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Pero al fin de los días, yo, Nabucodonosor, alcé mis ojos al cielo, y recobré mi razón”, Daniel 4:34

A veces pareciera que perdemos la razón. Nuestra apreciación de lo que es, por ejemplo, realmente importante se ve distorsionada. Nuestras propias ideas de lo que creemos necesitamos y la manera de alcanzarlo puede estar basado en el aire y sin un fundamento en la realidad.

Y es que los “espejismos” de este mundo y las pequeñas “glorias” de nuestra sociedad nos distraen e impiden ver con claridad la única gloria duradera e imperecedera, la de nuestro Dios.

Solo una intervención divina como en la este ejemplo de la vida de  Nabucodonosor, Pablo y el hijo pródigo nos hace reaccionar y reconocer este “Matrix” en el que hemos vivido. Como en el caso de este último, podemos encontrarnos cegados desperdiciando nuestros bienes, nuestra vida y nuestros afectos. Nosotros también podemos actuar, como el, como si fuéramos huérfanos. El, por gracia de Dios, de pronto recobró la razón y recordó que tenía un amoroso Padre que veía por sus necesidades.

Lamentablemente esta condición continuará a lo largo de nuestra vida de fe, pues nuestro corazón sigue siendo  engañado creyendo todavía las ofertas de este mundo de valor, seguridad y propósito. Son anhelos de nuestra alma anhelan que solo se ven cumplidos en la obra de justificación y santificación de Dios en el evangelio.

Esas son precisamente las Buenas Noticias para ti y para mí, que Dios mismo hará lo necesario para que vez tras vez podamos recuperar nuestra “razón” al despertarnos a una mayor y más gloriosa realidad, la de las bendiciones y promesas del Dios Altísimo “que vive para siempre. Porque Su dominio es un dominio eterno, Y Su reino permanece de generación en generación.” (4:34)

Piensa en esto y encuentra tu descanso en Él.

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