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Incluso nuestro pensamiento racional más riguroso está plagado de diversas formas de fe. Incluso la duda escéptica siempre contiene un elemento de creencia.

En su ensayo “La crítica de la duda” Michael Polanyi sostiene que la duda y la creencia, en última instancia, son “equivalentes”. ¿Por qué? “Dudar de cualquier afirmación explícita”, escribe, “niega una creencia. . . en favor de otras creencias que no se dudan al momento”. No se puede dudar de la creencia A, excepto sobre la base de alguna creencia B que se esté creyendo en un momento dado.

Por eso, por ejemplo, una persona no puede afirmar que: “Nadie puede saber lo suficiente como para estar seguro acerca de Dios y la religión”, sin asumir en ese momento que sabe lo suficiente sobre la naturaleza del conocimiento religioso como para estar segura de eso.

Duda de tus dudas

Hace algunos años, un hombre comenzó a asistir a nuestra iglesia. Había empezado la vida con una creencia general en Dios, pero había sido atacado con dudas durante sus años de universidad y había vivido durante décadas sin ningún tipo de fe religiosa. Después de varios meses de asistir a nuestra congregación, me dijo que la fe en Dios se empezaba a ver mucho más admisible para él. Cuando le pregunté cómo estaba ocurriendo eso, dijo que un punto de inflexión había sido una plática que me escuchó dar acerca de “dudar de nuestras dudas”. Me dijo: “Nunca me había dado cuenta de que tenía que haber algo de fe debajo mis dudas. Y cuando consideré las cosas en las que sí creía, descubrí que no tenía buenas razones para creerlas. Cuando empecé a examinar algunas de las bases de mis dudas, la fe en Dios no me pareció tan difícil”.

¿Qué significa hacer eso? A medida que fui conociendo a este hombre y se convirtió en un amigo y finalmente, un miembro de mi iglesia, cubrí la serie de las cosas que habían desencadenado sus primeras dudas. Más tarde descubrí un blogger ateo que hizo una lista casi idéntica:

La primera causa que siembra la semilla de la duda inicial varía de persona a persona. Sin embargo, algunas de las razones más comunes incluyen: conocer a un verdadero ateo y darse cuenta de que no son los misántropos inmorales e infelices que el creyente espera encontrar; ser testigo del sufrimiento horrible y aparentemente inexplicable de un buen y fiel creyente; testigos de la corrupción institucionalizada o hipocresía en la jerarquía religiosa del creyente; darse cuenta de la injusticia básica de las doctrinas acerca del infierno y la salvación; o encontrar una contradicción sin respuesta o algún error en las Escrituras del creyente ha escogido.

Examinemos cada una de estas ocasiones para la duda, y cómo mi amigo finalmente respondió.

1. Conocer a un ateo de verdad que no era un misántropo inmoral e infeliz. 

Esta duda se basa en la creencia implícita de que las personas religiosas son salvadas por Dios debido a su bondad y moralidad. Si ese es el caso, entonces, los ateos, por definición, deben ser malos e inmorales. Cuando se enteró de la enseñanza bíblica de que somos salvos solamente por la gracia inmerecida, no por nuestro carácter moral, se dio cuenta de que no había ninguna razón para que un ateo no fuera una persona mucho mejor que un cristiano. La creencia de esa duda se derrumbó, por lo que su duda desapareció.

2. Ser testigo del sufrimiento horrible y aparentemente inexplicable de un creyente bueno y fiel.

Esta duda se debe a la creencia de que si nosotros, los seres humanos no podemos discernir una buena o suficiente razón para un acto de Dios, entonces no puede existir. Mi amigo vino a darse cuenta de que esto supone que si había un Dios infinito, una mente finita debe ser capaz de evaluar sus motivos y planes. Se preguntó si era razonable creer esto y tener tal confianza en su propia visión, y la duda comenzó a erosionarse.

3. Ser testigo de la corrupción o la hipocresía en una institución religiosa. 

Esta podría ser la base más justificada para dudar de la verdad de una fe en particular. Pero mi amigo se dio cuenta de que las normas morales que estaba usando para juzgar a los creyentes hipócritas procedían principalmente de cristianismo mismo. “Lo peor que podía decir sobre los cristianos era que no estaban siendo lo suficientemente cristianos. Pero ¿por qué deberían serlo, si el cristianismo no era cierto en absoluto?”

4. Darse cuenta de la injusticia básica de las doctrinas del infierno y la salvación. 

Esta duda, mi amigo dijo, en gran parte provino de las creencias fundamentales de su cultura. Tenía un amigo chino que no creía en Dios, pero quien dijo que, si existiera, Dios ciertamente tendría derecho a juzgar a la gente a su antojo. Entonces se dio cuenta de que su duda sobre el infierno se basó en su mentalidad occidental, democrática e individualista que la mayoría de otras personas en el mundo no comparten. “Insistir en que el universo se puede regir como una democracia occidental era en realidad un punto de vista muy etnocéntrico”, me dijo.

5. Encontrar una contradicción sin respuesta o algún error en la Escritura. 

Esta duda, mi amigo dijo, se basa en la creencia de que todos los creyentes religiosos tenían una confianza ingenua y sin crítica en la Biblia. “Desde que llegué a su iglesia me doy cuenta de que ha habido un millar de tesis doctorales escritas en cada verso, y por cada afirmación de que un verso contradice otro, o es un error, hay diez contrapuntos convincentes”. Él perdió la esperanza de encontrar una dificultad en la Biblia que no tuviera “respuesta”.

Polanyi es convincente que tanto el objetivismo puro y el subjetivismo puro se cancelan el uno al otro y en última instancia son imposibles de sostener. Los objetivistas no pueden dar cuenta de la gran cantidad de valores que inevitablemente conocen, pero que no pueden probarse. Y los subjetivistas hacen que sus propias afirmaciones no tengan sentido y sean contradictorias. ¿De dónde sacan la certeza del conocimiento necesario para decir que nadie tiene el derecho de estar seguro?

La laicidad contemporánea, entonces, no es la ausencia de fe, sino que se basa en un conjunto de creencias, incluyendo una serie de supuestos altamente discutibles sobre la naturaleza de la prueba y la racionalidad misma.


Publicado originalmente en The Gospel Coalition. Traducido por Gabriela Fischer.
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