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Mucha gente considera la idea del infierno algo injusto. Creen que es injusto que se inflija un castigo infinito por tomar malas decisiones que son comparativamente menos serias (decisiones como no abrazar el cristianismo). Además, la mayoría de las personas dicen no conocer a nadie (incluyéndose a ellos mismos) que parezca ser lo suficientemente malo como para realmente merecer el infierno. Pero la enseñanza bíblica sobre el infierno responde a estas dos objeciones. En primer lugar, nos dice que la gente solamente recibe en la otra vida lo que más han querido, ya sea tener a Dios como Salvador y Amo, o ser sus propios Salvadores y Amos. En segundo lugar, se nos dice que el infierno es una consecuencia natural. Incluso en este mundo, es evidente que el egocentrismo en lugar del teocentrismo lo hace a uno miserable y ciego. Entre más egocéntricos, ensimismados, autocompasivos y farisáicos sean las personas, se producen más averías relacionales, psicológicas e incluso físicas. También niegan más profundamente la fuente de sus problemas.

‪Por otro lado, un alma que ha decidido centrar su vida en Dios y Su gloria verá un aumento de alegría y la plenitud en su vida. Podemos ver estas dos ‘trayectorias’ incluso en esta vida. Pero si, como enseña la Biblia, nuestras almas seguirán existiendo para siempre, entonces imagínense dónde estas dos clases de almas estarán en mil millones de años. El infierno es así el camino elegido por uno y en el cual continuará para siempre. Algunos quieren alejarse de Dios, y Dios, en su infinita justicia, los envía a donde ya quieren ir.

‪En la parábola de Lucas 16:19, Jesús nos habla de un hombre rico que se va al infierno y se encuentra en tormento y con horrible sed a causa del fuego (Luc. 16:24), pero hay ideas interesantes sobre lo que está pasando en su alma. El hombre pide a Abraham que envíe un mensajero para que vaya y advierta a sus hermanos que aún viven sobre la realidad del infierno. Los comentaristas han señalado que esto no es un gesto de compasión, sino más bien un esfuerzo por quitarse la culpa. Él está diciendo que no tuvo oportunidad, que no tuvo la información adecuada para evitar el infierno. Ese es claramente su punto, pues Abraham le dice con fuerza que las personas en esta vida han sido bien informados a través de las Escrituras. Es intrigante encontrar exactamente lo que uno esperaría: incluso sabiendo que él está en el infierno y sabiendo que Dios le ha enviado allí, se encuentra en profunda negación, enojado con Dios, incapaz de admitir que fue una decisión justa, deseando poder ser menos miserable (v.24), pero de ninguna manera dispuesto a arrepentirse o buscar la presencia de Dios.

‪Creo que una de las razones por las que la Biblia nos habla acerca del infierno es para actuar como advertencia del verdadero peligro y gravedad de aun los pecados más pequeños. Sin embargo, he encontrado que solo enfatizar los símbolos del infierno (fuego y oscuridad) en la predicación, en vez de profundizar en lo que los símbolos señalan (eterna descomposición espiritual) impide que la gente moderna encuentre en el infierno un elemento de disuasión. Hace unos años recordé a un hombre que dijo que hablar de los fuegos del infierno simplemente no le asusta, le parecía demasiado descabellado, incluso tonto. Así que le leí líneas de C.S. Lewis:

“‪El Infierno comienza con un estado de ánimo quejumbroso, siempre quejándose, siempre culpando a otros. . . pero sigues siendo distinto de él. Puedes incluso criticarlo en ti mismo y desear detenerlo, pero puede llegar un día en que ya no puedas. Entonces ya no quedará más tú para que critique el estado de ánimo o incluso para disfrutar de él, sino solo la propia queja, continuando por siempre como una máquina. No es una cuestión de Dios ‘enviándonos al infierno’. En cada uno de nosotros hay algo que crece, que llegará a ser el infierno a menos que sea cortado de raíz.”

‪Para mi sorpresa, se quedó muy callado y luego dijo: “Ahora eso me asusta hasta la muerte”. Casi de inmediato comenzó a ver que el infierno era a) perfectamente justo, y b) algo que se dio cuenta de que le esperaba si no cambiaba. Si realmente queremos que los escépticos y no creyentes se asusten debidamente por el infierno, no podemos simplemente repetir una y otra vez que “el infierno es un lugar de fuego”. Hay que profundizar en las realidades que representan las imágenes bíblicas. Cuando lo hagamos, vamos a encontrar que incluso las personas seculares podrán verse afectados.

‪Corremos de la presencia de Dios y por lo tanto Dios nos entrega activamente a nuestro deseo (Ro. 1:24, 26). Por lo tanto, el infierno es una prisión en la que las puertas están cerradas primero desde el interior por nosotros y, por lo tanto, cerradas desde el exterior por Dios (Lc. 16:26). Todo indica que las puertas siguen para siempre cerradas desde el interior. Aunque toda rodilla y lengua en el infierno sabe que Jesús es el Señor (Filipenses 2:10-11), nadie puede buscar ni quiere ese señorío sin el Espíritu Santo (1 Co. 12:3). Es por esto que podemos decir que nadie va al infierno que no elija tanto ir como quedarse allí. ¿Qué podría ser más justo que eso?

Vea también “4 razones por las que la doctrina del infierno es importante”.

Publicado originalmente para el blog de Tim Keller. Traducido por Daniel Lobo.
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