¡Únete a nosotros en la misión de servir a la Iglesia hispana! Haz una donación hoy.

×

En Christianity Today, John Stackhouse Jr. expresa sus pensamientos sobre el volumen de los equipos de adoración en un artículo titulado, “Memo a las bandas de adoración”. Él da cinco razones por las que los equipos de música de la iglesia deberían bajar el volumen:

1. Subir el volumen es solo un truco barato para dar más energía a un cuarto.

2. Cuando tu entonación no es muy buena, subir el volumen solo lo hace más doloroso.

3. Los altavoces en los sistemas de sonido de la mayoría de las iglesias no pueden soportar esa cantidad de energía.

4. Ten en cuenta que podrías estar marginando a las personas mayores.

5. Los músicos —cada uno de ellos, incluyendo los cantantes— son acompañantes a la alabanza de la congregación.

Después de decir que los músicos “se deben ajustar solo lo suficientemente fuerte como para hacer su trabajo de dirigir y apoyar a la congregación”, él termina con esto:

“Ahora, a mi me gusta Palestrina y me gusta el buen rock cristiano. Así que, músicos de la iglesia, si desean tocar una canción que requiera maestría musical avanzada, por favor háganlo. Nosotros vamos a escuchar y a orar y a disfrutar de ella para la gloria de Dios.

Pero cuando nos están dirigiendo en el canto, diríjannos en el canto. Y bájenle al volumen, para que no estemos escuchándoles a ustedes, o, peor aún, simplemente aguantándoles. Yo sé que eso no es lo que ustedes quieren que suceda. Pero yo les digo que eso es lo que está sucediendo”.

Creo que Stackhouse tiene algunos buenos puntos, aunque me gustaría matizar un par. Tocar con el volumen alto no es siempre un “truco barato”, y la mayoría de los sistemas de sonido ahora, sobre todo en iglesias nuevas, pueden manejar volúmenes más fuertes. Más aún, diría que hay momentos para subir el volumen y momentos para bajarlo. He estado en iglesias donde el grupo en el frente es tan silencioso que casi no se puede decir que están “dirigiendo” nada. Ni siquiera se pueden oír, y eso trae sus propios problemas. Otras veces he encontrado que me es imposible escucharme a mí mismo cantando, mucho menos a cualquier otra persona en la multitud.

Se me ocurren un par de veces cuando el volumen de la banda (y de los vocalistas) podría ser elevado.

1. Cuando la congregación está escuchando, no cantando.

2. Cuando estamos enseñando una nueva canción.

3. Cuando la iglesia está cantando a voz alta y con pasión.

4. Cuando la banda está marcando el tempo.

5. Cuando el líder está dando direcciones.

Pero el sonido de los músicos no debería dominar o sobreponerse al de la congregación constantemente. En el Nuevo Testamento, el sonido predominante cuando la iglesia se reúne es el canto de la congregación (Ef. 5:19, Col. 3:16). Ellos constituyen el verdadero grupo de alabanza.

Monitorear el volumen de acuerdo a la situación es algo que tanto el ingeniero de sonido como la banda deben tener en cuenta. La banda debe tocar menos o más, más fuerte o más suave, dependiendo de la situación. También es una buena idea revisar tu volumen escuchando desde el frente, o pedir a alguien de confianza (que no esté trabajando con el sonido) que lo evalúe por ti. Y ten en cuenta que puede estar demasiado suave, así como demasiado alto.

También hemos encontrado que factores como la mala ecualización (lo que puede hacer que una banda suene muy fuerte), el lugar donde alguien se siente en el auditorio, y los gustos de la gente y las ideas preconcebidas pueden jugar un papel en lo que constituye una banda que suena muy “fuerte”. Obviamente, cada una de esas situaciones requiere una respuesta diferente.


Publicado originalmente en Worship Matters. Traducido por Kevin Lara.
Recibe cada día los artículos, podcasts, y vídeos más recientes.
CARGAR MÁS
Cargando