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El subtítulo de ¿Por qué la reforma aún importa? dice, “Conociendo el pasado para reflexionar sobre el presente y dar forma al futuro”. Conocer nuestra historia nos ayuda a evitar los errores del pasado y a andar sobre hombros de gigantes hacia el cumplimiento de nuestro llamado. La historia de la Iglesia es la historia de nuestra familia, y necesitamos conocerla.

En la lectura de esta semana, Chester y Reeves nos presentaron las verdades que los reformadores recuperaron acerca del pecado, la gracia, y la cruz.

Somos peores de lo que pensamos

A casi todo el mundo le gusta pensar que son en esencia buenas personas. Quizá no hacen todo el bien que podrían hacer, pero si se lo propusieran pudieran vivir de manera admirable. En el tiempo de Lutero, lo que se enseñaba era algo similar: el hombre es perezoso, si realmente se esforzara, pudiera vivir rectamente delante de Dios.

Lutero se esforzó. Se esforzó hasta el punto de odiar al Dios que le exigía tanto sin poder ser satisfecho jamás. Como bien escribió C. S. Lewis, “Ningún hombre sabe lo malo que es hasta que intenta con todas sus fuerzas ser bueno”.

En la Palabra, Lutero descubrió que el problema del pecado era un problema profundo. Un problema que no podía ser solucionado por los esfuerzos de los humanos. Cada uno de nosotros debe ser completamente transformado desde el interior.

“Si el pecado no es un problema tan grande, Cristo no necesita ser tanto un Salvador, y no precisamos de mucha gracia” (pos. 1256).

Darnos cuenta de la gravedad de nuestra situación, de lo profunda que es nuestra maldad, nos llevará a glorificar a Dios por su abundante misericordia para con nosotros.

“Nuestros corazones deben renovarse y eso solo puede ocurrir a través de la predicación del evangelio y la revelación de la gloria de Dios” (pos. 1267).

Gracias al sacrificio de Cristo, ahora realmente tenemos el poder de vivir como Dios quiere que vivamos; el poder para vencer al pecado.

¿Cómo podemos conocer a Dios?

Otra verdad importante recuperada durante el movimiento de reforma es el hecho de que podemos conocer a Dios. No necesitamos intermediarios fuera de Cristo, porque por su cruz el camino ha sido abierto para acercarnos a Dios. No necesitamos interpretar subjetivamente la revelación natural, nuestras experiencias, o emociones para intentar comprender quién es Dios y relacionarnos con Él.

Lo único que necesitamos es volvernos a Cristo.

“El conocimiento de Dios no se encuentra a través de la sabiduría, los poderes o los logros humanos. Se halla en la locura de la cruz” (pos. 1684).


Te invitamos a acompañarnos en nuestra lectura de “¿Por qué la reforma aún importa?”, de Tim Chester y Michael Reeves. ¿No sabes qué es #CoaliciónLee? Ve aquí. ¿Quieres participar? ¡Únete aquí!
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