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Trabajando en el hogar en medio del caos

Nota del editor: 

Esta reflexión fue presentada y seleccionada como parte de la cena de Every Square Inch, que se llevó a cabo en La Conferencia de Mujeres de The Gospel Coalition 2014, patrocinado por InterVarsity Press/Crescendo Books.

Mientras me sentaba y me preparaba para escribir esta reflexión, una frase saltó ante mí: “Aparta algo de tiempo libre para estudiar y completar la declaración”. Tengo 29 años y mientras muchos de mis amigos están terminando la escuela de posgrado o de tener su primer hijo, mi hijo mayor está en la cúspide de su sexto cumpleaños. En cinco años, mi esposo y yo hemos tenido 4 hijos. Vivo una vida hermosa en casa con mis hijos, pero el tiempo libre es algo difícil de conseguir.

Mi área de trabajo

Empezamos nuestro primer año de educación en el hogar este año y nos hemos comprometido a hacer que funcione financieramente para poder quedarme en casa. Mi marido es un trabajador social (lo que quiere decir, por supuesto, que trabaja mucho y es mal pagado), por lo que vivimos en una pequeña casa y nos administramos cuidadosamente.

Nuestra casa es ruidosa y abarrotada y llena de energía, pero es un lugar de increíble bendición. Paso mis días cambiando pañales, lidiando con discusiones entre hermanos, lavando interminables pilas de ropa, acariciando la cabeza de bebés en sus cunas, teniendo en cuenta los cambios curriculares y métodos de enseñanza, jugando juegos de mesa, cocinando, y haciendo (a veces) un sinnúmero de otras cosas.

Mi vida no intencional

Amo la vida que Dios ha escogido para mí. Pensaba que iba a ser una maestra en una escuela pública en los suburbios de la ciudad. Por supuesto, con el tiempo tendría un par de hijos, y encajaría de alguna manera en la vida que habíamos labrado para nosotros mismos. Luego me gradué de la universidad con un título en educación…y solo faltaban tres meses de la fecha probable (del nacimiento) de nuestro primer hijo.

Fue un bebé difícil, ese primer niño mío. Solitaria, privado de sueña, y un poco fuera de mi cabeza, tuve la bendición de experimentar la maternidad por primera vez en su mayor dureza. Todos mis amigos se habían graduado de la universidad y se habían mudado a otras ciudades, y yo me quedé a valerme por mí misma en un mundo ocupado principalmente por mujeres muchos años mayores que yo. Sin embargo, en medio de toda esa experiencia el Señor estaba obrando en mi corazón y rodeándome con ejemplos piadosos de cómo vivir una vida de hogar para su gloria.

Tuvimos un segundo hijo y luego un tercero, y me di cuenta de que el Señor me estaba dirigiendo a una vida que era más gratificante y satisfactoria que cualquiera que yo hubiera imaginado para mí. Yo había hecho planes, pero no eran los mejores. El Señor conocía mi corazón. Ser madre de estos chicos ha abierto mi corazón a Él de una manera que solo Él podía saber que era posible. Cada día es un reto para mí. Es una tarea increíblemente difícil estar con ellos todo el día, todos los días. Son egoístas, impulsivos y bulliciosos. Ponen a prueba mi paciencia constantemente. Pero, ¿no es el fuego el que refina?

Nuestras oraciones juntos

El año pasado fue increíblemente difícil. Perdimos a dos abuelos. Nos enfermamos con una afección estomacal por dos semanas. Dí a luz a nuestro cuarto hijo, y me extirparon la vesícula biliar dos semanas después. Al mismo tiempo, una infección respiratoria que había afligido a mi marido durante cuatro días seguidos pasó a nuestro hijo de dos semanas de edad, y nos amenazó con regresar al hospital infantil. Me rompí el tobillo. Mi hijo de 2 años de edad se partió el cráneo, lo que originó una investigación por parte de la DCF (Fundación para la defensa del menor, por sus siglas en inglés) que me acusó de descuidar a mis hijos. Mi padre está en el hospital a tres horas de donde vivimos con varias complicadas infecciones resistentes a los antibióticos que han estado amenazando su vida durante el último mes. En medio de todo esto, sigo siendo una madre. No hay tiempo libre de la familia cuando tu familia es tu trabajo.

El Señor nos ha rodeado de un increíble cuerpo de creyentes que viven para servirle. Nos han cuidado y orado por nosotros. Nuestros hijos han visto el cuerpo de Cristo en su mayor expresión. Muchas veces han recibido la provisión de Dios, su bondad y la esperanza que tenemos en él, incluso cuando las cosas son y siguen siendo difíciles.

He sido muy desafiada este año para confiar en Dios. Pero vivir la esperanza del evangelio con y ante estos cuatro pequeños ha sido increíble. He visto sus oraciones ir de vagas y repetitivas a especificas y sinceras porque hemos tenido cosas reales y difíciles por las que orar juntos.


Este artículo fue publicado originalmente el 23 de junio del 2014 para The Gospel Coalition. Traducido por Eddy Garcia. 
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