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“Ninguna disciplina al presente parece ser causa de gozo, sino de tristeza; pero después da fruto apacible de justicia a los que en ella han sido ejercitados”. (Hebreos 12:11)

Vivimos en un tiempo en el que recibir corrección no se acepta comúnmente. Preferimos palabras como comprensión o aceptación y defendemos nuestros “derechos” a cualquier precio. Estamos dispuestos a perder amistades, trabajos, relaciones familiares, e incluso abandonar nuestra iglesia en vez de aceptar y recibir algún tipo de corrección.

Esto no es nuevo. Podría parecernos un tema particular a hoy en día por lo que vemos en las redes sociales, por las marchas (de todo tipo) en nuestras ciudades, o por el sin número de comentarios en un artículo que toca fibras sensibles. Sin embargo, el orgullo ha sido parte de la experiencia humana desde la caída: esa fue la razón por la cual Adán rechazó los mandamientos de Dios y le echó la culpa a su esposa; esa fue la razón por la que Dios desplazó a los hombres en Babel, y la causa por la que Dios llevó a Israel al cautiverio. El orgullo también llevó a los fariseos a buscar la muerte de Jesús y condujo a Pablo a perseguir a la iglesia primitiva.

Ahora, ¿cómo se ve este orgullo en nuestras iglesias?

“No coincido con la opinión de los hermanos”.
“Es mi relación con Dios; ¡que nadie se meta!”.
“No quiero que piensen mal de mí”.
“Yo sé más que esa hermana”.
“Se trata de amor y respeto, no de juzgar”.
“No saben por lo que estoy pasando”.

¿Por qué evitamos la corrección? Porque somos orgullosos. Porque tenemos un concepto de nosotros mismos más alto del que deberíamos tener (Rom. 12:3). Nos ofende que alguien siquiera sugiera que estamos equivocados o que hemos actuado mal. Así es como empezamos a buscar razones como las que acabo de mencionar para evitarla a toda costa.

La corrección en el corazón del evangelio

Cualquier argumento que queramos utilizar para evitar la disciplina es contrario al evangelio. A lo que voy es que el evangelio nos llama a reconocer nuestros pecados, a confesarlos, a arrepentirnos, y a depositar nuestra fe en Cristo para salvación. Esto debemos hacerlo al principio y a lo largo de la vida cristiana. La verdad es que como cristianos seguimos pecando, y por lo tanto seguimos necesitando restauración y corrección. Por lo tanto, si negamos que pecamos y que necesitamos corrección, estamos negando el evangelio también (1 Jn. 1:10).

Junto a lo anterior, pensemos en esto: Jesús se sometió voluntaria e inmerecidamente a la ira de Dios para reconciliarnos consigo mismo (1 Ti. 2:4-6), se sometió a toda autoridad (Mt. 22:21), tomó forma de siervo (Fil. 2:5-8), sufrió escarnio e injusticia y no respondió (2 Pe. 2:21-23). Todo esto lo hizo sin ser culpable de nada. ¡Cuánto más nosotros, entonces, que somos culpables constantemente, debemos someternos humildemente a la corrección de otros! Es a él a quien debemos mirar cuando somos expuestos a la corrección.

Para recibir corrección humildemente necesitamos recordar y vivir el evangelio.

5 perspectivas positivas sobre la corrección

La corrección no nos hace sentir bien, pero es buena para nosotros. Abajo listo cinco perspectivas sobre la corrección que, espero, nos animen a verla en una manera positiva y nos estimulen a recibirla humildemente.

La corrección como gozo: La corrección nos entrena para regocijarnos por encima de las circunstancias. Cuando entendemos que nuestra justicia proviene de Dios, tenemos un gozo que sobrepasa la humillación temporal de la corrección, un gozo que a su tiempo dará fruto apacible de justicia (Heb. 12:11).

La corrección como crecimiento: Ninguno de nosotros está en la posición de creer que lo sabe todo. La corrección bíblica abre nuestros ojos a aquello que estaba velado y nos muestra cómo conducirnos para la plena edificación de la iglesia (Ef. 4:13-16). Es una oportunidad para crecer como cristianos.

La corrección como obediencia: La Palabra de Dios nos manda que estemos sujetos a toda autoridad, y en el caso de la iglesia, debemos sujetarnos a nuestros pastores con alegría (Heb. 13:17). Cuando necesitamos corrección y nos sometemos a la autoridad propia, esto agrada a Dios.

La corrección como santificación: En esta vida de peregrinaje, a la espera de la venida de nuestro Señor Jesucristo, pasaremos muchas veces por este proceso, pero siempre con la confianza de que Dios mismo está preparándonos por amor de sí mismo como su esposa, santa, sin mancha, arruga, o cosa semejante (Ef. 5:25-27).

La corrección como ejemplo: Al exponernos, voluntariamente y con gozo, cuando el Espíritu nos convence de ser disciplinados, estamos estimulando el crecimiento espiritual de la iglesia, invitando a nuestros hermanos a hacer lo mismo (Heb. 10:23-25). Nuestro ejemplo de humildad ante la corrección tiene un efecto poderoso en lo que nos rodean.

Te invito a que, si has evitado la corrección o la has recibido sin humildad, te acerques voluntariamente, con gozo y determinación a tus hermanos en la iglesia, a tus pastores, líderes, autoridades, e incluso familiares y amigos para recibir esa disciplina con amor.

Tenemos la certeza de que la corrección bien recibida trae frutos que nos preparan para el regreso de nuestro bendito Salvador Jesucristo.


#Coaliciónresponde es una serie donde pastores y líderes de la iglesia responden a inquietudes que llegan a Coalición por el Evangelio por diversos medios, y que son parte de las inquietudes que caracterizan la iglesia en nuestra región.

Imagen: Lightstock

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