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Todos hemos estado ahí. Tal vez hoy es uno de esos días para ti: Un día loco, un día de ajetreo. Por lo menos espiritualmente.

Espero que tengas tu propia rutina y tus “hábitos de gracia”, tu propio lugar y tiempo para buscar una comunión diaria con Dios. Puede ser que ya tengas tu rutina: en cuanto suena la alarma en un día normal, tienes tu esquema y ritmo para levantarte, preparar el desayuno, y alistarte, para prepararte para tu tiempo corto pero substancial de “sumergirte en la Palabra”, y así restaurar tu mente, rellenar tu corazón y recalibrar tu perspectiva antes de enfrentar un nuevo día.

Pero ahí vienen esos días de locura. Y pareciera que vienen con más frecuencia de lo que esperabas. Pudo haber sido esa conversación hasta altas horas de la noche –importantísima, por supuesto– pero que hizo que apagues la alarma más de una vez al día siguiente. O tal vez el visitar a algunos familiares, o el tenerlos de visita en tu casa.

O para los que son padres con hijos pequeños, fue el hijo (o los hijos) que no durmió durante toda la noche, o se levantó demasiado temprano pidiendo desayuno y tu atención. O tal vez en esta etapa de la vida, si somos honestos, cada mañana pareciera que trae su propio afán. El enemigo parece que ahora tiene nuevas estrategias creativas para que en cada día no te enfoques en tener un tiempo a solas con Dios.

Sean cuales sean las circunstancias que destrozan tu rutina, en medio de cada mañana de ajetreo y trajín te planteas la pregunta: ¿Cómo pudiera comprometerme (si es eso posible) en “disciplinas espirituales” —o más bien, esos “momentos de gracia”— meditando en la Biblia y oración cuando la buena, pero a veces inconveniente, soberanía de Dios hace tambalear mi rutina?

1. Recuerda que tus “hábitos de gracia” se enfocan en pasar el tiempo con Dios

Un buen lugar para iniciar es observar con una perspectiva amplia tus rutinas espirituales matutinas. El meditar en la Biblia no es llenar casilleros marcando el cumplimiento de una actividad realizada, sino el tener comunión con el Cristo resucitado a través de Su Palabra. Caminar en su gracia hoy no depende del cumplir en totalidad tu rutina devocional, o cualquier tipo de rutina. Lo vital es el hábito regular de tener comunión con Cristo, y no la cantidad de tiempo en un día particular.

Puedes leer todos los pasajes planeados, meditar en ellos y escribirlos como oración en un diario, trabajar en memorizar la Escritura, y aun así con facilidad ser absorbido por el caminar cada día en tus propias fuerzas y no en morir a tus intereses egoístas que te impiden servir para llenar las necesidades de otros. Es más, en los días donde sientes tu personalidad más fuerte, y que has alcanzado lo espiritual, estás más propenso a caminar en tus propias fuerzas, y no en las fuerzas que provee Dios (1 Pedro 4.11).

2. Considera el camino del amor

Es en el amar (a otros) con regularidad donde tenemos comunidad con Dios. Existen buenos efectos horizontales cuando estamos bien establecidos y con fluidez en el área vertical. Tú vas a ser un mejor esposo, padre, amigo, primo, hijo, vecino si tu alma está formada y sostenida por una relación real con Dios en su palabra y oración.

A veces, el mejor acto de amor que podemos hacer es alejarnos de las personas por unos minutos, y alimentar nuestras almas con Dios y sus bondades, y regresar donde nuestros familiares y comunidad reenergizados para poder ver y ayudar en las necesidades de otros. Pero en otras ocasiones, el camino del amor está en sacrificar nuestros deseos de tener tiempo a solas —incluso de cosas tan buenas como meditar en la Palabra y oración— por dar atención a infantes que están enfermos o que se levantaron temprano, o el preparar y servir el desayuno a la familia que está de visita, o el ayudar a un esposo o amigo quien ya tiene una mañana de ajetreo.

3. Desarrolla una rutina matutina que sea adaptable

Toma en cuenta las mañanas ajetreadas, sabiendo que van a venir, y sabiendo que debes estar listo cuando vengan. Esto puede significar que debes desarrollar hábitos que sean flexibles. Trata de crear una rutina que pueda expandirse más de media hora si es que la tienes, o colapsar en solo diez minutos, o incluso menos, cuando el amor lo requiera.

Por ejemplo, considera un modelo sencillo como este: Inicia con la lectura de la Biblia, continúa con una meditación, y termina con una oración. En días donde tengas más tiempo disponible, puedes tener un tiempo más largo de lectura y meditación, e incluír el escribirlo en un diario. Tómate tu tiempo para memorizar pasajes que te enriquecerán y te ayudarán a desarrollar un tiempo de oración, que inicie en adoración y te lleve a confesión, a dar gracias, y a presentar tus súplicas. Pero en una mañana ajetreada, puedes aplicar el modelo de lectura-meditación-oración en unos pocos minutos.

En vez de leer todos los pasajes designados en tu plan de lectura de la Biblia en un año, escoge un Salmo pequeño o un pasaje de algún evangelio o una sección de una epístola. Busca por una manifestación de la bondad de Dios en ese pasaje, y medita en esa bondad para ti en Jesús y trata de imprimir esa verdad en tu corazón. Luego ora esa verdad a la luz del día que tienes frente a ti y las necesidades que tendrás, así como otras peticiones que tengas en tu mente en esa mañana.

Si tu tiempo es demasiado apretado, por lo menos haz una pausa para orar, y busca tener un espíritu de oración y dependencia a lo largo del día. Cristo puede encontrarte ahí. Expresa a Dios cómo tus circunstancias y el llamado a seguir el camino del amor están guiando tu vida en ese día. Tienes que saber que no puedes alcanzar esa ayuda si solo tienes tiempos largos de oración y meditación, sino pídele que sea Él mismo mostrándose fuerte hoy al ser tu fortaleza cuando te sientes espiritualmente débil.

Si te das cuenta, a menudo en aquellos días de mucho ajetreo y trajín es cuando más sentimos dependencia, y nuestro sentido de debilidad es bueno para que Dios nos muestre su fortaleza. “Te basta Mi gracia, pues Mi poder se perfecciona en la debilidad” (2 Corintios 12:9).

4. Busca la provisión de Dios a través de otros

Las manifestaciones de la gracia no son simplemente personales. Son profundamente corporativas. Incluso nuestro tiempo personal de meditación en la Biblia y oración son profundamente formados por la vida en comunidad, y por aquellos que intencionalmente nos enseñan. El estudio bíblico y la oración personal son muy poderosas —y son hábitos de gracia que valen la pena desarrollar a diario— pero así también tenemos un recordatorio de la gracia de Dios a través de nuestros esposos, amigos o hermanos creyentes. No hagas a un lado el poder de la comunidad, que es una manifestación de la gracia de Dios.

Si no tienes un tiempo a solas con Jesús en una mañana de trajín, trata de buscar por un bocado del evangelio al mantener una conversación con alguien que ame a Jesús. Si es un día ajetreado para ambos, tal vez una rápida conversación, resaltando a Cristo en ambos con su bondad, puede producir comida espiritual para los dos que de otra forma no lo hubieran logrado.

5. Evalúa lo que podrías aprender para la próxima vez

Cuando la mañana de ajetreo y todo el trajín de ese día hayan pasado, busca aprender cómo mejorar anticipando y previendo esas situaciones en el futuro. Si te quedaste hasta tarde la noche anterior mirando televisión o una película, la lección que debes aprender es muy simple: planea con anticipación un mejor tiempo para hacerlo.

Los días locos de ajetreo y trajín vendrán. Y hay etapas de la vida, como un bebé recién nacido, donde nada está por sentado, y es una etapa de trajín. Pero con un poquito de intencionalidad, y con un plan modesto en marcha, puedes aprender a enfrentar esos días, e incluso caminar con gran dependencia en Dios, conociendo bien que llevar a cabo a la perfección cada mañana los hábitos de gracia no son las que te aseguran Su favor y bendiciones hacia ti.

Tú puedes tener comunión con Dios en esos días locos.


Publicado originalmente en Desiring God. Traducido por Fanny Stewart-Castro.
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