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Hace aproximadamente 7 meses desactivé mi cuenta de Facebook. Desde que lo hice, muchas personas me han preguntado por qué y quieren saber qué pienso después de haberlo hecho. Recientemente, mi esposo y un par de amigos me animaron a escribir un artículo explicando porqué decidí hacerlo. Ante todo, no estoy tratando de decirle a nadie que necesitan desactivar su cuenta de Facebook, o que Facebook es malo, o que soy una persona mejor que otras porque no tengo una cuenta de Facebook. Esa no es mi meta, ni mi punto, ni mi corazón al escribir este artículo. Estoy solamente compartiendo mi experiencia y cómo ha sido de gran ayuda para mí desde que lo hice.

No hay ninguna razón super-impresionante del porqué he elegido desactivar mi cuenta, pero así como creo que Facebook es una gran herramienta por distintas razones, también quería meditar sobre por qué estaba escogiendo tener una cuenta y si, de hecho, era útil para mí. Así que, aquí va.

Perdía demasiado tiempo

Creo que la mayoría de las personas estarían de acuerdo en que todos podemos pasar demasiado tiempo revisando Facebook. Sin embargo, eso lo podemos hacer con la misma facilidad en Twitter o Instagram o 5 millones de otras aplicaciones o sitios web en nuestro teléfono, tablet o computadora. Sin embargo, para mí Facebook fue la mayor pérdida de tiempo. Por alguna razón, simplemente no me sentaba a revisar y desplazarme por mi Twitter o Instagram de la manera que lo hacía en Facebook. Constantemente usaba mi teléfono en esa actividad de revisar y estar completamente desacoplada a otras cosas que debía haber estado haciendo, no prestaba atención a otras personas en las que sí debía enfocarme. Intenté borrar la aplicación de mi iPhone, pero entonces entraba a través de Internet y revisaba mi Facebook allí. Necesitaba esforzarme mucho más si de verdad quería ver un cambio.

Sin embargo, esa no es la razón principal por la que terminé mi relación con Facebook.

Un asunto del corazón

Lucho con compararme con los demás. ”¡¿Qué?! No conozco a nadie más que luche con eso”, dices en un tono sarcástico. Yo sé que soy una de los millones de personas que tienen esta misma lucha. Es ese orgullo desagradable que está profundamente arraigado en cada uno de nuestros corazones pecaminosos. Se manifiesta de forma diferente en cada uno de nosotros, y puede ser más difícil para unos que para otros, pero inevitablemente se encuentra dentro de todos nosotros. Para mí, Facebook era algo que permití que llegara a ser un fuerte instrumento de lucha en mi vida.

Comparé la manera en que me veo con cada mujer con la que me encontré en Facebook. Comparé mi casa, mis talentos, mis habilidades culinarias, mis habilidades en arte, mi creatividad, mis logros, mis estudios, todo. Me daba cuenta de que a “tal y a tal” le gustan los comentarios de nuestros amigos mutuos, pero a los mismos “tal y tal” no le gustan mis comentarios. ¿Será que están enojados conmigo por algo? ¿Les importaba más ese otro amigo que yo? Me daba cuenta de lo que amigos escribían en los muros de los demás y lo que decían en los comentarios sobre las fotos y me preguntaba, “¿por qué nadie me dice eso a mí?”. Esas y otras preguntas similares llenaron mi mente y se convertían en algo que por momentos me consumía.

No es culpa de Facebook

Ahora, esto no fue culpa de Facebook. Los pensamientos y las respuestas pecaminosas son mías. Era mi responsabilidad el arrepentirme y, en la gracia y favor de Dios, el cambiar. Sin embargo, al igual que con todo tipo de diferentes luchas y modelos pecaminosos de conducta y pensamiento, hay cosas que lo desencadenan y tentaciones que hacen que sea más difícil para nosotros ver cambio. Al igual que cuando tienes un plato de dulces sobre la mesa y tu hijo sigue subiéndose y tomando otro puñado. No es culpa de los dulces. Es la desobediencia pecaminosa del niño hacia la madre y hacia la instrucción del padre. Pero tal vez sería mejor servir y ayudar al niño si la tentación es quitada en este momento, y habría menos exasperación y lucha, tanto para ti y tu niño en esa situación particular.

Eso era Facebook para mí. Ayudó a mis sentimientos de comparación, malos pensamiento, autocompasión y orgullo. Mi interacción en Facebook era un estorbo y se convirtió en un constante campo de batalla para mí. Así que decidí cerrarlo. Completamente. Desactivar mi cuenta, no solo eliminar la aplicación. Yo sabía que tenía que tomar plenamente ese paso para que fuera útil para mí. Y en verdad lo ha sido.

Sinceramente, no lo extraño. Sí extraño ver todas las fotos que la gente publica y la facilidad de comunicarse con las personas, pero la ayuda que ha sido para mí el no enfrentar esa lucha todos los días ha valido la pena. El no poner esa constante distracción y tentación frente a mí ha sido verdaderamente una herramienta muy práctica en mi batalla contra el pecado. Estoy muy agradecida por eso. Estoy agradecida por la herramienta que Facebook fue para realmente darme cuenta de lo lejos que estaba permitiendo tal comparación pecaminosa, el miedo del hombre; y estoy agradecida por cómo me ha servido la desactivación de mi cuenta de Facebook para ayudarme a experimentar algo de libertad de estas luchas que enfrento.

Si tu ojo derecho te hace pecar, arráncalo y tíralo; porque te es mejor que se pierda uno de tus miembros, y no que todo tu cuerpo sea arrojado al infierno. Y si tu mano derecha te hace pecar, córtala y tírala; porque te es mejor que se pierda uno de tus miembros, y no que todo tu cuerpo vaya al infierno”, Mateo 5:29-30.

Amputación radical, ¿verdad? Desactivar mi cuenta de Facebook puede no parecer “radical”, pero para mi corazón y mi mente lo era. Lanzar esa tentación lejos de mí y poner un mayor límite de protección contra las mentiras con las que me estaba alimentando era algo que necesitaba hacer. Era un paso más para que yo pensara en lo que es verdadero y bueno. Era una herramienta. No era la respuesta, la respuesta es solo, únicamente y siempre, la verdad de la Escritura y la esperanza de Cristo. Solo Él cambia mi corazón, no la desactivación de mi Facebook. Es su obra en mí, no es por mi propia cuenta. Él usa tantas personas y tantas cosas para enseñarnos, y en mi vida, Facebook era una de esas cosas. A través de las luchas que tuve que enfrentar cada vez que abría esa aplicación o página web, Él me reveló la realidad del corazón detrás de la lucha —“el pecado detrás del pecado”, como mi pastor diría—. Estoy agradecida de que Él la haya utilizado y estoy agradecida por todo lo que me ha enseñado en ella. La obra del Señor en mi corazón y mi mente es evidente, y le doy toda la gloria a Él por los cambios que he visto.

Hay mucho más que decir acerca de lo que he aprendido, pero esto es el corazón de ello. Para todos nosotros, creo que hay esas cosas en nuestras vidas que nos empujan más lejos de la verdad, y para cada uno la forma en cómo respondemos puede ser diferente de una manera práctica, pero el corazón sigue siendo el mismo: que podamos pensar, mirar, hablar y actuar más como Jesús, vivir con obediencia a Él y glorificarle en cada área de la vida.


Este artículo fue publicado originalmente el 23 de enero 2014 en el blog personal de Jenny Coobs. Traducido por Luz Guillen.
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