¡Únete a nosotros en la misión de servir a la Iglesia hispana! Haz una donación hoy.

×

Tengo muchas cosas por las que estoy agradecido, pero una de las cosas por las que regularmente estoy agradecido es también muy triste. Agradezco a Dios que llegué a la adultez justo antes de la revolución digital. Lo hago porque sé que me habría arrastrado a un mundo de tentación que no podría haber manejado. Y no estoy seguro qué habría pasado conmigo. Digo que es triste porque sé que la generación de mis hijos, y cada generación en lo adelante, tendrá que lidiar con tentaciones que yo no enfrenté. Cuando pienso en esto, estoy cada vez más sorprendido de cómo familias que profesan a Cristo dan a sus niños smartphones y tabletas con acceso a Internet sin restricciones.

No es que no tenemos los datos para saber lo que sucede cuando las mentes en proceso de formación sexual son expuestas a pornografía. Y no es que no sabemos la fuerza de la tentación, especialmente para jóvenes varones, de la promesa de “llenura” sexual con la ilusión de mantener el anonimato. No es que no sabemos acerca cómo personajes desagradables utilizan el Internet para explotar a niños ingenuos.

Así que ¿por qué poner a su hijo en una situación de tanto peligro?

Dado lo que sabemos acerca de a) El desarrollo sexual de adolescentes y preadolescentes y b) El Internet, es imposible clasificar el acceso sin restricciones al mundo del internet como igual a dejar a su hijo ver televisión o vagar libremente por el barrio. Es más como enviar a su hijo adolescente a un club de striptease por la noche, puesto que confía en que él no va levantar la vista de su Biblia; o permitir que su hija adolescente plante marihuana en su habitación porque le gusta como decoración.

Debemos saber más sabios. Y no me refiero solo a los cristianos.  Nosotros, como seres humanos, deberíamos ser más sabios. No hace falta ser la morada del Espíritu Santo para saber que dejar a un adolescente o preadolescente con completo acceso a Internet sin restricciones es una locura.

Jesús describió la Paternidad de Dios al señalar que nadie, ni siquiera un malvado, le daría a su hijo una serpiente cuando pidió un pez (Mt. 13:45-46). ¿Por qué no? Porque el afecto natural impulsa a un padre a tratar de proteger a su hijo de algo dañino.

Tristemente, sin embargo, vemos una cultura, incluso entre cristianos, que está dispuesto a dar a un niño una serpiente, siempre y cuando sea lo que él realmente quiere. Después de todo, todos sus amigos tienen acceso a los reptiles venenosos, y no queremos que se sienta diferente. Y lo que es más, pensamos que podemos confiar en sus habilidades como encantador de serpientes.

Hermanos y hermanas y amigos, esto es una locura.

No me malinterpreten, creo que la revolución digital es en gran parte una buena cosa. Creo que los niños deben ser criados para ver la tecnología como una herramienta que se utilizará para las prioridades del reino. Pero hay demasiado en juego como para dejar sueltas sus mentes, sin fronteras, con una tecnología que puede mutilarlos psíquicamente y espiritualmente, para esta vida y la que viene. La tecnología es buena. Dejar a nuestros hijos sueltos en el ciber-desierto no lo es.


Publicado originalmente en RussellMoore.com. Traducido por Jairo Namnún.
Recibe cada día los artículos, podcasts, y vídeos más recientes.
CARGAR MÁS
Cargando