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La creciente aceptación pública del pluralismo religioso merece ser confrontada, debido a su efecto en la cultura Occidental y Latinoamericana. Uno de los defensores del pluralismo religioso fue Mirza Tahir Ahmad (1928-2003), un musulmán Ahmadi, que escribió en su libro “La respuesta del Islam a Problemas Contemporáneos” que el tema de la salvación de la humanidad es más importante que cualquier religión en particular:

“Una religión puede declarar que los que buscan ser redimidos de Satanás y alcanzar la salvación deben correr al refugio seguro de esa religión; allí siendo donde se encontrarán la salvación y la liberación eterna del pecado. Pero es algo muy distinto que la misma religión declare también que aquellos que no van a buscar refugio de esta manera estarán condenados eternamente, todos y cada uno”.[1]

En otras palabras, la salvación está disponible para todos los hombres y mujeres en todas las religiones, pero declarar que solamente una fe tiene el único camino a la salvación es inaceptable.

Reflejando nuestra cultura pluralista, Ahmad insiste en la validez de todas las religiones, pero no parece ser muy tolerante a la declaración de exclusividad del cristianismo. Él escribe que los cristianos que creen en la exclusividad de su fe, no importa “que hacen para agradar a Dios, por mucho que aman a su creador y su creación, por mucho que llevan una vida de pureza y piedad, serían sin duda condenados a un fuego eterno”.[2] El cristianismo es representado como otra religión hecha por el hombre en la búsqueda de monopolizar la salvación.

¿Todos los caminos conducen a la cima?

Pero, ¿cómo lo sabe? Esta pretensión de saber que todos los caminos conducen a Dios, que todas las formas proporcionan la redención del pecado y la salvación, requiere una justificación. Es muy parecido a la analogía de la montaña, en el que cada escalador toma un camino diferente para llegar a la cúspide.[3] El budista toma un camino desde el norte que cree que llega a la cima, el hindú toma un camino desde el sur creyendo que también llegará a la cima, el musulmán toma un camino desde el este, y el cristiano desde el oeste.

Desde sus perspectivas individuales, es imposible saber si todos los caminos conducen a la cima. Tal seguridad solo puede venir de alguien que tiene una vista desde lo alto de la montaña, y que puede ver todos los caminos de principio a fin. La única forma en que los escaladores pueden saber si su camino conduce a la cima es si les es revelado por quien está encima de la montaña. Justo ese es el caso de los cristianos; su conocimiento de que la fe en Cristo es el único camino a Dios no se basa en su perspectiva finita, sino más bien en la revelación de Dios —quien está encima de la montaña— a través de su Palabra.

El intento de validar todas las religiones como iguales solicita un inmediato e inevitable conflicto. ¿Cómo podemos saber qué es la verdad? ¿Por cuál ley moral deberíamos vivir? ¿Cuáles principios de la religión se deben utilizar como guía para la construcción de una buena sociedad? ¿Cuál religión tiene la definición correcta de la salvación?

El hombre en el lugar de Dios

El resultado, irónicamente, es que el hombre es deificado y determina por sí mismo el bien y el mal. La nuestra no es la primera sociedad para caer en esta manera de pensar (Gén. 3:5). El hombre se hace su propio dios y el mundo es su arcilla. El pecado, la violación de la ley moral de Dios, queda sin castigo, y la libertad no es la libertad del pecado sino la libertad para pecar.

¿Cómo entonces puede Ahmad determinar quién está condenado eternamente y quién no lo está? El Islam no proporciona la solución. De acuerdo con el Corán, Dios es un juez que manipula la balanza de la justicia, el que aumenta el peso de las buenas acciones sobre las malas (Corán 4:40; 6:160). Esta manera no es diferente comparada a las otras religiones, donde las obras se perciben fundamentalmente como el método para alcanzar la salvación.

Dios en lugar del hombre

Afortunadamente, no vivimos en un mundo de incertidumbre. Hemos recibido la revelación de Dios y la verdad de su evangelio. Tenemos una comprensión clara de lo que la verdad, la justicia, la vida, y la redención son en Cristo. Respondiendo a la declaración de Ahmad, lo que distingue a la fe cristiana de todas las otras religiones es que la salvación no se basa en nuestras buenas obras o méritos, sino en la gracia de Dios. Como encontramos en Tito 3:5, “Él nos salvó, no por las obras de justicia que nosotros hubiéramos hecho, sino conforme a Su misericordia, por medio del lavamiento de la regeneración y la renovación por el Espíritu Santo”.

Al hombre le gustaría orquestar su propia redención, pero encontramos en la Escritura que nuestras buenas obras sin Cristo son trapos sucios (Is. 64:6). Jesús enseñó “Yo soy el camino, la verdad y la vida; nadie viene al Padre sino por Mí” (Jn. 14:6). Dios reveló al hombre la realidad, y nos expone por lo que realmente somos: seres humanos creados a Su imagen, perdidos en el pecado, y con necesidad de un salvador.

El apóstol Juan escribió que “Si confesamos nuestros pecados, Él es fiel y justo para perdonarnos los pecados y para limpiarnos de toda maldad” (1 Jn. 1:9). No podemos negar la exclusividad de la fe cristiana. Y esta fe no es verdad simplemente porque nosotros decimos que lo es, sino porque el único que puede confirmarlo —Dios mismo— ha dicho que lo es.

Pero este evangelio es mucho más que la salvación personal: es una renovación completa en Cristo. El evangelio es la buena noticia que Cristo gobierna en su trono, que Él ha dado libertad a los cautivos (Lc. 4:18), y que Él nos ha liberado del pecado y del poder del mal (Gal 1:4) para que podamos cumplir con alegría la voluntad de Dios. El obispo de Rochester, Michael Nazir-Ali, viniendo de un transfondo musulmán, escribe en su libro “El Cristo Único y Universal:

“Si Cristo es el Señor, Él tiene que ser el Señor de todo… A través de la obra reconciliadora de Cristo en la cruz, no sólo tenemos la posibilidad de ser amigos de Dios, hijos e hijas traído de vuelta a la casa, pero la maldición en el mundo traído por nuestra rebelión también puede ser levantada (Rom. 8:18-25). La nueva vida que surge de la tumba vacía es un anticipo de la transformación que Dios quiere para la totalidad del orden creado”.[4]

Al reflexionar sobre el perdón y la gracia de Dios, encontramos nuestro deleite en Cristo. La salvación, la redención, y renovación solo se puede encontrar en Él, quien es soberano sobre todo. Fuera de Jesús no hay solución a la condición humana.

Publicado originalmente en Ezra Institute.

[1] Mirza Tahir Ahmad, Islam’s Response to Contemporary Issues (Tilford, Surrey: Islam International Publications Ltd., 2007), 20.

[2] Ibid., 20.

[3] Joseph Boot, “Babylon Strikes Back: The Syncretistic Motive of Modern Culture,” Jubilee, Summer 2015, 12.

[4] Michael Nazir-Ali, The Unique and Universal Christ: Jesus in a Plural World (Colorado Springs, CO.: Paternoster, 2008), 60.

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