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Para pasar de la torre teológica del seminario a las gastadas trincheras de la plantación de iglesias, tuve que cambiar mucho más que mi ropa. La transición me expuso a la visión quebrada de varios conceptos teológicos, en particular en el campo de la misiología. Como disciplina académica interdisciplinaria, la misiología es robusta. Sin embargo, su expresión practica puede ser un poco irrealista. Después de cinco años en las trincheras de plantación de iglesias en los Estados Unidos, he visto a lo que llamamos “misional” desligarse de la misiología a través de un gran uso equivocado de la contextualización.

¿Qué es la contextualización?

El misiólogo Ed Stetzer subraya el papel de la cultura en comprender lo que significa ser misional. En su primer capítulo de “Plantar Iglesias Misionales”, él escribe: “El mensaje principal de este libro es entender lo que significa ser ‘misional’. Establecer una iglesia misional significa que tú plantas una iglesia que es parte de la cultura que estás tratando de alcanzar” (énfasis añadido) [1]. Las iglesias deben ser una parte de la cultura, no separarse de ella. Stetzer basa este punto de vista en la misión de Dios: “una iglesia o un plantador de iglesias que es misional se centra en la misión de Dios, siendo consciente de lo que Dios está haciendo en la cultura y uniéndose a Él en su trabajo”[2]. Si Dios está trabajando en la cultura, hasta el punto de incorporarse Él mismo en este mundo en la persona de Jesús, entonces debemos estar allí también. Las iglesias misionales deben participar con las culturas donde están. La meta de unirse a Dios en este esfuerzo, por supuesto, es comunicar el evangelio en formas que tengan sentido para nuestros oyentes. Aquí es donde entra la contextualización.

La contextualización es el proceso intencional de comunicar el evangelio histórico y las enseñanzas de Jesús en formas culturales contemporáneas[3]. Esto puede resultar en que las iglesias se reúnan en carpas blancas o arenas de rodeo, para escuchar cómo la gracia rechaza la religión impulsiva entre la gente del campo en las zonas rurales de Texas (también conocidas como iglesias ‘cowboy’). Alternativamente, puede dar lugar a personas que se reúnen en un teatro a escuchar cómo Cristo es único en comparación con otros líderes espirituales entre los urbanitas profesionales en ciudades progresistas como San Francisco, Nueva York, o Austin. El evangelio inmutable tiene que ser comunicado en formas culturales cambiantes a cuestiones culturales cambiantes si hemos de unirnos a Dios en su obra en este mundo.

La contextualización superficial

Sin embargo, la mayor parte de lo que se hace en el nombre de la contextualización no es contextualización en lo absoluto. Dos malos usos de la contextualización entre supuestas iglesias misionales son, en primer lugar, un enfoque superficial de la cultura y, en segundo lugar, la contaminación del evangelio que resulta de este enfoque. En el enfoque superficial, la “contextualización” se dirige a un subconjunto de la cultura americana (por ejemplo, en los suburbios de la clase media blanca). Es sorprendente para mí que tantas iglesias dedicadas a la contextualización se miran idénticas, independientemente de su ubicación o contexto cultural. Además, la comunicación del evangelio entre estas diversas iglesias es a menudo idéntica, utilizando series de sermones, materiales de enseñanza y currículo de discipulado pre-empaquetados con el fin de “contextualizar el evangelio”.

Lo que pasa por contextual no solo es estrecho, sino también suave. Que sea suave, por supuesto, no es un crimen. Pero cuando esa suavidad presenta un evangelio genérico independientemente del contexto cultural, surgirán continuamente formas de la iglesia y expresiones del evangelio las cuales hacen sucumbir la belleza y el poder particular de hacer discípulos en contexto. Terminamos con una nueva iglesia ‘en serie’. Esto tergiversa la eclesiología misional. Como resultado, ‘misional’ se está transformando en una contraseña para la iglesia Occidental, etnocéntrica y suave. Pero el problema es más profundo. La contextualización superficial puede realmente conducir a la contaminación del evangelio.

Un nuevo cristianismo consumidor

Un compromiso superficial con la cultura en realidad tiene sus raíces en el movimiento de igle-crecimiento. El principio de unidad homogénea (PUH) [4], un principio central del movimiento de igle-crecimiento del siglo 20, todavía conforma las metodologías de muchas iglesias misionales del siglo 21 [5]. El PUH defiende esencialmente las estrategias de crecimiento de iglesia a lo largo de las líneas de misión etnocéntrica, dirigiéndose a un único grupo homogéneo que comparte una misma cultura, mismas creencias y mismos intereses. Peter Wagner, un firme defensor del PUH, ofreció la siguiente receta para el evangelismo urbano: “Trate de no permitir que diversos elementos sociales y culturales se mezclen en el nivel congregacional más de lo necesario. Las iglesias deben ser construidas tanto como sea posible dentro de las unidades homogéneas si han de mantener un sentido de comunidad entre los creyentes”[6].

Aunque muchas iglesias norteamericanas y plantadores de iglesias han abandonado este principio, optando por iglesias más diversas y multiétnicas, el temple monocultural del PUH parece haber desgastado la misionología del movimiento de la iglesia misional. He aquí cómo: las iglesias misionales tratan de crecer a través de formas culturales suaves que atraen a los consumidores, no a través de contextualizar el evangelio para hacer discípulos. El motivo principal de la contextualización superficial es el hacer crecer la iglesia, no el comunicar el evangelio. Como resultado, misional puede significar: “Tú puedes hacer crecer tu iglesia consiguiendo un líder de alabanza ‘buena onda’, un lugar vanguardista, un mensaje contra la religión, y un predicador con ropa a la moda”.

Cuando nos preocupamos principalmente por las formas de la iglesia —edificio, música, servicio, diseño de sitios web— pasamos de contextualización superficial al sincretismo, mezclando el cristianismo con otra religión, en este caso el consumismo. El consumismo cristiano da a la gente lo que creemos que quieren, en lugar de llamarlos a lo que necesitan: el arrepentimiento y la fe en Jesucristo como Señor. En vez de descifrar el código misional, muchas iglesias han descifrado un código de consumo, atrayendo a la gente a los servicios culturalmente suaves pero cómodos, mientras de vez en cuando les inyectan con el placebo de la justicia social. Pero si Jesucristo es el Señor, su señorío debe producir expresiones particulares del evangelio: música con sabor local pero con letras de canciones profundas en el evangelio; una comunidad que encarne la gracia en el barrio; una cultura que refleje Su grandeza; y un lenguaje fresco que despierte a los locales a la gracia.

Algunas versiones de misional son simplemente una nueva forma de crecimiento de la iglesia que abastece al cristianismo de los consumidores. Debajo de la contextualización superficial se esconde un impulso consumista que reúne a la gente alrededor de las formas de la iglesia en lugar de Jesucristo como Señor. Este mal uso nos lleva a contaminar tanto la contextualización como el evangelio. Tratamos de hacer que la gente acepte una nueva forma de iglesia en vez de instarles a morir para que puedan vivir para Cristo. Esto es preocupante.

Necesitamos iglesias más preocupadas por la fidelidad al evangelio a través de la verdadera contextualización. Necesitamos predicar, enseñar, entrenar y discipular a la iglesia para comunicar el evangelio histórico de la gracia en formas culturales creativas que despierten a la gente a Jesús, no solo atraerlos a servicios suaves. Espero que podamos recuperar el verdadero evangelio, expresándolo en formas maravillosamente creativas, con el fin de despertar a la gente a la gracia y a la verdad que solo se encuentra en la persona Jesús.

Publicado originalmente para The Gospel Coalition. Traducido por Rominna Fernandez.

[1] Ed Stetzer, Plantar Misional Iglesias (Nashville: Broadman y Holman, 2006).

[2] Ibid, 20.

[3] Una definición más amplia y más técnica de contextualización: “el intento de comunicar el mensaje de la persona, las obras, la Palabra, y la voluntad de Dios en una manera que sea fiel a la revelación de Dios, especialmente en lo que planteó en la enseñanza de la Sagrada Escritura, y que sea significativo para los encuestados en sus respectivos contextos culturales y existenciales “. David J. Hesselgrave y Edward Rommen, Contextualización: Significados, Métodos y Modelos (Pasadena: William Carey Library, 2003), 200.

[4] Este término, menos el “principio”, fue acuñado por Donald McGavran, apareciendo por primera vez en el Crecimiento de la Iglesia y de la misión cristiana (Pasadena: William Carey, 1965). Sin embargo, fue colega de McGavran, Peter Wagner, quien cumplió la “unidad homogénea” en un “principio”, concretando la terminología descriptiva anteriormente en eclesiología prescriptivo.

[5] El siguiente material en relación con el HUP se extrae en gran parte Chuck Van Engen, “¿Es la Iglesia para todos? Plantar congregaciones multiétnicas en América del Norte “Diario del vol ASCG. 11, Spr. 2000.

[6] Donald A. McGavran y Win Arn, cómo hacer crecer una Iglesia: Conversaciones sobre Crecimiento de la Iglesia (Glendale: Regal, 1973), 47-48.

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