¡Únete a nosotros en la misión de servir a la Iglesia hispana! Haz una donación hoy.

×

“Yo, Nabucodonosor, estaba tranquilo en mi casa y próspero en mi palacio. Tuve un sueño que me hizo temblar; y estas fantasías, estando en mi cama, y las visiones de mi mente me aterraron”. Daniel 4:4-5

Es inevitable, es parte de la vida, es inclusive una evidencia de Su gracia. Hablo de ese momento cuando menos nos lo esperamos, cuando quizá por fin hemos logrado cierta estabilidad o éxito, cuando hemos encontrado en las circunstancias a nuestro alrededor un sentido de seguridad, de felicidad, de valor y propósito.

Es cuando de repente se nos ocurre, muchas veces en medio de la noche, que este “paraíso” es demasiado vulnerable. Este frágil equilibrio se ve amenazado por lo que pudiera estar a la vuelta de la esquina que no anticipábamos y arruinarlo todo. Se nos viene a la cabeza la idea de qué pasaría si tuviéramos una situación inesperada en nuestra salud, que perdiéramos el trabajo, tuviéramos un accidente, falleciera algún ser querido, o cien mil otras posibilidades que lo amenazan. Que prácticamente todo pudiera cambiar de un momento a otro, de la noche a la mañana.

Cuando esto ocurre no hay vuelta atrás, se ha roto el “encanto” y eventualmente la idea de que algo así pueda ocurrir llega inclusive a esclavizarnos, a afectarnos físicamente, a aterrarnos. Y es que en nuestro corazón hemos abrigado esta ilusión. Ha sido nuestro reino y donde todo gira alrededor de nuestros sueños y deseos que creemos nos darán seguridad, felicidad y propósito.

Es entonces que estamos en el mejor momento para una obra profunda de Dios y de restauración en nuestra vida.

Quizá para nosotros esa pesadilla nunca se haga realidad como lo fue para Nabucodonosor quien en su humillación y pérdida de su reino recibió algo mejor, un encuentro con ese Dios personal, bueno, dador y poseedor de todo quien merece nuestra adoración; y quien además está dispuesto a hacer lo necesario para rescatarnos.

Sin embargo, al reconocer esta realidad de nuestra vida y ver al Rey del reyes y Señor de señores quien sí dejó Su trono de gloria para venir a entregarse por nosotros y así asegurar nuestro lugar en ese reino sempiterno, podemos soltar nuestro propio reino y rendirnos a Su obra para por fin encontrar en El el propósito, seguridad y felicidad que nuestra alma anhela.

Piensa en esto y encuentra tu descanso en El.

Recibe cada día los artículos, podcasts, y vídeos más recientes.
CARGAR MÁS
Cargando