¡Únete a nosotros en la misión de servir a la Iglesia hispana! Haz una donación hoy.

×

Aire acondicionado y 450,000 condones serán algunas de las comodidades con las cuales serán bienvenidos los participantes de los Juegos Olímpicos en Río de Janeiro, Brasil. Así lo informaron recientemente medios como CNN y ESPN.

No es la primera vez que se escucha algo así. Desde principios de los años noventa se han hecho reportes similares. Y al menos desde la celebración del evento en el año 2000 en Sydney, Australia, se ha conocido el número de preservativos adquiridos para distribuirlos entre los atletas.

La verdadera novedad es la cantidad de condones que se repartirán: casi tres veces lo que se ha distribuido en años anteriores. Se especula que el incremento es debido al peligro de contagio del virus Zika, aunque no hay claridad al respecto. Al parecer, estas noticias apuntan más bien a una realidad que quizás en algún momento fue solo un rumor: Una victoria en los juegos olímpicos no es lo único que está en la mente de muchos de los atletas.

A la luz de estas noticias, permíteme compartir tres reflexiones bíblicas y tres motivos de oración. Espero que nos sirvan al irnos preparando para ver los Juegos Olímpicos en los próximos días.

No seamos ingenuos ni idólatras

En primer lugar, estas noticias deben informar nuestro grado de admiración por los deportistas. Es normal y adecuado admirar a los deportistas olímpicos. La razón más obvia es por sus destrezas físicas: han entrenado intensamente, se han destacado en sus disciplinas, y han llegado a competir a nivel internacional. También los admiramos porque nos representan al llevar la insignia de nuestro país. Cuando ellos ganan, nosotros ganamos también, y nos enorgullecemos de sus triunfos.

No obstante, estas noticias deben recordar a los cristianos que nuestra admiración por los deportistas —como por cualquier otra persona— tiene que ser limitada y conforme a la realidad. El único que merece completa y perfecta admiración es Dios Padre, Hijo, y Espíritu Santo (Sal. 115:1; Rom. 11:36; 1 Tim. 1:17). Además, el hecho de que los competidores se destaquen deportivamente no los hace necesariamente destacar moralmente. Las grandes proezas físicas y un gran dominio del cuerpo no implica corazones justos ni vidas de integridad. Demostramos nuestras tendencias idólatras, como también nuestra ingenuidad y necedad, cuando los hacemos nuestros héroes y modelos a imitar.

La humanidad sigue igual desde Génesis 3

En segundo lugar, estas noticias nos confirman que la naturaleza humana sigue caída. La inmoralidad sexual no comenzó con la revolución sexual de los años setenta. La Biblia misma nos da varios ejemplos de pueblos y naciones (entre ellas Israel) en los que las prácticas sexuales que Dios condena eran aceptadas y aplaudidas (Lev. 18:22-30; Deut. 9:4:5; 2 Re. 23:7; Os. 4:8-19; 1 Cor. 6:9-11). Para muchos en nuestros días, el desenfreno y la promiscuidad sexual —aunque no se les califique como tal— son prácticamente una virtud. Que los mismos organizadores de eventos como los Juegos Olímpicos provean los recursos necesarios para practicad inmoralidad en una manera “segura” es triste, y es además una evidencia de que la humanidad sigue siendo la misma desde Génesis 3. Hay cosas que no cambian.

No seamos fariseos

En tercer lugar, estas noticias nos sirven de advertencia a no juzgar como fariseos. Si no fuera por la gracia de Dios, ¿qué harías tú si fueras un deportista olímpico, rodeado(a) de otros deportistas dispuestos a dar rienda suelta a sus pasiones? ¿Aplaudido por todo el mundo a tu alrededor, con hombres y mujeres dispuestos a hacer lo que sea con tal de agradarte? ¿Con el tiempo y los recursos para dar rienda suelta a tu carne y, posiblemente, sin tener que cargar con consecuencias? En vez de sentirnos moralmente superiores (1 Cor. 10:12), ¿por qué no mejor damos gracias a Dios por su obra en nuestra vida y seguimos pidiendo su misericordia?

Oremos por atletas hermanos en Cristo

En cuarto lugar, estas noticias nos deben llevar a orar por nuestros hermanos en Cristo. No conozco ninguno, pero es probable que haya deportistas cristianos participando en los Juegos Olímpicos este año. A pesar de que nuestra cultura farandulera sugiera lo contrario, los deportistas —tal como los artistas— cristianos son personas comunes y corrientes, susceptibles a las mismas tentaciones que todos los demás. Oremos, entonces, por ellos. Oremos para que se concentren en honrar a Dios, tanto al rendir excelentemente en sus disciplinas atléticas, como al mantenerse puros sexualmente y ser ejemplos para los demás (Rom. 13:13). Oremos que lo consideren todo —incluso las oportunidades de participar en el desenfreno— como pérdida por amor a Cristo (Fil. 3:8).

Oremos por los atletas incrédulos

En quinto lugar, estas noticias nos deben llevar a orar por los incrédulos. Sin duda, habrá muchos de ellos entre los atletas asistentes. Muchos de ellos disfrutarán de fama y ovación por sus talentos deportivos. Y quizás muchos de ellos disfruten de entregarse a sus pasiones pecaminosas. Oremos también por ellos. No simplemente para que no participen en la inmoralidad; oremos para que conozcan a Cristo; para que encuentren salvación y satisfacción, tanto para sus cuerpos como para sus almas, en Él; para que glorifiquen a Cristo con sus dones y destrezas, aquí y en la eternidad (Ap. 21:26).

Oremos por la Iglesia en Río

Hace semanas que miles de creyentes en Río de Janeiro han orado y están orando por las próximas Olimpiadas. Sin lugar a dudas, muchas de las iglesias alrededor de esta ciudad van a estar haciendo esfuerzos evangelísticos por alcanzar algunos de los cientos de miles de visitantes que se movilizarán para ser parte de este evento. Este es un momento único para orar por esas iglesias y esos esfuerzos. Orar que el Señor les dé denuedo y valentía por predicar Su Palabra con fidelidad, en gracia y verdad. Orar que el Señor provea de oportunidades preciadas para alcanzar aun a estos mismos atletas. Y orar porque el Señor abra los oídos de los que escuchen.

No cabe duda que en las próximas semanas muchos se entregarán al pecado en el contexto de las Olimpíadas. Por eso, es nuestra oración y reflexión que donde abunde el pecado, sobreabunde la gracia (Rom. 5:20), para gloria de Dios y el bien de las naciones.


Crédito de imagen: Reuters/Ricardo Moraes

Recibe cada día los artículos, podcasts, y vídeos más recientes.
CARGAR MÁS
Cargando