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10 cosas que debes saber sobre Francis Schaeffer

Más de William Edgar

1. La Biblia fue central en su cosmovisión.

Francis A. Schaeffer (1912-1984) se convirtió a la edad de 17 años, después de leer la Biblia por primera vez. Siendo un adolescente brillante, tenía muchas preguntas sobre la vida, pero encontró que los libros de filosofía no le ayudaron. La convicción de que la Biblia tenía respuestas básicas para preguntas básicas caracterizarían su vida y su trabajo. El eslogan de la comunidad l‘Abri fue: “No me avergüenzo del evangelio” (Romanos 1:16). Defendió la infalibilidad de la Escritura en contra de toda hermenéutica espiritual.

2. Experimentó una profunda crisis espiritual en un momento de su vida.

A principios de la década de los 50, Francis experimentó una crisis espiritual profunda e inquietante. Al mismo tiempo que él había abrazado y defendido todas las doctrinas correctas, también encontró que su vida espiritual se había secado. Como resultado, él se decidió a re-examinarlo todo, desde los conceptos más básicos hasta los más complejos.

Fue entonces cuando resurgió con un nuevo sentido de la realidad de la fe cristiana. Le preguntó a su esposa Edith que si algún día se llegaran a remover todos los pasajes de Las Escrituras sobre el Espíritu Santo y la oración, si ella pensaba que eso haría gran diferencia en sus vidas. Al decidir que no lo haría, ellos determinaron desarrollar una nueva dependencia de la realidad del Espíritu de Dios y la vitalidad de la oración.

3. Fundó l’Abri basado en su visión de que la santificación tiene gran valor.

La comunidad l’Abri, en los Alpes Suizos, fue fundada en 1955. Fue el fruto de la convicción de que “Dios está allí”. En su serie de sermones, seguido por el libro, “La verdadera espiritualidad”, Francis desarrolló sus puntos de vista sobre la santificación, centrado en la realidad y el poder de Jesucristo para guiarnos a seguir sus pasos a través de tres etapas necesarias: rechazo, muerte y resurrección. Él decía: “Si usted busca la perfección o nada, conseguirá nada cada vez que lo intente. En cambio, en la vida cristiana se puede experimentar considerable progreso. Esto, incluyendo todos las áreas de la existencia humana, social, psicológica, el amor de Dios hasta conseguir contentamiento, y el amar al prójimo sin envidia”.

4. Creía en la dignidad de todos los seres humanos.

En las enseñanzas de Francis Schaeffer era central que el ser humano es hecho a la imagen de Dios. Aun cuando estaba consciente del pecado y la ruina de los seres humanos, él defendía su nobleza, sin importar que fuesen vistos o no como “pequeños” ante los ojos del mundo. Fue muy crítico con la condición operante de B.F. Skinner, dirigiéndonos por el contrario hacía, “De regreso a la libertad y a la dignidad” (escrito en 1972). Se opuso al aborto, la eutanasia y al infanticidio; y en 1983 fue coautor de “¿Qué le ha ocurrido a la raza humana?”, con el Cirujano General C. Everett Koop. Y aún más, él veía las artes creativas como un testimonio de que el ser humano es portador de la imagen de Dios, incluso cuando estos mostraran distorsión y rebelión. En contra del dilema del misticismo o nihilismo, Schaeffer ofreció dignidad humana.

5. Afirmó la doble realidad de que no hay verdad sin amor, pero también que no hay amor sin verdad.

Un principio fundamental sostenido y enfatizado una y otra vez por Francis Schaeffer fue que “una verdad verdadera” era equivalente, y sin embargo, podía ser fría y cruel de ser comunicada sin amor. Una vez dijo: “La iglesia local o un grupo cristiano deben ser correctos, pero también deben ser hermosos”. Habló de la ortodoxia complementada por la ortopraxis. Cualquiera que visite l’Abri descubriría inmediatamente este extraordinario balance.

Schaeffer fue un apasionado de la verdad y se opuso ferozmente al relativismo en todas sus formas. Preguntas honestas merecen respuestas honestas, afirmaba. Pero tanto él personalmente, como la comunidad en general, eran bañados en gracia y amor. Cada persona, sin importar qué tan perdida estuviera, contaba como un objeto del amor de Dios. Tal amor es costoso, y requiere gran sacrificio y riesgo.

6. Pensaba que el mejor método de apologética era el de presuposición.

Aun cuando nunca desarrolló ninguna técnica de apologética —paso por paso— Francis poseía una asombrosa habilidad para percibir la desconexión que había entre lo que un incrédulo profesaba, y sus profundas convicciones o prácticas. Al creer que todo ser humano tenía conocimiento de Dios (Romanos 1:18-21), él entendía que sin importar cuál fuese su opinión acerca de su falta de significado o su ateísmo, sus vidas traicionaban a su consciente más profundo.

Con la presunción de que la revelación de Dios es inevitable, y creyendo que es imposible andar por la vida exitosamente como si Dios no existiese, Schaeffer indagaba hasta que encontraba un lugar donde se manifestara alguna contradicción. Él entonces podía predicar el evangelio a una persona más receptiva.

7. Afirmó lo bueno de la creación.

Una de las principales herramientas de diagnóstico de Schaeffer fue el identificar una división entre lo que llamó la planta baja y la planta alta. El habitar la planta baja era frío, una dura realidad; el mundo de mecanismos, palabras de la historia. Habitando la planta alta estaban lo irracional, la mística, y lo relativo. Tales dicotomías eran características de la filosofía y la cultura. Pero también caracterizaban la teología moderna, tanto la liberal como la neo-ortodoxa. Sin embargo, en la forma de ver de Schaeffer, estos explotaron el significado de la planta baja, la buena creación de Dios.

En una famosa conversación con Karl Barth, en 1950, al parecer Schaeffer le preguntó al gran teólogo si él creía que Dios había creado el mundo. Barth respondió que lo hizo en el primer siglo d.C. Schaeffer señaló hacia afuera y le preguntó si eso incluía “este mundo”, el bosque y la colina. A lo que Barth respondió, “Este mundo no importa”. El encasillar la creación en la encarnación de Cristo y luego menospreciar el mundo actual representaba todo lo que Schaeffer estaba en contra.

8. Le gustaba rastrear el ascenso y la caída de la civilización occidental.

Francis Schaeffer creía que se podía trazar una línea, desde la antigua Roma, a través de la Edad Media, después la Reforma, la Ilustración, hasta el presente, que fue una de ascenso y caída. Al igual que Gibbon, él creía que el fiasco que se desplegaba ante nuestros ojos fue el resultado de un proceso acumulativo mediante el cual la planta alta y la baja se desconectaban cada vez más. El descenso se observó con mayor claridad en los siglos XIX y XX, donde se cruzó la “línea de la desesperación”, pasando de la necesidad de la racionalidad a la posibilidad de lo irracional. El libro (y la película) “¿Cómo, pues, debemos vivir?” ilustra esta historiografía usando la música, el arte, la filosofía, el cine y la teología. El resultado final es el lavado de cerebro y que se traten a las personas como máquinas.

9. Aplicó el mensaje cristiano a todo en la vida, incluyendo las artes, la contaminación, el racismo, la riqueza, y la destrucción de la vida.

Francis Schaeffer aplicó el mensaje cristiano a muchas áreas de la vida. La lista es extensa. Son particularmente notables sus puntos de vista proféticos sobre la ecología, donde criticó tanto a los “pesimistas” quienes culparon a Génesis 1 por la contaminación, como a los “optimistas”, quienes estaban seguros de que la tecnología de los Estados Unidos podían salvarnos (“De la contaminación y la muerte del hombre”, 1970).

También abordó la cuestión del racismo de forma que muchos evangélicos no lo hicieron. Se opuso a que se cosificaran a las personas de raza negra, y apeló por otros para que se trataran a todos como personas portadores de la imagen de Dios. Schaeffer se opuso constantemente a lo que él vio como los valores gemelos de “la paz y la riqueza personal”, pidiendo en su lugar, la participación con desprendimiento en los males sociales. Y, como ya he mencionado, fue un heraldo en cuanto a la dignidad de la vida humana; no solo oponiéndose al aborto y a prácticas similares, sino a cualquier cosa que redujera al hombre a una máquina.

10. Amó profundamente a su esposa, Edith.

Dejando lo mejor para el final, la mayoría de nosotros afirmaríamos el hecho de que Francis Schaeffer hubiera podido hacer muy poco sin su fiel esposa, Edith Schaeffer Sevilla (1914-2013). Nacida en China, Edith conoció a Francis en Filadelfia, y le animó a asistir al seminario y luego a entrar al ministerio. Comenzando con el trabajo de niños, juntos, los Schaeffers se encontraron en Suiza, donde abrieron su hogar a miles de personas que vagaban por las montañas con sus preguntas, problemas y necesidades.

Eventualmente, ellos tuvieron cuatro hijos propios, que criaron en uno de los entornos más desafiantes. Edith, la reina de la hospitalidad, se involucraba con sus invitados tanto como Francis. Las comidas era el lugar principal para conversaciones profundas. El día de oración fue inspirado por el compromiso sin límites de Edith por cultivar la presencia de Dios. Ella, siendo una importante autora, pudo transmitir más que nadie con sus palabras el espíritu de l’Abri.


Publicado originalmente en Crossway. Traducido por Andreina López.
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