, también está bien.

Recuerda que el Señor nunca nos dijo que inventáramos nuevas canciones. No te preocupes porque las personas usen sus dones en servicio al Señor: mejor usar las pistas. Y tampoco te enfoques en que los himnos estén en un tono que las personas puedan cantar, si las letras están disponibles, o si el lenguaje de las canciones es “anticuado”: si tienen deseo de adorar al Señor (solemnemente), así lo harán.

Sobre Dios

Recuerda que el pueblo de Dios perece por falta de conocimiento de Dios. ¿Cúal es la solución? Pues, ¡leer teología sistemática! No hay nada más edificante para el alma que la estimulación del intelecto por medio del escudriñamiento sistemático de las gloriosas categorías doctrinales. Instrúyete, entonces, en las grandes obras teológicas de los eruditos del pasado. Cuando hables sobre Dios, habla con solemnidad y tecnicismo. Tus oraciones —particularmente las públicas— serán mucho más ricas cuando utilices lenguaje elevado y culto. El uso de palabras como aseidad, inmutabilidad, pericoresis, infra/supralapsarianismo, etc., es pertinente en todo momento.

El lenguaje común, por el contrario, es irreverente y raya en la beligerancia. Por lo mismo, no desperdicies tu tiempo explicando su significado a los que no lo saben ya; la ignorancia es pecado. Cuando otros hablen de Dios, muéstrate irritado si lo hacen en una manera simple y cálida. Que nadie se atreva a decir que conoce a Dios a menos que haya leído tres libros clásicos sobre los atributos divinos y memorizado las secciones esenciales. Sí, somos salvos solo por fe en Cristo, pero la fe sin conocimiento está muerta.

Sobre la iglesia

La gente que no encaja en la cultura de la iglesia debe sentirlo. No podemos tranzar de ninguna manera con tal de que los inconversos se sientan a gusto en la casa del Señor. Que se note que somos la iglesia santa del Señor por como nos vestimos. Esa es la verdadera santidad. De eso se trata la iglesia, de que el mundo vea que está perdido. Trata también de llenar la agenda de los servidores y miembros lo más posible: que no le quede espacio para estar en el mundo, sino que pasen todo el tiempo entre los cristianos de tu congregación. Escúchame bien: los de tu congregación. Ya sabes que hay muchas otras “iglesias” alrededor tuyo (que más bien parecen bacanales). No te unas en yugo desigual con cualquier otra iglesia que no crea, punto por punto, lo que tú crees.

Hay otras cosas que son evidencias de que tu iglesia es fiel, ortodoxa, bíblica, y santa (como la pasión por los perdidos, por ejemplo), pero no me da el espacio para hablar de ellas en este corto artículo. Nuestro deseo es el poder mostrarte las cosas más básicas y más importantes. Al final, Dios ve nuestro corazón, y sabe que todas estas formas son la muestra de lo que está en el fondo. Es mi deseo que, al seguir estos consejos, sea evidente que tú estás dirigiendo la iglesia por el camino correcto, alejado de la mundanalidad y el ecumenismo en el que tantos otros han caído. Después de todo, no hay nada más importante para Dios. ¡Dios te bendiga!


Nota del editor:

Este escrito es una sátira, y como obra de ficción, busca ayudarnos a pensar en la verdad. Más que enfocarnos en cada detalle, o discutir sobre cuáles de estos consejos son válidos y cuáles no, aprovechemos el escrito para enfocarnos en lo más importante: el evaluar que todas nuestras prácticas ministeriales y que todas nuestras vidas estén fundamentadas en la Palabra de Dios y centradas en el evangelio. Grandes o pequeñas, más contemporáneas o más tradicionales, ¡que el Señor llene nuestras naciones de iglesias sanas!

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