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La gente canta en todos lados.

En sus coches, en la ducha, en coros, en los partidos de fútbol; en los cumpleaños, en las bodas y los funerales; en los conciertos de rock, en musicales y óperas; cuando hay sol, cuando llueve, cuando hay una tormenta; por la mañana, tarde y noche.

Pero cuando la iglesia se reúne el domingo por la mañana (o sábado por la noche, etc.), nuestras voces terrenales se unen a los coros celestiales y el canto es como ningún otro. No puedo contar el número de veces que me he conmovido al unir mi voz al poderoso, inspirador, imponente, fuerte y bello canto de mi congregación.

Pero a veces nuestro sonido no es tan bonito, es vacilante y débil, fuera de tono y de tiempo. ¿Qué debemos hacer entonces?

Hemos respondido a esto tratando de hacer excelente nuestra música, nuestro arte y nuestros medios tecnológicos, pero eso no resuelve automáticamente nuestros problemas. Nuestra música puede sonar mejor pero nuestra adoración puede ser peor.

Mi objetivo en este comentario no es criticar a los estilos de música o formas litúrgicas. Más bien, quiero hacer notar algunas de las diferencias entre las personas que se reúnen para cantar y la iglesia cantando. Quiero recordar quiénes están cantando, por qué están cantando y a Quién le están cantando. En otras palabras, quiero hablar acerca de cantar como iglesia.

Una de las razones principales por las que nuestro cantar sale mal es porque nuestra doctrina de la iglesia —o nuestra eclesiología— están errada. Ha sido minimizada, distorsionada, o simplemente no existe. Nos olvidamos que la iglesia le pertenece a Jesús, no a nosotros. En la primera carta a los Corintios, Pablo dice que Dios destruirá a los que destruyen su iglesia (1 Cor. 3:17). Esa es una palabra que nos hace pensar. Parece que algunas iglesias hoy en día están siendo destruidas, poco a poco, a través del liderazgo musical que confunde lo que pasa los domingos por la mañana con otra cosa.

Lo que la Iglesia es y no es

Recientemente, empecé a hacer una lista de las distinciones entre cantar, por ejemplo, en un concierto, y cantar en la iglesia. Esto no es exhaustivo, pero he tratado de incluir algunas de las áreas más comunes de confusión posible. Cada punto resalta lo que la iglesia no es y lo que Dios tenía pensado que fuera.

1. En primer lugar, la reunión dominical no es un grupo de gnósticos que no se ven afectados por el entorno físico y material. Espacios bonitos, comunicación efectiva, expresiones artísticas que no distraigan, sistemas de sonido confiables, talento musical, y otros elementos prácticos pueden hacer nuestras reuniones más impactantes y edificantes. Dios usa medios físicos que se expresan a través de dones espirituales para cumplir sus propósitos en la iglesia (Hch. 6:1-6; 1 Cor. 6:24-26; Rom. 12:6-8). Aunque no los necesita, Él elige usarlos.

2. La reunión dominical no es un grupo de personas que se reúnen una vez a la semana, pero cuyas vidas rara vez se frecuentan en otros momentos. La iglesia es el cuerpo de Cristo y es un templo construido en conjunto, donde habita Dios (Ef. 1:22-23; Ef. 2:19-22; 1 Pe. 2:4-5).

3. La reunión dominical no es un grupo homogéneo de personas que compran en las mismas tiendas, juegan los mismos video juegos, tienen las mismas listas de reproducción de iTunes y usan el mismo estilo de ropa. La iglesia es una entidad sobrenatural, formada por personas de diversos orígenes, culturas, etnias y clases sociales, que han sido unidas entre sí a través de la muerte sustitutiva de Jesús en la cruz por sus pecados (Ef. 2:11-16; 1 Pe. 2:9-10).

4. La reunión dominical no es una compañía de producción que ofrece un evento semanal con una puesta en escena, efectos de iluminación y video. La iglesia es el lugar donde reside el tesoro del evangelio de Cristo brillando a través de vasijas de barro, y donde nuestra confianza radica en la demostración del poder del Espíritu. Ese poder se muestra principalmente a través de la debilidad de nuestra predicación y no por medio de la ostentación de nuestras producciones (2 Cor. 4:7; 1 Cor. 2:3-5).

5. La reunión dominical no es una conferencia teológica que solo pretende llenar la cabeza de la gente con conocimiento, sin lograr dar forma o afectar sus pasiones y deseos. La reunión dominical nos da la oportunidad de gritar de alegría mientras cantamos dando gracias en nuestros corazones a Dios (Sal. 71:23; Col. 3:16), mientras que el Espíritu nos transforma a la imagen de Cristo, de un grado de gloria a otro (2 Cor. 3:18).

6. La reunión dominical no es un concierto donde artistas dotados entretienen a un grupo de espectadores pasivos. La iglesia se reúne para la edificación de los unos a los otros, para motivarnos al amor, a las buenas obras y equiparnos para las diversas obras de ministerio que Dios nos ha asignado (1 Cor. 14:12; Heb. 10:24-25; Ef. 4:11-16). Cada miembro es valioso, incluso los “impresentables”, y cada miembro debería cantar, aunque no necesariamente con un micrófono (1 Cor. 12:14-26; Ef. 5:19).

7. La reunión dominical no se centra principalmente en lo que sentimos, lo que pensamos, o en cómo la estamos pasando. La iglesia es un pueblo único y santo, apartado para el expreso propósito de llamar la atención sobre la grandeza y la bondad de un Dios verdadero que nos ha llevado de la oscuridad a la luz a través de la expiación sustitutiva de Cristo (1 Pe. 2:9-10). Los dos sacramentos que hemos recibido (bautismo y la Cena del Señor) atraen nuestra atención de manera sencilla y poderosa, para honrar a Dios y su obra, no las nuestras (Rom. 6:1-4; 1 Cor. 11:23-26).

8. La reunión dominical no es una plataforma para el ministerio personal o un escalón para una carrera musical. Los líderes de la iglesia y los músicos están destinados a modelar el corazón del apóstol Pablo: “Porque no nos predicamos a nosotros mismos, sino a Jesucristo como Señor, y a nosotros como siervos de ustedes por amor de Jesús” (2 Cor. 4:5).

9. La reunión dominical no es un negocio o franquicia de comida rápida, motivada por principios prácticos para la comercialización y el éxito financiero. La iglesia es el terreno de Dios y Su Templo. El crecimiento normalmente lleva tiempo y Dios se preocupa por los medios que usamos para lograr ese crecimiento (1 Cor. 3: 9-11; 1 Cor. 3:16-17).

10. La reunión dominical no es un lugar para empujar los límites de la creatividad con tal de hacer algo nuevo. Es un lugar en el que los líderes buscan comunicar fielmente el evangelio que ellos han recibido de Dios mismo (1 Cor. 4:1-2; Gál. 1:6-9). Mientras que la creatividad puede ayudarnos a proclamar las verdades de la Palabra de Dios y el evangelio de una manera fresca, el medio no está destinado a eclipsar, distraer o distorsionar el mensaje.

11. La reunión dominical no es una galería de arte, que da más valor a los medios audiovisuales que a la predicación y proclamación de la Palabra. La iglesia se construye, se sostiene y crece por la predicación fiel de la Palabra de Dios y el evangelio (Sal. 19: 7-11; 2 Tim. 4:1-2; Rom. 10:17).

12. La reunión dominical no es una obra de teatro, dirigida por actores cuyas palabras y acciones no se parecen a sus vidas diarias. Al cantar, la Palabra de Cristo debe morar en nosotros abundantemente, motivándonos a decir y hacer todo en el nombre de Cristo para la gloria del Padre (Col. 3: 12-17).

Efesios 3:10 dice que la iglesia da a conocer la multiforme sabiduría de Dios a los principados y potestades en los lugares celestiales. Cuando damos prioridad a los valores y a las prácticas mundanas, o al ejercicio de nuestras propias preferencias, estamos teniendo en mayor estima la relevancia cultural y no estamos revelando la sabiduría de Dios, pero nuestra propia necedad. La forma en que dirigimos nuestros servicios de adoración está integralmente e ineludiblemente ligado a nuestra teología.

Siempre van a existir diferentes perspectivas sobre la forma en que la iglesia debía cantar. Pero al final del día, nuestro canto será más satisfactorio, edificante y exaltará mejor a Cristo, si nuestros pensamientos provienen de las palabras de Aquél que nos dio, en primer lugar, una canción para cantar.


Publicado originalmente en Worship Matters. Traducido por Tania Zenteno.
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