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Estoy escribiendo este artículo en mi cumpleaños número 62.

Así es, me encanta la fiesta.

Déjame ser directo. Tengo mucho por qué estar agradecido. Dios me ha bendecido sin medida, todo sin merecerlo. Si mi ministerio fuera a terminar hoy debido a muerte o discapacidad, solo podría adorarle por la vida y ministerio que me dio.

Pero estoy asumiendo que me quedan unos cuantos años más en el ministerio. Y este momento de mi vida es un tiempo para reflexionar y a la vez mirar hacia adelante. Quiero que este cuarto trimestre de mi ministerio haga una diferencia para su gloria. Para ser claro, quiero evitar siete peligros en mis últimos años de ministerio. Y sé que puedo sucumbir a uno o a todos estos peligros sin la fuerza, misericordia, y el plan de Dios.

  • Flojera. Señor, muéstrame como entregarme todo por ti. Ayúdame a darme cuenta de la realidad de la flojera si en algún momento me muevo hacia esa dirección. Recuérdame que la ociosidad no es solo incorrecta en el trabajo; es un pecado y una afrenta contra ti.
  • Aferrarse. Oro para no aferrarme al ministerio solo para recibir un sueldo más a fin de mes. Oro, pues deseo poner el tiempo de mi ministerio en las manos de Dios, no en mi pago mensual. Oro para no amar mi posición en el ministerio tanto que no pueda escuchar tu voz cuando sea tiempo de marcharme.
  • Cansancio. El ministerio no es para cobardes. Sí, están los flujos constantes de críticas humanas, pero aún más peligroso que eso: el ministerio es una guerra espiritual. Oro para no agotarme, sino encontrar mi fortaleza en Dios a través de la lectura diaria de su Palabra.
  • Identidad equivocada. Mi identidad no es ser presidente, pastor, o miembro del equipo de la iglesia. Mi identidad está en Cristo. Si mi identidad está en mi vocación presente, no cederé cuando sea el momento. Me aferraré a los ídolos del ego, autogratificación, y títulos efímeros.
  • Aversión al cambio. Mi oración es que siempre esté abierto al cambio necesario, y no dejar los cambios para aquel que me reemplazará. Oro para aún tener la valentía y fortaleza para tomar las decisiones difíciles, y no posponerlas para otro momento y otro líder.
  • Fallar en mantenerme al día. Es un reto el mantener el ritmo. El cambio nos está golpeando muy rápido. Podría flojear y no leer, no ser retado por otros, o gritar que la manera en como lo hemos hecho siempre está bien. En mis últimos años de ministerio oro para no sucumbir a la tentación de no aprender más.
  • Lamento. Por supuesto, he cometido muchas equivocaciones. Si escribo un libro sobre las cosas tontas que he hecho en el ministerio, tendría que ser una serie de varios volúmenes.  Pero, en estos últimos años de ministerio, no puedo mirar atrás. No puedo revolcarme en la autocompasión de las sandeces del pasado. El pasado es pasado. Yo veo hacia el futuro de Dios.

“Hermanos, yo mismo no considero haberlo ya alcanzado. Pero una cosa hago: olvidando lo que queda atrás y extendiéndome a lo que está delante, prosigo hacia la meta para obtener el premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús”, Filipenses 3:13-14.

Que esos versículos sean mi lema en los años que me quedan para servir a aquel que me ha llamado, fortalecido, y dado la gran promesa de su presencia y poder.


Publicado originalmente por Thom Rainer. Traducido por Harold Bayona.
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