¡Únete a nosotros en la misión de servir a la Iglesia hispana! Haz una donación hoy.

×

Todos los que profesan ser cristianos están de acuerdo en que un líder cristiano debe ser un líder que sirve. Jesús no pudo ser más claro:

“Y Jesús les dijo: Los reyes de los gentiles se enseñorean de ellos; y los que tienen autoridad sobre ellos son llamados bienhechores. Pero no es así con vosotros; antes, el mayor entre vosotros hágase como el menor, y el que dirige como el que sirve”, Lucas 22:25-26.

En donde no siempre se llega a un acuerdo es en cómo debe verse el liderazgo de servicio en una situación dada. A veces los líderes siervos lavan los pies de los demás, por así decirlo (Jn. 13: 1-17), pero otras veces reprenden (Mt. 16:23), e incluso disciplinan (Mt. 18: 15-20). A veces sirven a sus propias expensas (1 Co. 9: 7), pero otras veces emiten mandatos fuertes (1 Co. 5: 2; 11:16).

Metiéndose en aguas fangosas

Otros factores enturbian las aguas aun más para nosotros. Para comenzar, todos los líderes cristianos tienen pecado que mora en ellos, lo que significa que incluso en el apogeo de su madurez, aún seguirán siendo siervos defectuosos. Añade a esto el hecho de que la mayoría de los líderes no han alcanzado todavía su grado de madurez. Añade a esto el hecho de que todos los seguidores cristianos también tienen pecado que mora en ellos y la mayoría no ha alcanzado nuestro grado de madurez tampoco. Añade a esto el hecho de que diferentes temperamentos, experiencias, dones, y llamados influyen en cómo ciertos líderes tienden a servir, y cómo ciertos seguidores tienden a percibir ese liderazgo; el intento genuino de servir de un líder podría ser interpretado por un seguidor genuino como un intento de “tener control de su fe” (2 Co. 1:24). Y luego están los líderes que son lobunos y egoístas quienes, mientras engañan a sus seguidores, aparentan comportarse por un tiempo de manera similar a los líderes siervos.

Así que, la determinación de si un líder está actuando de un corazón de servicio semejante a Cristo requiere un discernimiento comprensivo, paciente, y humilde. No es sencillo. No hay una descripción de líder siervo que aplique para todos. Las necesidades y contextos en la iglesia en general son muy amplias y variadas, y requieren diferentes tipos de líderes y dones. Debemos cuidarnos de nuestros propios prejuicios en la evaluación de los corazones de los líderes. Cada uno de nosotros es más o menos atraído por ciertos tipos de líderes, pero nuestras preferencias pueden ser poco fiables e incluso estándares poco misericordiosos.

Las marcas de un líder siervo

Aun así, el Nuevo Testamento nos enseña a actuar con la debida diligencia en el discernimiento de la aptitud de un líder cristiano (véase, por ejemplo, 1 Tim. 3:1-13). ¿Qué características buscamos en un líder que sugieren que su orientación fundamental es el servicio semejante a Cristo? Esta lista no es de ningún modo exhaustiva, pero aquí hay cinco indicadores fundamentales.

1. Un líder siervo busca la gloria de su amo.

Y su Amo no es su reputación o la circunscripción de su ministerio; es Dios. Jesús dijo: “El que habla de sí mismo busca su propia gloria; pero Aquél que busca la gloria del que Lo envió, El es verdadero y no hay injusticia en El” (Jn. 7:18). Un líder cristiano es un siervo de Cristo (Ef. 6:6), y demuestra a lo largo del tiempo que Cristo —no la aprobación del público, la posición, o la seguridad financiera— tiene su lealtad primaria. En esto él “jura en perjuicio propio, y no cambia” (Sal. 15:4).

2. Un líder siervo busca sacrificialmente el mayor gozo de aquellos a quienes sirve.

Esto no entra en conflicto con buscar la gloria de su Maestro. Jesús dijo: “El que entre ustedes quiera llegar a ser grande, será su servidor… así como el Hijo del Hombre no vino para ser servido, sino para servir y para dar Su vida en rescate por muchos” (Mt. 20:26,28). Sea cual sea su temperamento, mezcla de dones, capacidades, o esfera de influencia, hará los sacrificios necesarios con el fin de perseguir el “progreso y gozo en la fe” de las personas, que resulta en la gloria de Dios (Fil. 1:25; 2:9-11).

3. Un líder siervo renunciará a sus derechos en lugar de oscurecer el evangelio.

Pablo lo dijo de esta manera: “De todos me he hecho esclavo para ganar al mayor número posible” (1 Co. 9:19). ¿Qué significaba esto para él? Significaba que en ocasiones se abstenía de ciertos alimentos y bebidas, o rechazaba el apoyo financiero de aquellos a quienes servía, o trabajaba con sus propias manos para proveer para él mismo, o pasaba hambre, o vestía humildemente, o era golpeado, o estaba sin hogar, o soportaba irrespeto dentro y fuera de la iglesia (1 Co. 4:11-13; 9:4-7). Y él decidió no casarse (1 Co. 9:5). Todo esto antes de ser martirizado. La barra de servicio de Pablo puede haber estado extraordinariamente alta, pero todos los líderes siervos cederán sus derechos si creen que más serán ganados para Cristo como resultado.

4. Un líder siervo no está preocupado por tener visibilidad o reconocimiento personal.

Como Juan el Bautista, un líder siervo se ve a sí mismo como un “amigo del novio” (Jn. 3:29), y no se preocupa por la visibilidad de su propio rol. Él no considera aquellos con funciones menos visibles como menos importantes, ni codicia roles más visibles como más significativos (1 Co. 12:12-26). Él busca administrar el cargo que ha recibido de la mejor manera posible, y gustosamente deja la asignación de los roles a Dios (Jn. 3:27).

5. Un líder siervo se anticipa y gentilmente acepta el momento de su descenso.

Todos los líderes sirven solamente durante una temporada. Algunas temporadas son largas, algunas cortas; algunas son abundantes, algunas austeras; algunas son registradas y recordadas, la mayoría no. Pero todas las temporadas terminan. Cuando Juan el Bautista reconoció el final de su temporada, dijo: “Y por eso, este gozo mío se ha completado. Es necesario que El crezca, y que yo disminuya” (Jn. 3:29-30).

A veces, un líder es el primero en reconocer el final de su temporada, a veces otros lo reconocen primero, y a veces Dios permite que una temporada termine injustamente para propósitos que el líder no puede entender en ese momento. Sin embargo, un líder siervo gustosamente cede su papel para el bien de la causa de Cristo, porque su identidad y su confianza no están en su llamado, sino en su Cristo.

Sé misericordioso con tus líderes

Ningún líder cristiano terrenal es la encarnación perfecta de estas cinco marcas fundamentales de un siervo. Solo Jesús tiene esa distinción. La gran mayoría de nuestros líderes son siervos imperfectos que tratan de ser fieles.

Así que, algunos de los regalos más grandes que podemos dar a nuestros líderes son: 1) nuestro ánimo explícito cuando vemos cualquiera de estas gracias en ellos (soltar nuestras lenguas), 2) tenerles paciencia en silencio cuando tropiezan (retener nuestras lenguas), y 3) nuestro juicio comprensivo y nuestra amable retroalimentación respecto a las decisiones que plantean preguntas y preocupaciones (refrenar la lengua). Y las tres se pueden aplicar con la misma facilidad ya sea al hablar de nuestros líderes como al hablar con ellos.

Si un líder necesita ayuda para reconocer el final de su temporada, que sus amigos fieles le den un apoyo amoroso, amable, gentil y paciente, y si es necesario, reprimenda.

Pero a veces, como Diótrefes (3 Jn. 9), los defectos pecaminosos de un líder son demasiado perjudiciales, o como Judas (Luc. 6:16), demuestran ser un lobo. A ese punto una respuesta misericordiosa sería que los seguidores apropiados, piadosos y maduros tomen la iniciativa servicial de reprender (Mt. 16:23), e incluso disciplinar (Mt. 18:15-20). Sabremos que hemos llegado a ese punto porque, después de una temporada de observación, se verá claramente que estas cinco marcas están notoriamente ausentes en ese líder.


Publicado originalmente en Desiring God. Traducido por Jenny Midence-García.
Imagen: Lightstock.
Recibe cada día los artículos, podcasts, y vídeos más recientes.
CARGAR MÁS
Cargando