¡Únete a nosotros en la misión de servir a la Iglesia hispana! Haz una donación hoy.

×

La semana pasada mi esposa y yo cumplimos 15 años de matrimonio. Para celebrarlo decidí sorprenderla con un viaje a las hermosas playas de la costa de Oaxaca. Después de solo un día de estar allí comenzamos a escuchar reportes de una tormenta tropical que amenazaba con llegar a la costa como un huracán categoría 5. El peor en toda la historia de México. Muchas personas comenzaron a escribirnos mensajes preguntando si estaríamos bien.

Gracias a Dios, la amenaza era varias horas al norte de nosotros, por lo que juntos oramos haciendo acción de gracias porque no estábamos en peligro, y a la vez orando por misericordia por los que sí lo estaban. Gracias a Dios, y para sorpresa de todo el mundo, el huracán no causó daños mayores ni la devastación que se esperaba que causara. Como ya se ha mencionado antes, damos gracias a Dios por detener daños posibles en Su gracia y amor.

Vale la pena preguntarnos, ¿cómo estaríamos reaccionando si hubiera ocurrido la destrucción que se había predicho? En muchos otros lugares en diferentes momentos, Dios no ha respondido de la misma manera: Él ha permitido la pérdida humana, desastre económico y sufrimiento. ¿Podríamos decir todavía que Dios es bueno? ¿Dónde está nuestra esperanza verdadera como cristianos? Empecé a imaginarme la verdadera posibilidad de que mi aniversario de bodas hubiera terminado en una pesadilla de tener que ser evacuados de nuestro hotel, o aun peor, el haber perdido a mi esposa como consecuencia del peor huracán de la historia de mi país.

No lo dudemos: Dios a veces permite la destrucción y la muerte con un propósito. Isaías 45:7 nos dice que “el que forma la luz y crea las tinieblas, el que causa bienestar y crea calamidades, yo soy el Señor, el que hace todo esto”. Dios permite cosas terribles en la naturaleza para, entre otras cosas, recordarnos que existe una real esperanza a través de la fe. Así nos enseña Romanos:

“Pues considero que los sufrimientos de este tiempo presente no son dignos de ser comparados con la gloria que nos ha de ser revelada. Porque el anhelo profundo de la creación es aguardar ansiosamente la revelación de los hijos de Dios. Porque la creación fue sometida a vanidad, no de su propia voluntad, sino por causa de aquel que la sometió, en la esperanza de que la creación misma será también liberada de la esclavitud de la corrupción a la libertad de la gloria de los hijos de Dios. Pues sabemos que la creación entera a una gime y sufre dolores de parto hasta ahora. Y no sólo ella, sino que también nosotros mismos, que tenemos las primicias del Espíritu, aun nosotros mismos gemimos en nuestro interior, aguardando ansiosamente la adopción como hijos, la redención de nuestro cuerpo. Porque en esperanza hemos sido salvos, pero la esperanza que se ve no es esperanza, pues, ¿por qué esperar lo que uno ve? Pero si esperamos lo que no vemos, con paciencia lo aguardamos”, Romanos 8:18-25.

Todo será restaurado algún día. Esa es nuestra real esperanza. Nuestro cuerpo natural y toda la creación verá la perfección. Pero solo los hijos de Dios formarán parte de esta realidad. Cuando veamos la terrible realidad de una creación sometida a vanidad, recordemos que el pecado es grave, Dios es soberano, y nuestro futuro está seguro. Ningún huracán, y ni la misma muerte nos puede separar del amor de Dios que es en Cristo Jesús (Ro. 8:37-39). Esta realidad es inmutable ahora y en el futuro. Nuestra esperanza no está en la presencia o ausencia de un huracán: está en el Dios que controla la tormenta (Mt. 8:27).

Recibe cada día los artículos, podcasts, y vídeos más recientes.
CARGAR MÁS
Cargando