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“Ella les dijo: ‘No me llamen Noemí (Placentera), llámenme Mara (Amarga), porque el trato del Todopoderoso (Shaddai) me ha llenado de amargura’” (Rut 1:20).

¿Cuántas veces nos topamos con personas amargas? Personas que sienten que la vida no ha sido justa, que les “ha jugado una mala mano”; que no han recibido lo que creen que se merecen mientras otros reciben más. Viven la vida como bajo una sombra, como destinados a cierta condición, y llegan a ver todo a través de lentes de color que les hace mirar la realidad distorsionada.

En la vida de Nohemí, al considerar esos tiempos y dinámicas culturales, es difícil imaginarse una tragedia más devastadora que la irrumpió en su vida. Era una situación increíblemente difícil como para tener optimismo en cuanto al futuro. ¿Cómo no sentirse amargada y con sentimientos en contra de Dios? Sin embargo, Job también experimentó gran tragedia y nunca atribuyó una mala intención de Dios.

Aunque quisiera ser más como Job en ese sentido (no ignorando que él también tenía un sentido de justicia propia con el que Dios tenía que tratar), muchas veces yo también actúo en forma autosuficiente e independiente, no confiando en los planes del Señor para mi vida. A final de cuentas, esa actitud es una forma de rebeldía ante el Rey Supremo, creyendo las viejas mentiras de que lo que Dios nos ha dado no es suficientemente bueno y que nosotros sabemos mejor lo que necesitamos.

Nohemí no tenía en cuenta los maravillosos planes de Dios para sus hijos en su infinito amor. Vez tras vez en este pequeño libro del Antiguo Testamento, podemos ver evidencias de la gracia de Dios obrando a favor de ella, aún como testimonio a otros. “Entonces las mujeres dijeron a Noemí: ‘Bendito sea el SEÑOR que no te ha dejado hoy sin redentor; que su nombre sea célebre en Israel. Que el niño también sea para ti restaurador de tu vida y sustentador de tu vejez’” (Rut 4:14-15).

Necesitamos recordar continuamente cómo nuestro amoroso Padre celestial se encontraba obrando no solo en la vida de Nohemí, sino también en la de sus nueras, su pueblo, y aún en nuestras propias vidas, puesto que ella sería parte de la genealogía de Jesús mismo siendo bisabuela de David.

Las buenas noticias para ti y para mí son que nosotros también, al “soltar” nuestras vidas a sus manos, dirección, y guía, no solo hallamos libertad y gozo en medio de las tormentas, sino que además confiaremos en que nuestras historias encajan perfectamente en su maravilloso plan de redención para los suyos.

Piensa en esto y encuentra tu descanso en Él.

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