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1 Reyes 15 – 17   y   2 Pedro 2 – 3

Elías el Tisbita, que era de los moradores de Galaad, dijo a Acab: Vive el Señor, Dios de Israel, delante de quien estoy, que ciertamente no habrá rocío ni lluvia en estos años, sino por la palabra de mi boca.

(1 Reyes 17:1)

Uno de mis sueños es poder trasladar al papel impreso estos intentos de reflexión; pero cada vez que lo pienso, me pregunto: “¿Quién podrá estar interesado en leer un libro con reflexiones acerca de la Biblia y de Dios?” En nuestro mundo post moderno es difícil poder plantear una opinión bíblica para un término como el de Dios que se ha vuelto tan subjetivo. En las librerías veo verdaderos best sellers de autores orientados hacia lo espiritual que toman el nombre de Dios como un copyright, pero adecuándolo a sus propios pensamientos y al sentimiento general de la gente; o sera, un dios a la pinta humana, como que ahora hay un nuevo Génesis en el que decimos: “y creamos a dios a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza”.

Me encanta la definición de Teología de C.S. Lewis:

La Teología se asemeja a un mapa… Las doctrinas no son Dios: son sólo una especie de mapa.  Pero tal mapa se halla basado en la experiencia de personas que realmente estuvieron en contacto con Dios, experiencias comparadas con las cuales las emociones o sentimientos piadosos que podamos tener de nuestra parte son muy elementales y confusos.  Y en segundo lugar, si se desea avanzar, es necesario utilizar el mapa… En efecto, es por ello que una religión vaga, que se limite a sentir a Dios en la naturaleza y cosas por el estilo es tan atractiva. Es todo sentimiento pero sin logros, como contemplar las olas desde la orilla del mar. Pero no se llega, digamos al puerto de Newfoundland con el mero estudio del mar que se haga en esta forma. Y no se llegará a la vida eterna buscando la presencia de Dios en las flores o en la música. Y tampoco se va a ninguna parte contemplando los mapas sin penetrar en el mar. Ni se estará muy seguro si se penetra en el mar sin un mapa.

En otras palabras, la Teología es algo práctico, especialmente en nuestra época. En el pasado, cuando había menos educación y menos discusión, tal vez era posible arreglárselas con unas cuantas ideas sencillas en cuanto a Dios. Pero en nuestros días ese no es el caso. Todo el mundo lee, todo el mundo oye los debates. Por consiguiente, el que no se le ponga atención a la Teología no quiere decir que no se tenga idea alguna en cuanto a Dios; quiere decir que se tiene un gran número de ideas equivocadas: ideas malas, mutiladas y obsoletas. Porque un gran número de las ideas que en cuanto a Dios se hallan en boga en nuestra época son simplemente las que los verdaderos teólogos estudiaron hace ya siglos y las descartaron. Creer en la religión popular que, por ejemplo, impera en la Inglaterra de nuestros días es un retroceso: es como creer que la tierra es plana.

El ser humano de por sí anda siempre en la búsqueda de un sentido de trascendencia que lo lleve a encontrarle un sentido a su existencia que sea superior a él mismo. Algunos se conforman con abrigar una causa, otros se disipan en la mundanalidad, otros perciben en el arte y sus manifestaciones algo de divino; sin embargo, esta ansia interior por llenar el vacío en la vida, solo puede ser llenado efectivamente por aquel que le da sentido a todo lo creado. Nuestra necesidad de trascendencia invoca la presencia de un ordenador del Universo. No solo una inteligencia impersonal, sino, más bien, un creador personal y voluntario que le de orden y razón a todo lo que se mueve a nuestro alrededor, y aun a nosotros mismos.

Por eso es que el significado y la claridad de nuestro conocimiento de Dios le darán significado a nuestra vida. Y si esta afirmación es correcta, entonces, estamos sumergidos en una gran incertidumbre que debemos disipar. Los ideales, las esperanzas, la necesidad de ser mejores, todo esto desaparece al ser simplemente un subproducto de la casualidad. El hombre se convierte en una maquinaria química a la que se le puede perder el respeto, y su dignidad solo será posible en relación al poder que éste tenga. Es Dios y su voluntad lo que le da significado a todo este universo mudo que se mueve a nuestro alrededor.

Elías es conocido como el primer profeta. Hombre de gran carácter, desconocido y sin antecedentes, pero poderoso en Dios durante un breve, pero apasionado período de la historia de Israel. El reino instaurado por Jeroboam había caído estrepitosamente en paganismo, luchas internas y desintegración social. Después de la muerte de su primer rey, se sucedieron una serie de golpes de estado que trajeron muerte y corrupción. Nada parecía que iba a detener a Israel en su caída en picada hasta su total descomposición. Este es el escenario en que Elías se manifiesta. En su primera aparición pública el lanza un tremendo mensaje de invitación a la reconversión de Israel. Declaró la llegada de una sequía que no se detendría hasta que Israel no cambie de actitud para con Dios. Era un verdadero Kamikaze solitario que iba a conseguir la inmediata animadversión del rey Acab, uno de los más despiadados y corruptos de toda la historia de Israel:

Como si fuera poco el andar en los pecados de Jeroboam, hijo de Nabat, tomó por mujer a Jezabel, hija de Et Baal, rey de los Sidonios, y fue a servir a Baal y lo adoró. Edificó un altar a Baal en la casa de Baal que edificó en Samaria. Acab hizo también una Asera (deidad femenina). Así Acab hizo más para provocar al Señor, Dios de Israel, que todos los reyes de Israel que fueron antes que él” (1 Re. 16:31-33).

Ustedes mismos pueden sacar sus conclusiones acerca del tamaño de los dientes filudos de la boca del lobo en que Elías se estaba metiendo.

¿Qué sabía este hombre de Dios, que el resto había olvidado? ¿Cómo era la teología de Elías que lo hizo provocar a todo el poder israelita de su tiempo? En las palabras de introducción a su mensaje encontraremos la respuesta. Él, en una sola frase, llega a concentrar material teológico de incalculable valor acerca del conocimiento que debemos de tener con respecto al Señor. Él dijo: “Vive el Señor, Dios de Israel, delante de quien estoy” (1 Re. 17:1a). Si nosotros desglosamos esta frase telúrica podremos llegar desde el pensamiento básico de la divinidad hasta el conocimiento del Dios que se dio a conocer de manera personal y con el que podemos establecernos en una comunión integra y vital.

Hagamos un breve desglose de la frase:

DIOS. Este es el término genérico con el que nos referimos al ser superior, creador del universo.  Es el ser sobrenatural todopoderoso al que se atribuye la dirección del mundo. Genera la idea del ideal absoluto, de voluntad universal, de cierto principio racional personal. Para algunos este término es simplemente “algún elevado o amplísimo ideal”. Sin embargo, es tal su naturaleza genérica que no describe más que su totalidad pero no sus particularidades. Es como hablar de hombre, lo que nos permite acercarnos a todos los que reúnan esta característica, pero sin poder establecer contacto específico con ninguno.

EL SEÑOR (JEHOVÁ): Es la trascripción castellana del nombre de Dios dado en la Biblia Hebrea por el tetragramatón YHVH. Al no tener vocales se ha buscado el sonido perdido a esta palabra. Para otras traducciones suena como Yahvé. Lo importante es que este es el nombre de Dios al darse a conocer de manera personal a Moisés. Significa “Yo Soy el que Soy”. Es un ser eternamente presente (Yo Soy) está al principio y al final de todo lo creado, pero a la vez, se relaciona con el hombre y se da a conocer.  Junto con su nombre nos da a conocer su personalidad distintiva y también sus propósitos y su voluntad.

VIVE: No solo es una figura significativa, un norte, una intención, sino que su presencia es palpable y notoria en medio de la humanidad. Se ha dado a conocer y se manifiesta permanentemente entre los hombres de manera voluntaria y soberana. Dios no solo es el Dios de los cristianos es un Dios revelado que se ha dado a conocer y que en su vitalidad decide descubrirse vivo a todos los hombres.

DE ISRAEL: Dios tiene un pueblo y se reconoce como Dios de ellos. Este vínculo los destina a ser portadores de las bendiciones particulares de Dios y receptores inmerecidos de la revelación del Señor. El Señor nos invita a que tengamos un vínculo no solo fraterno pero distante con Él, sino que, más bien, al descubrirse ante nosotros no podemos que rendirle nuestra vida y reconocernos como de su propiedad.

DELANTE DE QUIEN ESTOY: Está claro que Elías disfrutaba de una relación personal con el Señor. Dios no sólo desea ser aceptado como ser viviente todopoderoso sino como ser actuante y protagonista en nuestras propias vidas.  Hacer protagonista de nuestra historia a nuestro Señor es el camino que el verdadero conocimiento de Dios trae consigo.

Podría parecer que ya nadie quiere conocer ni saber nada de Dios. Podría parecer que todos se conforman con saber que existe un Dios que no tiene mucho que ver y menos que decir con respecto a nuestra vida y nuestro tiempo. Pero Elías, el más ilustre de los profetas, llegó a Israel para hablarle al más pagano y vacío rey de todos los tiempos; por lo tanto, no importan cuán espiritual o decadente sea nuestra generación, siempre nuestro Dios se tomará su tiempo para darse a conocer  con amor a todas sus criaturas.

Como dije al principio de esta ya larga reflexión, muchos escritores están tomando a Dios como protagonistas de sus bellas historias y nuestra sed espiritual nos hace beber con avidez de sus enseñanzas. Pero cuidado, no todo lo que brilla es oro, y ya el apóstol Pedro advertía: “Pero se levantaron falsos profetas entre el pueblo, así como habrá también falsos maestros entre ustedes, los cuales encubiertamente introducirán herejías destructoras… En su avaricia los explotarán con palabras falsas” (2 Pe. 2:1a,3a). Analiza bien todo lo que te ponen delante con el nombre de Dios.

De ti depende pasar de la una idea general del Dios Supremo a una relación personal con Él. En la medida que nos adentremos en esta búsqueda significativa estaremos descubriendo la presencia de Dios revelado en nosotros, y su presencia desconocida e impalpable se hará real y dinámica en nuestras vidas.

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