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El día que me enteré de que mi hija estaba luchando contra la bulimia, estábamos juntas en el auto, una experiencia cada vez más escasa ya que ella había obtenido su licencia el mes anterior. Yo estaba emocionada de tenerla en el asiento delantero otra vez, porque “el tiempo en el auto” es cuando tenemos nuestras mejores conversaciones. Este día no sería diferente.‬

Sin embargo, lo que siguió fue una conversación que nunca esperé.‬

Antes de que retrocediera en la cochera, se abrieron las compuertas. De su boca salió el secreto que ella había estado cargando: “Mamá, necesito ayuda. Me he estado provocando el vómito”. A través de lágrimas ella describió lo indigna que se sentía. Imaginar a mi bebé sola en el baño, encorvada sobre el inodoro, me deshizo. Aguanté las ganas de llorar y el abrumador deseo de detener el auto para poder abrazarla con fuerza. ‬

¿Cómo es posible que esta fuera su lucha? 

Obviamente, al ser su madre, soy parcial. Pero mi hija es realmente hermosa, inteligente, sociable, talentosa, divertida, compasiva, y muy querida. No tenía sentido para mí.‬

Lo que hizo su confesión aún más difícil de entender era saber que ella escuchaba el evangelio semana tras semana. Yo dirigía su pequeño grupo de estudio bíblico, y mi marido (su padre) ¡es su pastor! ¿Cómo podía estar luchando con su identidad de esta manera?‬

¿Qué dice esto sobre mí como mamá? ¿Qué había hecho mal? ¿Cómo no me di cuenta? Somos tan cercanas… ¿Estará ocultando algo más? ¿Qué pensará la gente?

Luché con estas preguntas a lo largo de un año. Como padres, queremos proteger y evitar que nuestros hijos experimenten adversidad. Cuando son heridos, nos duele, y queremos quitar el dolor, para mejorar todo. Pero fue ingenuo de mi parte pensar que podía arreglarlo, arreglarla a ella. Pronto estaría aprendiendo la verdad que siempre dije que creía: Lo que el enemigo pretende para mal, Dios lo tuvo para bien.‬

Él está trabajando en tu hijo‬

Dios usó un trastorno alimenticio para revelarse a mi hija. Sí, era creyente antes, pero ella no conocía la magnitud de su pecado y su desesperada necesidad de un Salvador. Ahora lo sabe. Lo que le fue dado en Cristo —Su perfecta rectitud— ella está creciendo en abrazarlo como su verdadera identidad‬.

Jesús, no su talla de ropa, define quién es ella. No el número de “me gusta” que recibe en una foto. No sus logros. No sus fracasos. Esto no significa que ella esté libre de la tentación de basar su valía en fuentes falsas. Pero ahora ella reconoce las señales de alerta, y sabe cuándo tiene que reorientar su corazón y su mente de nuevo a la verdad.‬

Él está trabajando en ti‬

Un trastorno alimenticio se siente como una batalla constante para toda la familia: un paso adelante, dos pasos atrás. Y a menudo lo es. A través del largo proceso, me doy cuenta de que Dios tenía mi santificación y la de mi hija en mente. Él utilizó su desorden alimenticio para cambiarme. Él obró a través del pecado de uno para cumplir su propósito en otro. Por difícil que haya sido, no lo cambiaría.‬

Ahora reconozco las maneras en las que he tratado de manejar nuestras vidas en un esfuerzo por asegurar la felicidad perpetua. ¿No es esta la razón por la que andamos sobre nuestros hijos, cediendo a sus deseos, e incluso renunciando a la disciplina? La vida es más fácil (eso creemos) si podemos controlar todos los resultados para reforzar a nuestros hijos con éxito, protegerlos de las dificultades, y mantener la paz perfecta.‬

En su misericordia, Dios me despojó de cualquier control que pensé que tenía. En la medida en la que veo su disposición y bondad para con nosotros en la adversidad, voy aprendiendo a descansar en sus caminos. Él me ha dado una nueva paz. Y ha aumentado mi compasión por los demás mientras he visto mi propio pecado. Todos estamos en el mismo barco, necesitando el rescate que solo Jesús puede dar.‬

Dale a Él tu miedo‬

Todavía temo cuando surgen luchas para mi hija: frustraciones por cómo se ve, conflictos relacionales, soledad, o estrés circunstancial. Confiar en Dios con nuestros hijos es difícil. Mi primera inclinación es protegerla de cualquier cosa que pueda mover el bote y hacer que ella se deslice de nuevo en trastornos alimenticios o depresión.‬

Así como ella debe ir constantemente a Jesús, también debo hacerlo yo. Al recordar sus promesas, meditando en su carácter y creyendo que para Él tengo valor y que está obrando en mí, mi descanso es seguro, incluso cuando mi mundo parece estar fuera de control. Puedo vivir quebrantada y declarar que mi alma está bien. Miro hacia atrás y lo tengo por sumo gozo. Puedo ver sus misericordias como nuevas cada mañana. Y puedo confiar en que, en lo que venga, Él está en obrando en todas las cosas.‬


Publicado originalmente en The Gospel Coalition. Traducido por Patricia Namnún.
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