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Imagina esto: el centurión romano entra a la casa del cristiano, pone su espada sobre su garganta y le pregunta: “¿Quién es el señor?”. El cristiano responde: “Jesús es el Señor”, dispuesto a pagar con su vida.

En el imperio romano, una las frases más repetidas era Kaiser Kyrios, que significa: “César es señor”. Decir estas palabras te ganaba el favor de la guardia y del estado; cualquier otra respuesta ponía tu vida en riesgo. Pero la Iglesia fiel nunca se queda callada, y la respuesta de todo cristiano verdadero era Cristos Kyrios. Este fue uno de los primeros credos en la historia de la iglesia.

Un credo es una formulación concisa de creencia, es decir, una confesión doctrinal resumida. El nombre viene del latín credere, de donde viene nuestra palabra “creer”.

Muchas iglesias han dejado a un lado los credos. Algunos por miedo, otros por falta de conocimiento. Se piensa que los credos son demasiado formales, o que son católico romanos. Se alega que la Biblia no necesita reemplazo o ayuda.

Sin embargo, en la historia bíblica vemos múltiples credos, desde el shema —uno de los principales credos de Israel (Deut. 6:4-6)—, hasta las bendiciones finales en las cartas pastorales de Pablo (1 Cor. 15:3-7).1 De la misma manera, la iglesia primitiva se apoyó de credos basados en la Palabra de Dios para preservar la doctrina ortodoxa y sobrevivir a herejías que buscaban eliminar la fe cristiana.

Con esto en mente, veamos 6 razones para volver a los credos.

1) Son cristianos

Los credos no son católico-romanos. Son cristianos, son universales. No pertenecen a una denominación; más bien, están basados en la revelación. Nuestra fe tiene su fundamento en la revelación de Dios en las Escrituras, y los credos ortodoxos comparten la misma genética bíblica. Desde Moisés hasta Pablo, y desde Atanasio hasta Calvino, los cristianos que han impactado, también han  adoptado estas fórmulas de creencia (también conocidos como símbolos).2

Estos credos estuvieron en el centro del triunfo del cristianismo sobre las herejías, distorsiones, y controversias históricas. Han servido para reforzar, reformar, y reafirmar los artículos esenciales de la verdad bíblica que dan vida al cristianismo.

2) Representan lo que creemos

Los credos sostienen la doctrina cristiana usando lenguaje sencillo. Afirman la verdad y corrigen el error. El Credo de los apóstoles es uno de los más antiguos. Ambrosio, el primero en mencionarlo, decía: “Es el símbolo que protege a la Iglesia”. Cuando tenemos convicciones teológicas firmes, la Iglesia es relevante. Este credo era lo primero que los creyentes recitaban al bautizarse:

Creo en Dios, Padre omnipotente, creador de cielo y de tierra. Y en Jesucristo, su único Hijo, nuestro Señor, quien fue concebido por el Espíritu Santo, nació de la Virgen María, padeció bajo Poncio Pilato, crucificado, muerto y sepultado, descendió a los infiernos: al tercer día resucitó entre los muertos, ascendió a los cielos, está sentado a la derecha de Dios Padre omnipotente. Desde allí ha de venir a juzgar a los vivos y los muertos. Creo en el Espíritu Santo, la santa Iglesia universal*, la comunión de los santos, el perdón de los pecados, la resurrección del cuerpo, y la vida eterna. Amén.

3) Nos guían a adorar

Los credos son una forma de adoración corporal. Así como cantamos al unísono las verdades fundamentales de la Biblia, podemos recitar las mismas verdades, pero sin música. Confesar lo que la Biblia dice sobre nuestro Señor es adoración. Proclamamos al Dios trino según su revelación, y Él se glorifica en esto. El Credo Calcedonio (451 d. C.) dice:

Nosotros, entonces, siguiendo a los santos padres (los primeros pastores y teólogos), todos de común consentimiento, enseñamos a los hombres a confesar a Uno y el mismo Hijo, nuestro Señor Jesucristo, el mismo perfecto en Deidad y también perfecto en humanidad; verdadero Dios y verdadero hombre, de cuerpo y alma racional; cosustancial —coesencial— con el Padre de acuerdo a la Deidad, y cosustancial con nosotros de acuerdo a la humanidad; en todas las cosas como nosotros, sin pecado; engendrado del Padre antes de todas las edades, de acuerdo a la Deidad; y en estos postreros días, para nosotros y por nuestra salvación, nacido de la virgen María, de acuerdo a la humanidad; uno y el mismo Cristo, Hijo, Señor, Unigénito, para ser reconocido en dos naturalezas inconfundibles, incambiables, indivisibles, inseparables; de ningún modo borrada la diferencia de naturalezas por causa de la unión, más bien es preservada la propiedad de cada naturaleza, y son concurrentes en una Persona y una hipóstasis, no partida ni dividida en dos personas, sino uno y el mismo Hijo, Unigénito, Dios, la Palabra, el Señor Jesucristo; como los profetas desde el principio lo han declarado con respecto a Él, y como el Señor Jesucristo mismo nos lo ha enseñado, así mismo es el credo de los padres que nos ha sido dado.

Confesar a una voz que Jesús es el único Señor, como lo hicimos individualmente en nuestra conversión, es una declaración de alianza. Igual que el bautismo, los credos son declaraciones públicas que dicen de qué lado estamos.

4) Han sido probados

Aunque no son la Biblia ni son inspirados, estos textos han superado la prueba del tiempo. Los credos no son un sustituto de la Biblia: los mejores credos representan la doctrina de la Biblia misma. Son el producto de la unión y el acuerdo de hombres santos y comprometidos con la verdad de la Palabra.

La mayoría de ellos han surgido como una defensa en contra del error. Una de las mayores herejías de la historia se le debe a Arrio (250–336 d. C.). Su enseñanza decía: “Hubo un tiempo en el que el Hijo no era”.3 Eso significaba que Jesús era una mera creación, y por lo tanto no era Dios. Esta mentira se propagó gracias a la gran capacidad mercadológica del arrianismo.

Esta doctrina anticristiana se pregonó por medio de canciones cortas y pegajosas, y en cuestión de pocos años expandió a lo largo del imperio. Todos cantaban las pegajosas (y herejes) melodías de Arrio.

La respuesta ortodoxa a esta herejía fue el credo de Nicea/Constantinopla (325, 381 d. C.), uno de los textos de la Iglesia primitiva más importantes, poderosos, y unificantes en la historia del cristianismo:

Creemos en un solo Dios, Padre todopoderoso, creador del cielo y de la tierra, de todo lo visible y lo invisible; y en un solo Señor, Jesucristo, el unigénito de Dios, nacido del Padre antes de todos los siglos, luz de luz, Dios verdadero de Dios verdadero; engendrado, no creado, consustancial con el Padre, por quien todo fue hecho; que por nosotros los hombres y por nuestra salvación bajó del cielo y se encarnó por obra del Espíritu Santo y de María la Virgen, y se hizo hombre; por nuestra causa fue crucificado en tiempo de Poncio Pilato, y padeció, y fue sepultado, y resucitó al tercer día según las Escrituras, y subió al cielo; y está sentado a la derecha del Padre; y de nuevo vendrá con gloria, para juzgar a los vivos y a los muertos, y su reino no tendrá fin. Y en el Espíritu Santo, Señor y dador de vida, que procede del Padre y del Hijo; que con el Padre y el Hijo recibe una misma adoración y gloria, que habló por los profetas. En una Iglesia santa, universal,* y apostólica. Confesamos un solo bautismo para la remisión de los pecados. Esperamos la resurrección de los muertos y la vida del mundo futuro. Amén.

5) Nos recuerdan que no estamos solos.

Los credos nos recuerdan el gran valor de la Iglesia como la institución de Cristo. Nos recuerdan de lo que somos parte. La Iglesia es universal e histórica. Así como la vida cristiana es una que no se vive de manera solitaria, nuestras iglesias no deben aislarse. El participar de los credos nos une en adoración y alianza a Dios junto a la Iglesia histórica. Nos unimos a cristianos del primer siglo, y a los cristianos del presente.

6) Nos recuerdan que la iglesia ha prevalecido y prevalecerá

Cada credo representa una historia pasada que impacta la historia futura. La Iglesia ha errado mucho. Algunos ejemplos son el arrianismo, nestorianismo, docetismo, modalismo, y otras malas doctrinas han atacado al cristianismo. Pero Dios libró a su Iglesia. Y en gran parte, los credos fueron el medio que utilizó.

Los credos nos recuerdan que la Iglesia está en las manos del Señor, y aunque hemos pasado por valle de sombra de muerte, el Señor sigue siendo nuestro pastor. La iglesia prevalecerá hasta el final.

Conclusión

El cristianismo depende completamente de la doctrina. Si la revelación de Dios es tergiversada, el cristianismo se distorsiona.

Los credos son grandes tesoros para la Iglesia. Son tesoros que no solo tienen valor en el pasado —habiendo sido los defensores de la fe ortodoxa en innumerables batallas teológicas—, sino también en el futuro. Nos ayudan a recordar quién es Dios y por qué se ha revelado en su Palabra. Nos recuerdan que la consecuencia de desviarnos de las Escrituras es la muerte espiritual.

Si la vida de la Iglesia depende de su teología, entonces, con su propia vida, la Iglesia debe defenderla. Los credos que ayudaron a Moisés, Pablo, Atanasio, y Calvino siguen a tu disposición como un escudo teológico para la defensa de tu vida.


* Originalmente dice “católica”, que se refiere a ‘universal’. No debe confundirse con Católica Romana (nombre propio).
[1] Otros credos en la Biblia son: 1 Re. 18:39; Mat. 16:16; Hec. 16:31; Rom. 10:9-10; 1 Tim. 3:16; 1 Cor. 12:3; Fil. 2:6-11
[2] Justo L. Gonzalez, The Story of Christianity, 2nd ed., Vol. 1, p. 77. Del griego σύμβολον (symbolon): símbolo, lema o prenda.
[3] Atanasio de Alejandría, De Synodis, 15. Atanasio reporta sobre Arrio, “Dios creó al Hijo de la nada, y le llamó Su Hijo … El Verbo de Dios es una de sus criaturas … y … hubo un tiempo en el que Él no era.”
Imagen: Lightstock
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