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“Oh SEÑOR de los ejércitos, si te dignas mirar la aflicción de tu sierva, te acuerdas de mí y no te olvidas de tu sierva, sino que das un hijo a tu sierva, yo lo dedicaré al SEÑOR por todos los días de su vida y nunca pasará navaja sobre su cabeza”, 1 Samuel 1:11.

Nuestra vida está llena de muchos “si tan solo…”. Ya sea un hijo, esposo, novia, trabajo, casa, papeles migratorios, auto, familia, salud, habilidades, educación y muchos otros. Nos damos cuenta de que por más que nos esforcemos y sacrifiquemos, todavía quedan cosas que “si tan solo…” tuviéramos, creemos que seríamos completamente felices, completos y con propósito.

En esta historia de Ana, vemos a esta mujer deseando con todo su corazón que Dios le conceda un hijo. Ella ha estado experimentando ridiculez y afrenta por parte de Penina, quien no solo tiene un hijo, pero quizá hasta diez (v.8). Sin embargo, Ana tiene también algo especial que muchas veces no notamos, y que no tenía Penina, que es el amor especial de su esposo Elcana, quien inclusive le asegura, “No soy yo mejor que diez hijos”. Muchas veces nos olvidamos, como ella, de lo que tenemos, pensando en lo que nos falta.

Pero mas que un ejemplo y recordatorio para nosotros de pensar en las bendiciones que Dios nos da, o del llamado a orar con la fe de Ana, o de el hacer votos y promesas para que Dios nos responda; veo un par de detalles que nos dejan ver una obra más profunda ocurriendo en ella.

Por un lado, al ir al templo y derramar su corazón ante el Señor,  dice el pasaje que ella se fue “por su camino, y comió, y no estuvo más triste” (v.18). Algo sucedió en su corazón que le quitó esa “amargura de alma” (v.9). Por otro lado, vemos que Dios sí le da un hijo, pero tan pronto como físicamente fue posible, ella lo trajo al templo y lo “ofrece” como ofrenda al Señor sin ningún problema.

Y es que puedo asegurar, que así como Ana, en la presencia del Señor y en la meditación de Su Palabra y obra en nuestro favor, nos damos cuenta del amor incondicional del Esposo (de Cristo por Su esposa, la Iglesia), de que nada en la vida puede llenar el vacío que existe al reconocer que fuimos creados por Él y para Él, y de que solo en Dios encontramos nuestro significado, satisfacción y seguridad.

Cuando esta obra de gracia ocurre en nosotros, entonces, por un lado podemos levantarnos y “no estar más triste”, y por otro lado, podemos “soltar” las cosas que llenaban esos vacíos en nuestra vida, ofreciéndolos en el altar al Señor.

Piensa en esto y encuentra tu descanso en Él.

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