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La policía usando fuerza letal contra personas de minorías étnicas.

En los Estados Unidos, eventos como este han recibido mucha cobertura en los medios noticiosos. En este último año no ha pasado un mes sin escuchar de algún caso con estas características.

Como puertorriqueño que lleva más de 18 años aquí, para mí es evidente que las relaciones entre personas de diferentes etnias siguen siendo complicadas en Estados Unidos, y esto se ve regularmente en las interacciones con la policía. Probablemente esta sea una de las “herencias” del pecado de la esclavitud que se practicó por más de un siglo. En más de una ocasión yo mismo he recibido un trato racista.

La gran mayoría de los policías salen cada día dispuestos a realizar su labor con buen ánimo, deseando servir a nuestra sociedad al mantener el orden y hacer justicia. Por lo mismo, debemos animarlos a que sean un ejemplo de rectitud, a que enfrenten la injusticia dentro de su profesión como también en la sociedad en general.

Pero que la policía ha cometido injusticias contra minorías en este país es innegable. Si bien reconocemos que el trabajo que ellos realizan es sumamente difícil, en el cual decisiones críticas se deben tomar en un tema de segundos, la realidad es que esta autoridad ha sido abusada demasiadas veces. Los cristianos debemos orar por ellos: sí, por protección, pero también por gracia y sabiduría para ejercer su labor de manera justa.

Mi deseo al escribir este artículo evidentemente no es tratar de resolver el problema racial de los Estados Unidos, ni apuntar con el dedo a los responsables de los incidentes recientes. Estas dos cosas son verdad: el trabajo policial es extremadamente difícil y se han cometido muchas injusticias; y las minorías étnicas —en particular la comunidad afroamericana— han experimentado siglos de racismo y desventaja social. Mi intención, más bien, es aconsejar al cristiano de una minoría étnica —tal como mi hijo Joey o mi hija Janelle— que en algún momento puede ser detenido por la policía. ¿Cómo debe el evangelio informar nuestra interacción con las fuerzas policiales?

Espero que esta reflexión sea de bendición incluso para los que no viven en Estados Unidos. Las complejidades de la relación entre las tensiones étnicas y las interacciones con las autoridades se dan en todas partes, y sin duda también en América Latina. ¿Cómo debemos responder individualmente como cristianos?

Cooperar y seguir instrucciones

Toda interacción de un creyente con las autoridades debe estar informada por Romanos 13:1-7:

Sométase toda persona a las autoridades que gobiernan. Porque no hay autoridad sino de Dios, y las que existen, por Dios son constituidas. Por tanto, el que resiste a la autoridad, a lo ordenado por Dios se ha opuesto; y los que se han opuesto, recibirán condenación sobre sí mismos. Porque los gobernantes no son motivo de temor para los de buena conducta, sino para el que hace el mal. ¿Deseas, pues, no temer a la autoridad? Haz lo bueno y tendrás elogios de ella, pues es para ti un ministro de Dios para bien. Pero si haces lo malo, teme. Porque no en vano lleva la espada, pues es ministro de Dios, un vengador que castiga al que practica lo malo.

Por tanto, es necesario someterse, no sólo por razón del castigo, sino también por causa de la conciencia. Pues por esto también ustedes pagan impuestos, porque los gobernantes son servidores de Dios, dedicados precisamente a esto. Paguen a todos lo que deban: al que impuesto, impuesto; al que tributo, tributo; al que temor, temor; al que honor, honor.

Este pasaje no es difícil de entender. Lo que Pablo les está diciendo a los cristianos romanos —y a nosotros— es que se sometan a las autoridades porque ellos son siervos de Dios. Debemos tener en mente que cuando Pablo escribió esto, él no estaba refiriéndose a un gobierno justo. Estaba hablando del Imperio Romano, el mismo que envió a cientos de cristianos a morir. Pablo no dice: “Sométanse si y solo si el gobierno está a favor de ustedes”. Al contrario, dice: “Sométanse porque ellos son siervos de Dios”. Así que lo primero que todo creyente debe pensar cuando un oficial de la policía se acerca es: “Aquí está frente a mí un servidor de Dios. Someterme a él es someterme a Dios”. Lo primero que le diría a mis hijos y a los lectores, entonces, es que deben cooperar con la autoridad y seguir las instrucciones dadas por un oficial.

Haz el bien y no temas

El verso 3 del mismo pasaje dice que si hacemos el bien, entonces no debemos temer a las autoridades. Si queremos ser personas de buena conducta, debemos obedecer todo tipo de ley: conducimos de forma responsable, no nos embriagamos o endrogamos (evitando así la posibilidad de que nuestra conducta nos ponga en problemas), no nos asociamos con personas que están practicando conductas delictivas, etc. La Biblia nos dice que si nos sometemos a las leyes de la nación, no debemos caminar con temor. Es más, si nos sometemos a ellas, veremos a los policías como nuestros aliados. El verso 4 nos dice que es un ministro de Dios “para el bien”. Los que hacemos el bien somos protegidos por Dios por medio de los ministros de Dios, que son las autoridades.

El verso 5 nos habla de la motivación para hacer el bien. No hacemos lo bueno por temor a las consecuencias de hacer lo malo; hacemos lo bueno por causa del evangelio. Cuando Pablo dice que es necesario someterse por causa de la conciencia, se está refiriendo a nuestra conciencia como creyentes en Cristo. Nosotros también somos siervos de Dios (en un sentido aun más real y fundamental), y por eso nos sometemos a Él. Por consiguiente, nos sometemos a los que Dios ha puesto como autoridad sobre nosotros. Por cuanto hemos sido comprados por la sangre del Cordero, nosotros ya no establecemos nuestras propias leyes sino que obedecemos aquellas que son impuestas por las autoridades. La única excepción es cuando las autoridades nos piden obedecer leyes que son contrarias a la adoración del Dios verdadero y de su Palabra. El caso del profeta Daniel es un buen ejemplo de esta excepción.

No te sientas ofendido

Es cierto que puedes hacer el bien y aun así ser detenido simplemente por la manera en que te ves o te vistes. Estos prejuicios son lamentables y tienen que cambiar. La historia nos enseña que estos cambios son lentos, vienen acompañados de tensiones y sufrimientos, y por lo tanto requiren mucha paciencia y entereza. 

No obstante, mientras tanto, algo que deseo que tanto mis hijos como los lectores de este artículo entiendan y practiquen es el no sentirse ofendidos si son detenidos o cuestionados sin causa. El policía está haciendo su trabajo y, a pesar de sus prejuicios, debemos asumir que se está esforzando por hacerlo bien. Yo he sido detenido simplemente por ser hispano y tener una apariencia diferente a la mayoría en este país. Pero en esos momentos hay que continuar actuando bien. En lugar de enfadarnos y comenzar a insultar, debemos tratar con cortesía al policía. Debemos agradecerle sinceramente por su servicio a la comunidad. Incluso podemos hacerle saber que estamos orando por él. Más que todo, debemos recordar que Cristo mismo sufrió injustamente sin abrir su boca (Is. 53:7), es decir, sin devolver mal por mal (Rom. 12:17). Si nuestro Señor mismo no devolvió mal por mal, ¿por qué no imitaremos su ejemplo?

El evangelio me dice que vivo en un mundo caído; que personas cometen crímenes, y que los policías son pecadores también, y que por lo tanto pueden cometer errores e incluso abusar de su poder. El evangelio también me dice que Cristo vino a redimir a criminales y abusadores tomando sobre sí el castigo de ellos (Is. 53:1-12). Por último, el evangelio también me dice que, aunque yo experimente injusticia, un día Dios exigirá cuentas a todos los criminales y abusadores impenitentes, y ejecutará su perfecta justicia (Mt. 25:31-46; Rom. 2:5-9; Ap. 19:15; 22:14-15).

En toda ocasión debo recordar mi llamado a no temer, sino a cooperar porque he hecho el bien, y a tener en mente que cuando me someto al oficial de policía, me estoy sometiendo a Dios. 

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