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“El temor del Señor es el principio de la sabiduría”, Proverbios 1:7.

El rey Salomón fue el hombre más sabio que vivió. Dios le concedió un deseo al hijo de David en 1 Reyes 3 y Salomón se convirtió en el más entendido, justo y recto de todos los hombres. Esto pasó hace mucho, y Salomón no está entre nosotros, pero Dios proveyó para nosotros un medio de preservación de su sabiduría en el libro de Proverbios.

En este libro, el hombre más sabio de la historia nos presenta un personaje muy intrigante y misterioso. Un personaje cuyas palabras son dulces y tenaces, su consejo es confrontador y confortador, sus diálogos son cortos y cortantes. El tema central de Proverbios se vuelve una mujer de carne y hueso; su nombre es Sabiduría. Ella es un personaje ficcional, pero de trascendencia real.

Sabiduría no es tímida, pero sus palabras son bien medidas. Ella es sencilla de entender, pero no es simplista. En Proverbios 8, Salomón dice que la voz de Sabiduría se oye en todo el pueblo, y ella está llamando a todos a que la conozcan y se hagan amigos de ella.

Ella se introduce a nosotros diciendo: “Oh simples, aprendan prudencia; Y ustedes, necios, aprendan sabiduría. Escuchen, porque hablaré cosas excelentes, Y con el abrir de mis labios rectitud”. Ella habla con seguridad, con confianza y su voz nunca tiembla. Ella ama la Prudencia, el Conocimiento y la Discreción, y odia la Arrogancia y la Perversión. Más que una declaración de alianza, esta es una invitación a que les conozcamos también.

“Yo amo a aquellos que me aman, y aquellos que me buscan diligentemente, me encuentran”, y “Quien me encuentra encuentra vida y obtiene favor del Señor”.

Sus declaraciones son drásticas y no dejan lugar a duda. Sabiduría está entrelazada con el conocimiento del Señor. Ella también nos menciona que Dios la creó al principio de Su creación. Ella misma nos dice que fue una de sus primeras obras. Cuando no habían profundidades, ella fue creada.

Una vez experimentamos su favor, su fiel consejo, y su conocimiento, nos damos cuenta que su persona no es más que un regalo muy intencional del Señor. Su invitación a nosotros ha sido orquestada y divinamente inspirada por nuestro Creador para guiarnos a ella. Y lo que es más increíble es que el propósito de Sabiduría es guiarnos a su Creador.

Sabiduría no fue creada como nosotros, sino para nosotros. Ella fue formada e ideada por el Creador para acercarnos más a El. Sabiduría es quien nos guía al regalo divino de conocer y ser conocidos aquel que nos creó.

Ella nos guía a conocer al Señor, y al conocer al Señor ella es quien nos guía.

Podemos ver sus huellas en toda la Escritura. Sus huellas digitales se pueden apreciar desde el liderazgo de Moisés hasta los consejos de Santiago, y desde la astucia de Jacob hasta la elocuencia de Esteban en Hechos.

En Proverbios 8, la sabiduría se encarna en una mujer que invita a todos a ser sus amigos, pero en el resto del libro, la sabiduría toma la forma de proverbios que solo existen para nuestro beneficio y crecimiento. No son promesas, no son dogmas, no son sugerencias, ni predicciones del futuro: son capsulas de la vida diaria que nos ilustran la vida del sabio y la vida del necio; al mismo tiempo nos incitan a imitar al sabio y evitar al necio. Sabio es quien vive en equidad con la instrucción del Señor; necio es quien la ignora y sigue su propio consejo.

Sabiduría quiere ser conocida y amada por todos. Pero la única forma de hacerlo es viviendo de manera práctica sus consejos. No basta con conocerlos o decirlos en voz alta, si nuestra vida diaria no los reflejan. Si tu vida no refleja el temor del Señor en tus decisiones, acciones y palabras, tú necesitas sabiduría, y es a ti a quien ella está invitando. Dios quiere que tú y yo seamos sabios, y por eso nos dejó la sabiduría alrededor de toda Su Palabra.

Miles de años luego, en el Nuevo Testamento, Santiago se une a Salomón y nos dice: “Si a alguno de ustedes le falta sabiduría, que se la pida a Dios, quien da a todos abundantemente y sin reproche, y le será dada” (Stg. 1:5).

Si nuestro temor está en El, si nuestra oración de socorro en la confusión es a Él, y si nuestra lámpara en la oscuridad es Su Palabra, podemos confiar en que él nos hará sabios. Dios es infinitamente sabio, bondadoso y es nuestro Padre; si pedimos sabiduría, ¿por qué no habría de dárnosla?

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