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5 cosas que aprendí en el tiempo de la prueba

No puedo creer lo rápido que pasa el tiempo. Parece como si hubiese sido ayer. Hace casi dos años que el Señor me permitió experimentar una de las más grandes pruebas de mi vida.

En el 2014, tuve la bendición de quedar embarazada. Todo iba bien con el embarazo, y luego de pasar los comunes tres primeros meses de malestares, comencé a sentirme muy bien y a verdaderamente disfrutar mi embarazo.

Una noche de Octubre, el día que cumplí las 23 semanas (que equivale a 5 meses y medio), comencé a sangrar inesperadamente y a tener contracciones. Mi esposo me llevó inmediatamente a la emergencia del hospital y allí fui recibida por mi doctor, quien nos explicó con una mirada triste, cómo se veía el cuadro y qué era lo que probablemente iba a suceder.

Yo estaba completamente dilatada y el bebé estaba posicionado, ya listo para nacer en cualquier momento. Las probabilidades de supervivencia a las 23 semanas son de 10% solamente. Lo más probable era que perdería a mi bebé…

Mi esposo y yo procedimos a llamar a nuestra familia y amigos cercanos, poniéndoles al tanto de la situación y pidiendo oración.

En nuestros corazones quedaba una llamita encendida de esperanza.

Esa noche fui trasladada en ambulancia a otro hospital que quedaba a una hora de mi casa, donde el personal estaba más preparado para recibir a mi bebé, si nacía con vida. Me inyectaron esteroides para acelerar la maduración de los pulmones del bebé, me dieron medicinas para parar las contracciones, y quedé en cama en estricto reposo sin pararme siquiera a ir al baño. No quería moverme. ¡Tenia miedo hasta de respirar! Y mientras tanto, oraba…

Así pasó un día…y dos…y tres… ¡una semana! Todos los días, los doctores venían y decían lo mismo: que el bebé nacería en cualquier momento y que no había garantías de nada.

Finalmente, comencé a desarrollar una infección y tuvieron que hacerme una cesárea.

Lucas Alexander nació a las 23 semanas y 5 días, pesando 1.9 libras, y midiendo 12 pulgadas. ¡Nació respirando y se le orinó al doctor que lo sacó! Estuvo en el hospital por 4 meses sin presentar casi ninguna complicación de las que son comunes en casos de niños tan prematuros. Durante ese tiempo, mi esposo y yo visitábamos a nuestro hijo todos los días. Nuestra oración durante todo ese tiempo fue; “Señor, sorprende a los médicos. Trae gloria a Tu nombre”.

Y así fue. Cuando llegó el tiempo de llevarlo a casa, Lucas salió del hospital como cualquier bebé recién nacido. ¡Sin absolutamente nada de cables ni tubos! Varios de los doctores expresaron que en todos sus años de experiencia no habían visto un caso así.

Mirando atrás, fueron muchas las cosas que nos enseñó el Señor durante esos 4 meses. Aquí comparto contigo 5 de ellas:

1. Sus planes son perfectos

“El SEÑOR es bueno para con todos, y su compasión, sobre todas sus obras”, Salmo 145:9

Aunque para nosotros el nacimiento de nuestro hijo ocurrió antes de tiempo y de una forma inesperada, para el Señor ocurrió en el tiempo perfecto que Él ya había determinado. Mirando atrás, puedo ver cómo cada una de las circunstancias en mi vida me fueron preparando para ese momento. Aun un par de meses atrás, los devociones que leí, las prédicas que escuché, aun algo tan sencillo como un programa de televisión que vi en el cual una familia había tenido un bebé prematuro, y todo el proceso que pasamos, me sirvieron para aprender cosas que no sabía, y de alguna forma u otra prepararme para esta prueba.

2. Él nos provee la gracia que necesitamos

“No les ha sobrevenido ninguna tentación que no sea común a los hombres. Fiel es Dios, que no permitirá que ustedes sean tentados más allá de lo que pueden soportar, sino que con la tentación proveerá también la vía de escape, a fin de que puedan resistirla”,  1 Corintios 10:13.

Durante los 4 meses que estuvimos con Lucas en el hospital, hubo días difíciles en los que se sentía todo oscuro y no veíamos luz al final del túnel. Sin embargo, el Señor nos concedió experimentar esa paz que sobrepasa todo entendimiento y que solo puede venir de Él. Todo el que estuvo a nuestro alrededor pudo testificar de nuestra tranquilidad y confianza en el Señor. Toda la gloria es para Él. Si a mi me hubieran dicho que yo iba a tener que pasar por esta prueba, hubiera respondido que seguro fallaría. Sin embargo, así como el Señor mandó la prueba, mandó también la salida, y proveyó la gracia suficiente para cada día, ni más ni menos.

3. La oración es nuestro sustento

“La oración eficaz del justo puede lograr mucho”,  Santiago 5:16.

Una de las cosas más especiales que pudimos experimentar a lo largo de esta prueba fue ver cómo el Señor obra a través de las oraciones de sus hijos. Todos los días, sobretodo durante esa primera semana, mientras esperábamos que Lucas naciera y al mismo tiempo orábamos que el Señor lo mantuviera dentro un día más, llegaban a nosotros nombres de personas en todos lados que estaban orando por nosotros. Aun personas que nosotros no conocíamos, enfermeras del hospital donde estábamos, amigos de conocidos, orando por nosotros.

Mirando atrás a todo el proceso de desarrollo y recuperación de Lucas en el hospital, y las pocas complicaciones efectos duraderos que tuvo, podemos testificar de que ciertamente el Señor escuchó las oraciones.

4. Somos parte de la gran familia de Dios

“Si un miembro sufre, todos los miembros sufren con él; y si un miembro es honrado, todos los miembros se regocijan con él. Ahora bien, ustedes son el cuerpo de Cristo, y cada uno individualmente un miembro de él”,  1 Corintios 12:26-27.

En este mundo, los lazos que tienen los hijos de Dios pueden ser más fuertes que los mismos lazos de la familia, y donde sea que estemos, el Señor provee hijos suyos que nos permiten sentir el amor de Cristo y saber que no estamos solos.

En nuestro caso, aunque vivimos lejos de nuestro país natal, el Señor nos rodeó de hermanos en Cristo que fueron nuestra familia durante este tiempo difícil, y que  sufrieron junto con nosotros. Por cuatro meses, recibimos visitas, comidas, transporte, tarjetas de gasolina, ofrendas, etc. ¡Verdaderamente nos sentimos parte de un cuerpo!

5. La prueba nos acerca más a Él

“Esperé pacientemente al Señor, Y El se inclinó a mí y oyó mi clamor. Me sacó del hoyo de la destrucción, del lodo cenagoso; Asentó mis pies sobre una roca y afirmó mis pasos. Puso en mi boca un cántico nuevo, un canto de alabanza a nuestro Dios. Muchos verán esto, y temerán Y confiarán en el Señor”, Salmos 40:1-3.

Finalmente, si me hubieran puesto a escoger entre pasar por esta prueba o no, a lo mejor hubiera preferido no tener que experimentar algo así. Sin embargo, luego de haberla pasado y sobrevivido, puedo decir que estoy agradecida, porque a través de la misma el Señor me permitió conocerle más profundamente, me enseñó a orar como nunca antes lo había hecho, me mostró lo personal e íntimo que Él puede llegar a ser, me rectificó que Sus promesas son fieles y verdaderas y que Su Palabra no miente, me mostró su gran poder de una forma tangible y milagrosa, y en mi caso, Él quiso concederle la vida a mi hijo, poniendo así un cántico de alabanza en mi boca hacia Él.

“Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, Padre de misericordias y Dios de toda consolación, el cual nos consuela en todas nuestras tribulaciones, para que también nosotros podamos consolar a los que están en cualquier aflicción, dándoles el consuelo con que nosotros mismos somos consolados por Dios”, 2 Corintios 1:4-5.

Es mi oración que este testimonio del obrar de Dios traiga consuelo y ánimo a tu vida. ¡Solo a Cristo sea la gloria!

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