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Nota del editor: 

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¿Por qué los cristianos se cortan la barba? ¿No sería contradecir el libro de Levítico?

El pasaje al que de seguro se hace referencia en esta pregunta lo encontramos en Levítico 19:27: “No se cortarán los extremos de su cabellera en forma circular, ni se dañarán los bordes de su barba”. Para poder entender por qué podemos cortar nuestra barba, debemos entender primero un poco más sobre la ley.

Los cristianos entendemos la ley como auto-revelación de Dios. Nuestra relación con la ley no es una relación de transacción donde nosotros leemos las instrucciones y las obedecemos, y entonces  Dios nos considera, ama y bendice como reacción a nuestra obediencia.

La ley no es simplemente una lista de cosas a hacer y no hacer, sino más bien una ventana a través de la cual conocemos quién es Dios, contemplamos Su voluntad y nos deleitamos en Su amor, en Su sabiduría y en la hermosura de Su ser. Por eso podemos decir como el salmista “¡Oh cuánto amo yo tu ley!”, Salmo 119:97.

Esta comprensión bíblica esencial ha llevado a cristianos de épocas anteriores a formular y ordenar de manera comprensible las verdades bíblicas acerca de nuestra relación con la ley. A este respecto, la Confesión de Fe de Westminster (de 1649) afirma en su capítulo 19 que encontramos tres tipos de leyes en el Pentateuco: la ley moral, las leyes civiles y las leyes ceremoniales. Estas tres leyes se relacionan armónicamente y todas nos enseñan a amar a Dios y al prójimo, pero son distintas en el cómo nos enseñan a amar.

La ley moral, expresada de manera clara y perpetua en los 10 mandamientos, tiene el propósito de revelarnos el carácter de Dios. Estos mandamientos nos enseñan que hay un solo Dios digno de confianza plena y adoración (1º mandamiento), que es Trascendente y no se puede representar por imaginación humana (2º mandamiento), que es Santo y debe ser honrado de corazón y no hipócritamente (3º mandamiento) y así por delante.

Por lo tanto, los 10 mandamientos son la expresión de un corazón que ama a Dios sobre todas las cosas, que es el resumen de la primera tabla de la ley, y, asimismo, son la expresión de un corazón que ama al prójimo como a sí mismo, que es el resumen de la segunda tabla de la ley. La ley moral, que tiene el propósito de revelar el carácter inmutable de Dios, es inmutable e inabrogable.

Las leyes civiles o judiciales tienen el propósito de ordenar la vida en comunidad para que vivamos según el principio de amar al prójimo como a nosotros mismos. Así, las leyes civiles buscan que haya indemnizaciones y sanciones cuando alguien comete algún acto o descuido que dañe al prójimo. Estas leyes son mutables, se adaptan y se renuevan porque las sociedades se adaptan y se renuevan. Este tipo de leyes nos invita a ser responsables por la vida y el bienestar de quienes son parte de mi barrio, mi ciudad, mi país, etc. Y así, este tipo de leyes nos enseña a amar como Dios ama.

Finalmente, están las leyes ceremoniales, que tienen el propósito de anunciar el evangelio a las personas de la antigüedad pre-cristiana mediante símbolos, ceremonias y señales. Estas leyes predicaban el evangelio, pues invitaban a los hombres a confiar en la provisión soberana de la gracia de Dios para el perdón de pecados y para una relación con Él mediante la fe. El Tabernáculo, el sistema de sacrificios y holocaustos, la manutención de una casta sacerdotal, el altar, el arca del pacto, etc. eran todas leyes ceremoniales que pre-anunciaban a Cristo.

Entre las leyes ceremoniales se encontraban mandatos que le daban un carácter peculiar a Israel como nación distinta entre las demás naciones, invitándolos incluso a no adoptar ciertas costumbres que, aunque no eran pecaminosas en sí mismas, eran practicadas por los demás pueblos como actos de idolatría. Eran maneras de mostrar que los hebreos eran un pueblo distinto y, además, de invitar a otras naciones a conformar parte de este pueblo, adoptando sus costumbres peculiares (Rut 1:16).

Todas estas leyes caducaron con la venida de Cristo. Eran sombras de los acontecimientos históricos del evangelio, así que ahora ya no tienen más utilidad, a no ser como prudencia humana: pero Dios ya no nos exige que guardemos este tipo ceremonial de leyes (Colosenses 2.16-23). Las leyes ceremoniales nos enseñan a amar el evangelio y la gracia que Dios reveló en Cristo, mostrándonos que Dios es fiel a Su pacto. Gran parte de aquello que era solo esperanza en el Antiguo Testamento, hoy ya es realidad en Cristo.

Levítico 19:27 forma parte de esa ley ceremonial, como también el no mezclar fibras en la ropa (Lv. 19:19), no comer sangre (Lv. 19:26) y otras más (cp. Lv. 19:28). Por lo tanto, estas reglas perdieron su fuerza de ley: son costumbres que cada creyente, según su conciencia, hábitos y cultura, adoptará o no, teniendo libertad en el Señor. Y por tal libertad podemos darle gracias a Dios por el evangelio.

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