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Éxodo 11 – 13   y   Lucas 3 – 4

“Y te será como una señal en tu mano, y como un recordatorio en tu frente, para que la ley del SEÑOR esté en tu boca; porque con mano fuerte te sacó el SEÑOR de Egipto”, Éxodo 13:9

Toda ceremonia religiosa se caracteriza por ser fascinante y misteriosa. El idioma, la música y el ambiente propagado en la celebración ritual nos llevan por los terrenos del hieratismo simbólico que fascina al alma humana. Al entrar en lo arcano, el hombre se postra ante la grandeza de lo trascendente aplicando una liturgia que es totalmente ajena a su devenir cotidiano. Desde los pueblos más primitivos hasta las culturas más avanzadas, el protocolo ritual sigue formando parte de las estructuras humanas.

Sería vano negar la importancia y la trascendencia de la ceremonia, especialmente en nuestra vida de fe. Sin embargo, el rito no nació para tener vida propia sino para depender de la historia. Cuando la liturgia decide vivir por sí misma, pierde sentido y utilidad, cayendo en lo enigmático. Me explico: El primer ritual que se estableció de manera oficial dentro del naciente pueblo de Israel era La Pascua. En esta delicada ceremonia se recordaría de manera permanente la liberación y redención del pueblo hebreo de Egipto. Justamente, el ritual refresca la memoria del pueblo acerca de los hechos de Dios a su favor: ” “Y este día os será memorable y lo celebraréis como fiesta al SEÑOR; lo celebraréis por todas vuestras generaciones como ordenanza perpetua” (Éx. 12:14). El ritual se fortalece al ser la celebración de un acto evidente e histórico de Dios en que desplegó su misericordia y su carácter bondadoso en favor de su pueblo: ” Y Moisés dijo al pueblo: Acordaos de este día en que salisteis de Egipto, de la casa de esclavitud, pues el SEÑOR os ha sacado de este lugar con mano poderosa… (Éx. 13:3).

Por eso, en primer lugar, una ceremonia tiene como finalidad la glorificación de Dios; y en segundo lugar, tiene una profunda motivación pedagógica, al transmitir de generación en generación los hechos fundamentales de la historia de la intervención de Dios sobre su pueblo: ” Y sucederá que cuando vuestros hijos os pregunten:”¿Qué significa este rito para vosotros?”, vosotros diréis:“Es un sacrificio de la Pascua al SEÑOR, el cual pasó de largo las casas de los hijos de Israel en Egipto cuando hirió a los egipcios, y libró nuestras casas…” (12.26,27a).

Surge inmediatamente una pregunta decidora: ¿entendemos nuestros rituales? O es que ellos siguen siendo hermosos y gratificantes al espíritu, pero han perdido su función principal, que es refrescar nuestra memoria sobre los hechos históricos de Dios a favor de nuestras vidas.

Por otro lado, la celebración me exige descubrir el “efecto personal” del acto de Dios sobre mi vida como lo señala el texto del encabezado: “… por cuanto con mano fuerte te sacó el SEÑOR de Egipto” (Éx. 13:9b). ¿En qué forma la ceremonia religiosa en la que participas representa parte de tu historia?

Un par de milenios después de los acontecimientos de la Pascua nos encontramos con Juan el Bautista predicando a orillas del Jordán. El mensaje que este hombre traía a sus contemporáneos era justamente reprocharles a los judíos el haber caído en un ritualismo vacío, producto de que las ceremonias se habían convertido en un fin en sí mismas. Ya las vidas de estos hombres no tenían connotación real con la religión, sino que un gran vacío separaba sus cánticos rituales de sus acciones diarias. Juan los reprocha con estas palabras: “Por eso, decía a las multitudes que acudían para que él las bautizara:¡Camada de víboras! ¿Quién os enseñó a huir de la ira que vendrá? Por tanto, dad frutos dignos de arrepentimiento; y no comencéis a deciros a vosotros mismos: “Tenemos a Abraham por padre”, porque os digo que Dios puede levantar hijos a Abraham de estas piedras. Y también el hacha ya está puesta a la raíz de los árboles; por tanto, todo árbol que no da buen fruto es cortado y echado al fuego” (Lc. 3:7-10). La falta de correspondencia entre la realidad y la ceremonia hacen inservible toda expresión ritual. El rito nunca puede cambiar el alma humana: solo la intervención de Jesucristo en medio de nuestra historia puede proveerle cambio y salud a mi vida.

En nuestros tiempos cuando se habla de alguien consecuente con su religión, se está hablando de alguien que es fiel cumplidor de sus rituales: “Es un hombre de ritual diario”, solemos decir. Algunos de los hombres que escucharon a Juan el Bautista se compungieron delante del profeta y le preguntaron: “Entonces, ¿qué haremos?” (Lc. 3:10b). La respuesta no partió en el fortalecimiento del ritual, sino en el cambio personal: ” El que tiene dos túnicas, comparta con el que no tiene; y el que tiene qué comer, haga lo mismo” (Lc. 3:11).

Juan mismo propuso un ritual como símbolo de decisión de purificación personal llamado “bautismo”, pero nunca dejó que tuviera vida por sí mismo, sino que sea la demostración visible y simbólica de la intervención de Dios en la vida real. Basta un par de ejemplos: “Vinieron también unos recaudadores de impuestos para ser bautizados, y le dijeron: Maestro, ¿qué haremos? Entonces él les respondió: No exijáis más de lo que se os ha ordenado. También algunos soldados le preguntaban, diciendo: Y nosotros, ¿qué haremos? Y él les dijo: A nadie extorsionéis, ni a nadie acuséis falsamente, y contentaos con vuestro salario” (Lc. 3:12-14). Como ven, no basta con golpearse el pecho o cantar más fuerte y más veces en la semana. Es necesario aquello. pero con una vida consecuente que explique mi canto y mi gratitud para con Dios.

Jesucristo participó activamente en todos los rituales del pueblo judío, pero buscó con todas sus fuerzas imprimirles sentido de realidad a esas milenarias prácticas. En Nazaret, donde se había criado, participó de un culto sabático. Era la costumbre que alguien tome una porción de la Torah y de algunas palabras. Nuestro Señor, inmediatamente, supo imprimirle realidad y poder a la ceremonia: “y se levantó a leer. Le dieron el libro del profeta Isaías, y abriendo el libro, halló el lugar donde estaba escrito: EL ESPIRITU DEL SEÑOR ESTA SOBRE MI, PORQUE ME HA UNGIDO PARA ANUNCIAR EL EVANGELIO A LOS POBRES. ME HA ENVIADO PARA PROCLAMAR LIBERTAD A LOS CAUTIVOS, Y LA RECUPERACION DE LA VISTA A LOS CIEGOS; PARA PONER EN LIBERTAD A LOS OPRIMIDOS; PARA PROCLAMAR EL AÑO FAVORABLE DEL SEÑOR. Cerrando el libro, lo devolvió al asistente y se sentó; y los ojos de todos en la sinagoga estaban fijos en El. Y comenzó a decirles: Hoy se ha cumplido esta Escritura que habéis oído” (Lc. 4:16c-21).

Las palabras del texto escogido por el Señor no alimentaban el culto sino las almas sedientas de los hombres que llenaban el recinto ceremonial. Y lo más importante, cada una de esas palabras se estaban cumpliendo inmediatamente porque Él estaba presente. Solemos pensar equivocadamente que el ritual nos aproxima a Dios o le hace descender. Nada más equivocado. El rito solo será eficaz si es que Dios está presente… y no sólo en la ceremonia, sino en nuestras propias vidas. El culto por lo tanto debe glorificar a Dios por lo que ha hecho y por lo que sigue haciendo (Dios no cambia) y debe ser pedagógico para que ilumine las almas de los sedientos de Dios.

Por último, debemos cambiar la idea de que Dios solo se hace presente en las ceremonias religiosas. Celebramos la presencia activa y redentora de Dios en cada culto, pero sabemos que no viviríamos si es que el Señor no estuviera con nosotros en nuestra vida diaria. Le cantamos al Señor y escuchamos su palabra como un cuerpo militante el primer día de la semana porque para los cristianos el domingo es el primer día de la semana, no el último. Me pongo a los pies de Dios para pedirle por lo que voy a hacer y no que intervenga en el desastre que ya dejé. Y esta es nuestra confianza: “El SEÑOR iba delante de ellos, de día en una columna de nube para guiarlos por el camino, y de noche en una columna de fuego para alumbrarlos, a fin de que anduvieran de día y de noche. No quitó de delante del pueblo la columna de nube durante el día, ni la columna de fuego durante la noche” (Ex.13:21-22).

¿Estás experimentando a Jesucristo en tu vida diaria? Si no es así, lo primero que debes hacer es tomar la decisión de pedirle que tome el control de tu vida y que ponga en ti un corazón que le busque y le respete. Luego, debes escuchar su voz cada día en su Palabra y congregarte en un lugar en donde el Señor vivo sea glorificado.

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