¡Únete a nosotros en la misión de servir a la Iglesia hispana! Haz una donación hoy.

×
Nota del editor: 

Nota del editor: Este escrito se enfoca en los creyentes que tienen pecado en sus vidas. Para la relación entre los falsos maestros y la predicación del evangelio, puede leer esta otra entrada.

La predicación del evangelio es una tarea que el Señor encomendó a su Iglesia como una responsabilidad colectiva e individual. Por eso, cada creyente debe asegurarse de cumplir fielmente con este urgente y glorioso llamado. Ahora bien, ¿qué sucede si un creyente no está viviendo en conformidad a las Escrituras? ¿Debería primero arrepentirse, confesar su pecado y apartarse de sus malos caminos antes de evangelizar? ¿Puede un creyente predicar el mensaje de salvación si está viviendo abiertamente en pecado?

En ocasiones he oído a cristianos confesar, con tristeza, que han dejado de predicar el evangelio a los incrédulos porque sienten que están mal delante de Dios. Dicen, resignados, que no tienen la autoridad moral para evangelizar, porque están en pecado.

Por eso, quiero apuntar hacia algunos factores con respecto a la tarea de evangelizar y así responder a la pregunta planteada en este artículo.

Primero, debemos reconocer que aunque hemos sido justificados, los cristianos todavía seguimos siendo pecadores con la necesidad de la gracia divina. No hay ningún creyente, por más espiritual que sea, que esté completamente limpio de pecado. Todos necesitamos diariamente del perdón de Dios, no solo por los pecados que cometemos sino también por las actitudes pecaminosas y por la maldad de nuestro corazón. Por eso no es un requisito estar completamente limpio de pecado para evangelizar, porque si ese fuera el caso, ningún creyente estaría en condiciones de hacerlo. En este sentido es bueno recordar una célebre frase en latín que Martín Lutero decía en referencia a esta paradójica realidad de los creyentes: “Simul justus et peccator”.  Lo que esta formula de Lutero comunicaba es que el creyente es “al mismo tiempo justo y al mismo tiempo pecador”. Podemos decir que los creyentes somos pecadores redimidos.

Segundo, no debemos olvidar que el evangelio que predicamos es el evangelio de Dios (Romanos 1:1), y en virtud de esto, tiene autoridad por sí mismo. El evangelio es de Dios, no solo porque trata acerca de Dios sino porque le pertenece a Él. Mejor dicho, el mensaje de la obra de Dios en Cristo para salvar al hombre de sus pecados no necesita ni requiere ayuda humana para tener validez. Cuando el mensaje es proclamado debidamente, Dios convierte el corazón de los hombres. Por eso los creyentes solo estamos llamados a anunciar ese Evangelio y el resto se lo dejamos a Dios. El apóstol Pablo decía “porque no me avergüenzo del evangelio, porque es poder de Dios para salvación a todo aquel que cree”, Romanos 1:16.

Tercero, si se da el caso de que un creyente está en un pecado del que no se ha arrepentido y se encuentra con una oportunidad para presentar el evangelio, tal creyente no debe dudar en predicar. Es un mandato bíblico que no está sujeto a nuestro grado de obediencia o santidad. El Señor le dio a sus discípulos un mandato que se extiende a todo creyente: “Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura”, Marcos 16:15.

Cabe recordar que en los días de Pablo, había quienes predicaban el evangelio con la motivación errónea, algunos por envidia y otros por contienda, sin embargo el apóstol le dio mayor importancia al hecho de que Cristo era “anunciado” (Filipenses 1:18). No obstante no se debe tomar a la ligera la realidad del pecado. Quien no ha procurado el arrepentimiento, debe recordar que el mismo evangelio que anunciamos al mundo es el mismo evangelio que los creyentes necesitamos. El evangelio nos ofrece la misma oportunidad de arrepentimiento que se le ofrece a los incrédulos. Debemos procurar anunciar a Cristo cada vez que tenemos la oportunidad de hacerlo, y también debemos arrepentirnos de nuestros pecados diariamente, porque así como el arrepentimiento, la predicación del evangelio es una urgente responsabilidad de la que no debemos rehuir.

Recibe cada día los artículos, podcasts, y vídeos más recientes.
CARGAR MÁS
Cargando