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Cosas que ojo no vio, ni oído oyó, Ni han subido en corazón de hombre, Son las que Dios ha preparado para los que le aman.(1 Cor 2:9)

¿Alguna vez te ha preocupado de que podrás aburrirte en el Cielo, que las cosas puedan perder su brillo o sabor, que toda la novedad e intriga de los cielos podrán desaparecer al igual que la mayoría de las cosas en la tierra? Cuando cantas, “Cuando hayamos estado allí diez mil años… No tenemos menos días para cantar sus alabanzas que cuando habíamos empezado”, ¿te has preguntado si debes o no ser alentado por tal declaración?

Claro, la vida eterna suena maravilloso al principio. Pero a menos que tengas una firme conviccion sobre lo que la Biblia tiene que decir acerca de la vida eterna, puedes comenzar a tener tus dudas. La eternidad es realmente mucho tiempo, usted podría pensar. ¿Es esto algo que realmente deseo? Después de diez millones de años, tendré realmente el mismo deseo que una vez tuve de seguir viviendo aquí? En el corazón de estas preguntas existenciales se encuentra una profunda preocupación sobre si existe realmente el gozo eterno.

Si a este punto Jonathan Edwards estuviera vivo y supiera lo que estás pensando, él probablemente pondría su mano sobre tu hombro y disiparía tus preocupaciones.

En su sermón “El Cielo, un mundo de amor,” Edwards —de una manera que es nada menos que impresionante— descomprime brillantemente las realidades asombrosas de nuestro gozo en el Cielo.

Estas son solo tres de estas realidades.

1. Tendrás una mayor capacidad para gozarte.

En el Cielo, tu cuerpo resucitado vendrá equipado con una capacidad inimaginable para gozarte (1 Cor 15:42–44).

La Biblia dice que tendrás un cuerpo resucitado mucho mejor que cualquier cosa que conocieras en la tierra. Pablo, en 1 Corintios 15, dice que su cuerpo va a ser más fuerte, más completo, más espiritual, más glorioso y eterno. Tu deleite, tu conocimiento, tu intelecto, y todas tus emociones serán renovados y restaurados para que puedas disfrutar de Cristo con un cuerpo perfeccionado. Edwards afirma: “[Nuestra alma terrenal que] tenía solo una pequeña chispa del amor divino en ella, en el Cielo será, por así decirlo, una llama brillante y ardiente, como el sol en su máximo brillo, cuando no tiene ninguna sombra en el”.

Hasta ahora, todo bien. Una enorme cantidad de gozo. Pero eso no resuelve el problema de la complacencia. ¿No es todavía posible que el gozo se apague?

2.  Tendrás una capacidad creciente para gozarte.

En el Cielo, tu capacidad para gozarte nunca dejará de crecer.

Nunca. Según Edwards, serás “cautivado con alegrías que están siempre en aumento, y sin embargo, siempre lleno”.

Sam Storms sostiene que su capacidad para el amor, el conocimiento, el entendimiento, y sí, el gozo son “crecientemente expansivos, progresivos e incrementales” (“Incremento Eterno del Gozo”). Nunca se termina. Las implicaciones son asombrosas.

En primer lugar, descarta cualquier idea del Cielo convirtiéndose en algo aburrido, estático o demasiado familiar. ¿Cómo puede ser? Si tu capacidad para disfrutar de Dios y de sus dones siempre están en expansión, tu percepción del Cielo siempre será más completa, más profunda, más enriquecedora. Nunca volverás a ver la misma realidad dos veces sin alguna forma nueva en la que disfrutes de ella. Vas a mirar cada día a través de un nuevo lente, donde puedes ver con mayor claridad, comprender más plenamente, y sentir más profundamente el verdadero gozo, y siempre creciente, siempre lleno gozo por toda la eternidad.

¿Cómo, podrías preguntar, es esto posible? ¿No se le acabarán las cosas por las cuales podemos tener gozo después de diez millones años? Una vez más, Edwards diría: “¡No!”. ¿Por qué no?

3.  Adoras a un Dios infinito.

Debido a que Dios es infinito, puede ser infinitamente disfrutado. A Jesucristo no le preocupa que se le agoten maneras de hacer que tú lo disfrutes con tu capacidad creciente para hacerlo. Su carácter es infinitamente profundo, insondable e inagotable. Imagina la dimension de todo el universo: trillones de estrellas brillantes, más brillantes que el sol; magníficas constelaciones; billones de galaxias que giran, todos magníficos y vastos, coloridos y misteriosos. Sin embargo, son finitos. Por más brillantes que sean, quedan cortos en comparación con la anchura, la longitud, la altura y la profundidad del amor de Cristo. Su amor, gracia, bondad, sabiduría, poder y misericordia se destacan como interminable, universos infinitos en los que todos sus afectos se deleitan.

Si Dios es más glorificado en ti cuando estás más satisfecho en Él, el siempre creciente goce de Dios por toda la eternidad se convertirá simultáneamente en la creciente glorificación de sí mismo. ¡Esto es genial!

Ahora, cuando cantas, “Cuando hemos estado allí diez mil años,” no debes temer o dudar. Tú no vas a ser la misma persona que una vez eras. Después de diez mil años mirarás hacia atrás y dirás “¡Qué poco sabía de Él en aquel entonces. Cuánto he crecido en mi amor por Él. Sin embargo, ¡cuánto más aún todavía tengo que aprender de Su carácter!”. ¡Más arriba y más hacia dentro crecerás!

C. S. Lewis una vez definió el gozo en esta vida como “un deseo insatisfecho, más deseable que qualquier satisfacción”. Creo que tuvo razón. Dios no quiere que tu esperanza esté en esta vida, sino en la vida venidera. Él quiere que anheles su bienvenida a casa, cuando te reúnas con Él cara a cara. Cuando hagas esto, tendrás acceso a un gozo “más deseable que cualquier satisfacción” aquí y ahora. Ora, entonces, por una capacidad creciente de conocer y disfrutar de Él tanto como anhelas la eternidad.


Publicado originalmente para The Gospel Coalition. Traducido por Alicia Ferreira.
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