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Una de las objeciones más comunes a la fe cristiana de parte del movimiento del nuevo ateísmo tiene que ver con la ética del Antiguo Testamento. Richard Dawkins, en su libro “El espejismo de Dios”, resume este sentir así:

“El Dios del Antiguo Testamento es, indiscutiblemente, el personaje más desagradable de toda nuestra ficción; celoso y orgulloso de ello, injusto y controlador, enfermo, rencoroso, sediento de sangre étnica, misógino, homofóbico, racista, infanticida, genocida, filicida, pestilante, megalomaniaco, sadomasoquista, caprichoso, malevolente, y abusador''.

Hay mucho que decir sobre este tema, pero en este artículo quiero resumir la respuesta en los siguientes puntos. (Si te interesa, en este mensaje di una respuesta más extensa).

Dios siempre dio tiempo para arrepentimiento

Noé predicó arrepentimiento a sus contemporáneos durante 120 años antes del diluvio (Gen. 6:3; 7:6). Pasaron 430 años desde que Dios le dijo Abraham sobre la maldad de los amorreos hasta el tiempo en el que Josué los conquistó (Gen. 15:16; Josué 12). Y eso es encima de la conciencia que aplaude y acusa a cada ser humano (Rom. 2:14-15). La conquista de Jericó fue la primera bajo el mando de Josué (Josué 6), y podemos preguntarnos, ¿era cada vuelta que daba el pueblo de Israel a Jericó una oportunidad para que se rindieran y sometieran al único y verdadero Dios?

Dios soberanamente es quien determina el momento en que la maldad de un pueblo debe ser juzgada, como fue el caso de Sodoma y Gomorra, donde no se encontraron ni diez justos (Gen. 18:32). Además, también leemos sobre las oportunidades que muchos pueblos tenían de hacer acuerdos de paz con Israel (Jos. 11:19).

La única razón por la cual hoy el juicio de Dios no ha sido final sobre individuos y naciones inicuas es porque Él aún está guiándolos diariamente al arrepentimiento (Rom. 2:4).

El juicio de Dios siempre es contra el pecado, y es serio

Ningún juicio de Dios en la Biblia se basó en la etnicidad, sino que siempre fue debido al pecado. En Deuteronomio 9:4-6 leemos:

“No digas en tu corazón cuando el SEÑOR tu Dios los haya echado de delante de ti: ‘Por mi justicia el SEÑOR me ha hecho entrar para poseer esta tierra’, sino que es a causa de la maldad de estas naciones que el SEÑOR las expulsa de delante de ti. No es por tu justicia ni por la rectitud de tu corazón que vas a poseer su tierra, sino que por la maldad de estas naciones el SEÑOR tu Dios las expulsa de delante de ti, para confirmar el pacto que el SEÑOR juró a tus padres Abraham, Isaac y Jacob. Comprende, pues, que no es por tu justicia que el SEÑOR tu Dios te da esta buena tierra para poseerla, pues eres un pueblo de dura cerviz”.

Cualquiera que ha leído el Antiguo Testamento sabe que la gran mayoría está enfocado al juicio que Dios hace contra su propio pueblo.

Nadie puede acusar a Dios de xenofobia. Israel nunca tuvo ventaja o tolerancia de parte de Dios por su pecado solo por ser su pueblo escogido. El enfoque del juicio de Dios siempre fue el pecado. Y parte de la razón por la que muestra su juicio es para mostrarnos qué tan grave es el pecado.

Nosotros tenemos la tendencia a minimizar la gravedad del pecado y a buscar maximizar los atributos de amor y misericordia, sin darnos cuenta que sin el juicio y la ira de Dios, lo único que hacemos es diluir la razón por la que el evangelio son buenas noticias. La razón por la que una cura para el cáncer o el sida es tan anhelada es precisamente porque entendemos los efectos devastadores de estas enfermedades. Cuando tenemos oportunidad de ver de una manera real lo grave de una situación, comenzamos a ver lo glorioso de la solución.

Además, si nosotros tuviéramos la oportunidad de ser testigos del nivel de maldad de las naciones cananeas, tendríamos una perspectiva diferente sobre el juicio de Dios.  Hay algo dentro de todo ser humano que se goza en ver que el mal sea castigado y que la verdadera justicia prevalezca. Naciones que practicaban el sacrificio de bebés a sus dioses, orgías de bestialismo, incesto, homsexualismo como ofrendas de adoración, y violencia desmedida fueron juzgadas severamente por Dios. Y su juicio fue perfecto. Las deidades que crearon como Baal y Anath reflejaban los mismos placeres en los que la nación ahora encontraba su identidad y satisfacción: violencia y sexo.

Israel nunca exterminó completamente a otra nación

Una de las claves para entender el alcance de cada conquista de Israel tiene que ver con el lenguaje bélico del medio oriente de la época. Por lo regular, cada conquista se describe con el uso de la hipérbole. Por eso se habla de un exterminio total (hombres, mujeres, niños, animales). Es el equivalente de decir hoy cuando un equipo de fútbol derrota a otro 7-0, “los aniquilaron”.  La misma Biblia nos muestra que el lenguaje que usa no es tan absoluto como parece. Por ejemplo, aunque en Josué 10:40 se afirma “la destrucción de todo lo que tenía vida, como Dios se lo había mandado”, estas naciones siguen siendo mencionadas más adelante en Josué (23:7, 12-13), en Jueces (1:21, 28-28; 2:10-13), y nuevamente tenemos en 1 Samuel 15 la destrucción total de los amalecitas, aunque vuelven a aparecer en 1 Samuel  27:8 y 30:1.

Entonces, ¿qué sucedió realmente? La respuesta que muchos eruditos dan es que las ciudades que fueron conquistadas por Israel eran ciudades de liderazgo militar, religioso y político, no ciudades de poblaciones civiles en general.

En la narrativa bíblica solo encontramos la destrucción total por fuego de tres ciudades por el pueblo de Israel: Jericó, Hai, y Hazor (Jos. 6:24; 8:28; 11:13). La evidencia histórica y arqueológica apunta hacia un desplazamiento gradual de la mayoría de ciudades en donde la conquista representó dominio, no destrucción (Deut. 6:10-11).

La mayoría de las guerras de Israel fueron defensivas, aun durante el tiempo de Josué. Considerando la violenta realidad de la supervivencia de naciones en esa época, las experiencias y conquistas de Israel no son tan violentas y excesivas como las de la mayoría de naciones que los rodeaban.

El plan de Dios ha sido la redención de todas las naciones desde el principio

La ley mosaica siempre hizo provisión para los extranjeros que moraban con Israel, y Dios mostró su amor y misericordia al incluir a muchos de ellos (como Rahab y Rut) dentro de la genealogía del Mesías, participando así en el mismo plan redentor de Dios. El plan de Dios desde el principio siempre ha sido la redención de todas las naciones, no solo una (Hechos 17:26-27; Ap. 5:9; 7:9).

Aunque los genocidios en la Biblia sean difíciles de explicar, en la narrativa bíblica encontramos a un Dios que ama a sus enemigos (Rom. 5:8-10) y que entregó a su propio Hijo, sometiéndolo a padecimiento (Is. 53:10) para hacer posible la reconciliación y la paz (2 Cor. 5:18-19). También vemos a un Dios que hará una guerra final contra el mal (a una escala mucho mayor que cualquier batalla del AT) para traer justicia y paz finales y permanentes (Ap. 19:15; 20:9).

Así que, ¿cómo contestamos cuando alguien pregunta sobre los genocidios en la Biblia? Propongo que contestemos dando un panorama más completo:

El mensaje en toda la Biblia es la justicia de Dios en traer juicio contra el pecado, la paciencia de Dios en demorar el juicio, la misericordia de Dios en proveer perdón del juicio, la gracia de Dios en dar salvación del juicio a aquellos que merecen condenación, y el amor de Dios demostrado en derramar el juicio sobre su propio Hijo en nuestro lugar (Rom. 2:4-5; 3:23-26; 5:8-11).

Imagen: Lightstock
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