Todas las personas son adoradoras de algo, pero no todas adoran al único y verdadero Señor. “La verdadera adoración se da cuando adoramos al único Dios verdadero, el Dios que se revela en la Biblia como el Creador de los cielos y la tierra” (p. 262).
El pastor Otto Sánchez continúa su libro Hacia la meta, hablándonos sobre el propósito de nuestras vidas. Fuimos redimidos por Cristo para que vivamos en adoración a Él. Esa “es la razón principal por la que existimos como Iglesia y como cristianos individuales” (p. 265).
Dios no nos ha dejado a nuestra suerte para que le adoremos como mejor nos parezca. Para capacitarnos para una vida de más adoración a Él y crecimiento espiritual, el Señor ha dado dones espirituales a su pueblo.
Un don espiritual “[e]s una capacidad especial que el Espíritu Santo da a cada convertido a Cristo, para usarlo para Su gloria y para la edificación de la Iglesia y el prójimo en general” (p. 290). Todo cristiano necesita crecer en su comprensión de estos dones, y usar bíblicamente los que Dios le ha dado.
Al mismo tiempo, somos llamados a hablar de Cristo y extender su evangelio al resto del mundo. Esto debe ser un producto natural de nuestra continua comunión con Él. “[S]i estamos llenos de Cristo, hablaremos de Él, de Su obra, de lo que ha hecho en nuestra vida y en las vidas de los demás” (p. 305). Cristo reina sobre todas las cosas, y nos ha encomendado proclamar su verdad en toda la tierra discipulando a otras personas.
También somos llamados a honrar al Señor con el uso apropiado de los recursos que Él nos ha encomendado. “No debemos olvidar que Dios nos ha puesto como mayordomos o administradores de todo lo que hay en este mundo, y que el título de propiedad sigue estando a Su nombre” (p. 326). ¿Y cómo podemos administrar bien los recursos en nuestras manos? El pastor Sánchez explica que logramos hacer eso cuando vivimos en obediencia a la Palabra.
Finalmente, el autor nos presenta una breve historia de la Iglesia. No podemos entender bien lo que somos ahora si no conocemos de dónde venimos. “La historia del pueblo de Dios es la historia de amor divino hacia Su linaje escogido, Su nación santa adquirida a precio de sangre” (p. 365). Esta historia nos alienta y enseña para que podamos continuar avanzando, para la gloria de Dios, ¡hacia la meta!
