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Vivo en Guatemala, donde las estadísticas dicen que entre un 35 y un 40% de la población se considera evangélico. Dado que somos unas 15 millones de personas, pudiera decir que más de 5 millones de feligreses buscan asistir a alguna iglesia protestante cada domingo. Esto ha dado lugar a varias megaiglesias, con miles de asistentes. Pero al igual que la mayoría de América Latina, mi nación necesita regresar al evangelio.

Luego de discutirlo con el equipo de Coalición por el Evangelio y hablar con mi esposa, decidí visitar una de estas megaiglesias. Además de su increíble tamaño, esta iglesia en particular es bien conocida en toda hispanoamérica por su enseñanza: el evangelio de la prosperidad. Quiero contarles un poco de mi experiencia, para luego poder meditar juntos a la luz de la Palabra de Dios.

Sorprendentemente similar, fundamentalmente diferente

Mi esposa y yo entramos al área de la iglesia a través de una entrada de cuatro carriles de circulación vehicular. Inmediatamente recordé mi visita a Disney World a finales del año pasado. Un sistema bien organizado de estacionamiento permitió a muchos que entrábamos encontrar un espacio para estacionar y unirnos a la multitud de personas que ingresaban al edificio.  ¡Era realmente impresionante!

El servicio ya había comenzado y nos asombró el gran escenario, la producción musical y la excelente presentación. Aunque fuimos puntuales para el primer servicio –el reloj todavía no marcaba las ocho de la mañana– ya estaban presentes miles de personas, cantando y batiendo las palmas junto a una docena de músicos que dirigían desde la plataforma. Mientras un ujier nos guiaba hasta nuestros asientos, tratábamos de digerir todo lo que veíamos.  Era increíble ver tantas personas en un solo lugar que parecían cantar a Jesús.

La música continuó durante la siguiente hora. Escuché canciones que he cantado en otras iglesias. Música de Hillsong y de otros artistas contemporáneos, así como otras que han existido en la iglesia latinoamericana por muchos años. Después de la música, uno de los pastores dio una breve bienvenida y también algunos anuncios.

Me volví hacia mi esposa y le dije, “Esto no está mal. No han dicho nada equivocado”. Mi esposa sonrió y respondió, “Bueno, es que realmente no han dicho nada”. Dios la bendiga por su sabiduría.

Ese domingo se celebró la Cena del Señor, y se llevó a cabo de la misma manera en que lo he visto en muchas iglesias pequeñas. El pastor leyó 1 Corintios 11, mencionó la necesidad del arrepentimiento, comió el pan, bebió el vino (jugo en realidad) y oró.

Finalmente, el mismo pastor abrió su Biblia. Lo que pensé que era el comienzo del sermón fue realmente la introducción para la ofrenda.  El pastor fue al libro de Job:

Y el Señor dijo a Satanás: “¿Te has fijado en Mi siervo Job? Porque no hay ninguno como él sobre la tierra; es un hombre intachable (íntegro) y recto, temeroso de Dios y apartado del mal.” Satanás respondió al Señor: “¿Acaso teme Job a Dios de balde? ¿No has hecho Tú una valla alrededor de él, de su casa y de todo lo que tiene, por todos lados? Has bendecido el trabajo de sus manos y sus posesiones han aumentado en la tierra”, Job 1:8-9.

Un pasaje sorprendente y, de primera mano, no fácil de entender. Este pastor interpretó este pasaje de la siguiente manera: Job era un hombre que daba diariamente ofrendas y sacrificios a Dios. El mismo diablo sabe que cuando Job dio y ofrendó, Dios puso una valla a su alrededor para protegerlo tanto a él como a sus pertenencias. Por lo tanto, nosotros debemos dar para que seamos bendecidos y así nuestra bendición pueda ser protegida del diablo.

Después de dar unos minutos para que las personas llenaran sus sobres con efectivo, cheques o con los datos de su tarjeta de crédito, el pastor terminó con una oración declarando que “Dios ha colocado su valla de protección alrededor nuestro y ha prometido prosperarnos”.

Pensé que nunca en mi vida escucharía una peor interpretación de Job. Pero, estaba equivocado.

El pastor principal de la iglesia estaba de vacaciones, así que un predicador de otro país había sido invitado para dar el sermón. Después de varios chistes, comenzó con su historia de Job. Job era el hombre más rico y justo sobre la faz de la tierra. El libro de Job es acerca de cómo Satanás atacó a Job para quitarle sus riquezas, pero al final, Dios revierte esos ataques y los convierte en bendiciones. Satanás detesta que nosotros ofrezcamos sacrificios a Dios porque esos sacrificios aseguran una valla de protección (compuesta por guardaespaldas angelicales) alrededor nuestro. Esa es la razón por la cual Satanás tomó primero los animales: así ya no podría sacrificar animales y tener esa valla.

Ahora bien, Dios le prometió a Job que Él no solamente lo restauraría sino que le daría mucho más de lo que tenía antes. Todo a causa de su continua fidelidad. Entonces, el predicador mencionó Exodo 22:7:

Si alguien da a su vecino dinero o cosas a guardar, y son hurtados de la casa de éste, el ladrón, si es hallado, pagará el doble”.

El predicador pasó a explicar su significado de este versículo: cuando un ladrón es descubierto, este debe devolver a la persona a la cual le robó no solamente lo robado, sino el doble. Satanás estaba robando, y tendría que pagar el doble.

Job estaba equivocado cuando pensó que Dios le estaba haciendo todo esto a él, porque era realmente el diablo quien le estaba robando. Así que Dios descendió y le dijo a Job: “¡No fui yo! ¡Yo no tomé tus cosas! ¡Fue el diablo!”. Dios nunca quita, ¡Él solamente da! Dios no permite que cosas malas te sucedan, Él solo permite lo bueno. Sencillamente hasta que Job comprendió quién era el verdadero ladrón fue que pudo recibir la doble bendición que le correspondía. En efecto, Job 42:8-10 dice:

Y el Señor restauró el bienestar de Job cuando éste oró por sus amigos; y el Señor aumentó al doble todo lo que Job había poseído”.

Este predicador terminó el sermón diciendo que Dios tiene el poder para revertir lo que el diablo nos ha hecho y que cada uno tiene el poder para declarar que el ladrón ha sido descubierto. Al hacerlo así, podemos reclamar nuestra doble bendición. Mientras predicaba, hombres y mujeres –en completo silencio– caminaban hacia el frente y dejaban dinero en efectivo sobre la plataforma.

Cuando el predicador se sentó, el pastor anterior se acercó al pulpito una vez más y comenzó a orar. “Nosotros no solamente declaramos que se nos debe devolver lo que hemos perdido, sino declaramos que Dios nos debe el doble”.  Un momento después de dirigirse a Dios, pasó a hablarle a Satanás. “¡Déjanos en paz! ¡Devuélvenos lo que legítimamente nos pertenece! ¡Eres un sucio ladrón!”. Finalmente el servicio terminó con más música, mientras las multitudes salieron volando con la esperanza de evitar el tránsito.

Por mi parte, mi alma estaba cargada y mi mente saturada. Luego de meditar en esta experiencia, aquí hay cuatro cosas que quisiera compartir.

1. Es fácil hacer que la Biblia diga lo que queramos.

El libro de Job no es una historia acerca de cómo Satanás atacó a Job para quitarle sus riquezas, y que luego Dios revertió esos ataques y los convirtió en bendiciones. Es acerca de un hombre cuya fidelidad a Dios fue probada y cómo, aunque no comprendió las razones de sus pérdidas, mantuvo su fe en la bondad de Dios (Job 13:15). Es acerca de un hombre que amó a Dios aun cuando lo perdió absolutamente todo: sus posesiones, su familia, sus amistades, su salud. Es acerca del sufrimiento (Job 1:13-22), no la prosperidad.

Al fin y al cabo, Job es realmente acerca de Dios. Es acerca de un Dios cuyos pensamientos son más altos que nuestros pensamientos (Is. 55:8-9). Es acerca de un Dios que da y quita de acuerdo a su conocimiento (Job 1:21). Es acerca de un Dios cuyos caminos no podemos comprender enteramente (Job 38). Es acerca de un Dios en quien podemos confiar, incluso cuando perdemos todas las cosas.

La Biblia es la llave para su propia cerradura y debemos dejarla que se interprete a sí misma

Si solo tomamos unos pocos versículos a la vez, fuera de su contexto, fácilmente cambiaremos su mensaje para adaptarlo al nuestro. La Biblia es la llave para su propia cerradura y debemos dejarla que se interprete a sí misma. Leerla. Estudiarla. Orar al aproximarnos a ella. Procurar ser fieles al exponerla y, de hecho, no enseñarla hasta estar seguros delante de Dios de que estamos exponiendo la historia completa.

2. Es facil esconderse en un cristianismo superficial.

Después haber estado por más de una hora en esta iglesia, no había escuchado ninguna falsa enseñanza explícita. De hecho, todo parecía como cualquier otra iglesia, solo que más grande. Los mismos cantos, el mismo lenguaje, y algunas prácticas que tú mismo practicarías en tu iglesia. Sin embargo, como mi esposa me lo había aclarado, luego de una hora en un iglesia evangélica, no solo no había escuchado el evangelio, ¡no había escuchado ninguna enseñanza explícita sobre la fe cristiana! Esto no es más que cristianismo superficial, y enmascara perfectamente la falsa enseñanza.

Un maestro del evangelio de la prosperidad puede predicar el evangelio, pero siempre como un medio para alguna otra cosa, con intenciones engañosas

Un maestro del evangelio de la prosperidad puede predicar el evangelio, pero siempre como un medio para alguna otra cosa, con intenciones engañosas. El engaño es esconder esas intenciones bajo una cultura de los aspectos externos del cristianismo. Usar la misma jerga, vestir los vestidos correctos, ayudar a los pobres, ondear la Biblia. Siempre y cuando esté esa parte, tendrá su audiencia.

Aunque es mucho más evidente en los falsos maestros, de una forma u otra todos somos tentados a lo mismo. En vez de enfocarnos en lo que ocurre en nuestro interior, somos tentados a ponernos la vestimenta de evangélicos: lucir como que todo está bien, usar la jerga (¡En victoria! ¡Gloria a Dios!), actuar como cristianos tanto como sea posible en lo exterior, todo el tiempo escondiendo nuestros pecados y lo que ocurre en nuestro interior (Mt. 23:27). ¡Cuánto necesitamos a Jesús! Si la superficie no se corresponde con lo que ocurre dentro, es hora de correr a Él (1 Jn. 1:9-10).

3. Es fácil enfocarse en las cosas erróneas.

El problema real de esta congregación no era su tamaño, su estilo de música o aun los chistes que el pastor contó. Ninguna de estas cosas son intrinsicamente pecaminosas, y no deberían estar en el centro de nuestra discusión.

Más importante que si la música es ruidosa es que la teología suene más alto. Más importante que si la iglesia es grande es que la vista de Dios sea más grande. Más importante que si las luces del escenario sean brillantes es que la santidad de Cristo brille en quienes estén ahí. Más importante que si cuentan uno o dos chistes, es que seamos serios acerca del evangelio. No debemos alterarnos por las cosas periféricas; debemos alterarnos cuando el evangelio no es predicado.

4. Las personas necesitan a Jesús, no una crítica más.

Un sinnúmero de materiales, recursos, artículos, videos, etc. que tratan el evangelio de la prosperidad se caracterizan más por el rencor que el amor. Lo que quiero decir es que en los intentos honestos por desafiar a los falsos maestros, muchos de nosotros hemos usado fallado en decir la verdad en amor (Ef. 4:15; 2 Ti. 2:24-26). Preferimos burlarnos y ridiculizar a un maestro del evangelio de la prosperidad que mostrarles compasión y enseñarles las verdades del verdadero evangelio a sus seguidores.

No debemos alterarnos por las cosas periféricas; debemos alterarnos cuando el evangelio no es predicado

Mi intención no es que tú compartas este artículo con tu amigo que va a una iglesia del evangelio de la prosperidad para probarle que está equivocado y hacerlo sentir como un tonto. Debemos hacer más que solamente desafiar a estos falsos maestros en sus página de Facebook y enfocarnos en guiar a sus seguidores a Cristo. Sin darnos cuenta, muchos de nosotros oramos la oración del fariseo, “¡Gracias Dios por no hacerme como ellos!” (Lc. 18:9-14), cuando deberíamos estar afligidos por los miles y miles de feligreses que están ciegos al evangelio y apartados del rebaño.

No necesitamos compartir un video o artículo más con otra de las ridiculeces que dicen los falsos maestros; necesitamos compartir el evangelio con las personas que les creen, explicándoles una por una, con paciencia, por qué Jesús es mejor que cualquier promesa de prosperidad terrenal.

Esta es mi oración: que podamos vernos como realmente somos, pecadores necesitados de la gracia de Dios expresada a través del evangelio. Y tomando en cuenta esa realidad, que compartamos apasionadamente ese mismo evangelio con todas las personas, específicamente con aquellas que han sido engañadas a pensar que ya lo conocen.

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