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Después el Señor habló a Moisés y a Aarón: “Este es el estatuto de la ley que el Señor ha ordenado: ‘Dile a los Israelitas que te traigan una novilla alazana sin defecto, que no tenga manchas y sobre la cual nunca se haya puesto yugo”, Números 19:1-2.

A primera vista, este pasaje puede parecer normal. Pero al entender el significado hebreo detrás de sus palabras, podemos llegar a un entendimiento más profundo de lo que Dios está diciendo. En la tradición judía los estatutos no solamente eran decretados, sino grabados. De hecho, la misma palabra se puede usar para comunicar el acto de “grabar” algo. Las leyes eran dadas en la Palabra de Dios, pero Sus estatutos estaban grabados en el corazón del pueblo de Dios. ¡Ellos dejaban una marca indeleble que no podía ser olvidada!

El Nuevo Testamento nos explica la manera por la cual los estatutos de Dios son grabados en el corazón del hombre. 2 Corintios 5:17 dice “De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron, ahora han sido hechas nuevas”. Es el Espíritu Santo quien graba los estatutos de Dios en nuestro corazón.

El Antiguo Testamento también tiene algo que decir al respecto: “Pondré dentro de ustedes Mi espíritu y haré que anden en Mis estatutos, y que cumplan cuidadosamente Mis ordenanzas” (Ez. 36:27). Dios estaba pintando un cuadro preparándonos para reconocer a Su hijo. Él sabía que nuestros sacrificios eran temporales y que nunca podían pagar el precio necesario para la redención. Cuando envió a Su hijo, Él no solamente pudo pagarlo pero lo hizo a través de Su muerte en la cruz. (Ro 5:19).

Jesús mismo nos dijo en Lucas 11:28 que aquellos que obedecen son aquellos que serán bendecidos. Pero no somos bendecidos simplemente porque obedecemos. Somos bendecimos porque para poder obedecer necesitamos tener a Jesús grabado en nuestro corazón, ¡y eso es una bendición! Cuando nuestro corazón está marcado por lo que Jesús hizo por nosotros, seremos capaces de vivir como Él, sacrificándolo todo para los demás (Ro. 12:1). La evidencia de un corazón marcado por Cristo es el amor al prójimo (1 Jn. 4:7). Y las acciones son producido “porque Dios es quien obra en ustedes tanto el querer como el hacer, para Su buena intención” (Fil. 2:13).

Y tu corazón, ¿tiene la marca de Jesús? ¿Estás viviendo en obediencia a Él? ¿Estás luchando para mejorar todos los días? La misma lucha es una señal de un corazón renovado. Sigue adelante porque Jesús ha prometido no solamente bendecirte en la lucha sino estar contigo, impulsándote hacia la obediencia (Jn. 14:21). Nunca olvides que “que el que comenzó en ustedes la buena obra, la perfeccionará hasta el día de Cristo Jesús” (Fil. 1:6).

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