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La oración es un regalo. A través de Jesús tenemos la libertad de estar delante de Dios con toda confianza y derramar nuestros corazones. Eso es algo maravilloso. Pero ya hemos visto que no siempre se siente así. Muchas veces se siente como una obligación.

Nuestra mente divaga, nos aburrimos, y no pasan más de dos minutos antes de que queramos hacer otra cosa… cualquier otra cosa. Eso es lo que sucede cuando nuestra mente se pone en blanco y nuestras palabras se quedan cortas. Cuando no dejamos que la Biblia misma sea la que nos enseñe a orar.

“[Al orar la Biblia] lo que tú haces es tomar las palabras que se originaron en el corazón y la mente de Dios, y las haces circular a través de tu corazón y tu mente de regreso a Dios. De este modo, Sus palabras vienen a ser alas para tus oraciones” (p. 32).

Dios nos dejó su Palabra no solo para que la leamos, sino para que more en abundancia en nosotros. No solo en lo que pensamos, lo que decimos, o lo que cantamos… ¡también en lo que oramos!

Así que abre tu Biblia, escoge un pasaje, y comienza a orar.

“Orar la Biblia es tan simple como ir a través del pasaje línea por línea, hablando con Dios acerca de todo aquello que venga a tu mente mientras lees el texto” (p. 33)

No se trata de interpretar el pasaje y de utilizarlo en su contexto. Estás orando, no estudiando. Tal vez en medio de tu lectura venga a la mente algo que no tiene nada que ver con el texto, ¡ten libertad de orar al respecto!

El autor pone como ejemplo que si al leer el Salmo 107:34 viene a tu mente tu amigo Carlos Salinas, ores por él. Por más ridículo que suene, pueden venir toda clase de cosas a tu mentes mientras oras la Biblia. ¡Eso está bien! Verás como nunca se te acabarán las cosas por las que orar. Solo tienes que avanzar a la siguiente página.

“Hay una calidad sobrenatural en las palabras de las Escrituras que tú oras. […] Cuando oras la Biblia, no solo estás orando palabras ordinarias; estás orando palabras que son espíritu y son vida”.

Basta de siempre repetir las mismas cosas cuando oramos. Hay tantas maneras de orar por aquello que amamos… ¡dejemos que la Biblia sea la que nos diga cómo!


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