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“Es por medio de El que hemos recibido la gracia y el apostolado para promover la obediencia a la fe entre todos los Gentiles, por amor a Su nombre”, Romanos 1:5.

Este es un pasaje importante en nuestro entendimiento de la obra de santificación que Dios comenzó en nosotros en el momento en el que recibimos el regalo de la fe. Este regalo es el de reconocer nuestra necesidad del perdón de nuestros pecados, pero también reconocer la provisión de Dios como efectiva y suficiente al descansar por fe en esa obra en nuestro favor.

En este versículo vemos que es por medio de Dios que nos encontramos en esta posición de relación adecuada ante Él. Es Su justicia y no la nuestra, que viene de Dios hacia nosotros, que nos da acceso a Su presencia. Es una obra que Él inició, que nada puede detener, y que ha prometido completar.

Es además, como dice el versículo, por gracia. No es algo que nuestros esfuerzos hayan ganado, que pudiéramos por medio de nuestras acciones o intenciones alcanzar o aun perder. Es algo que Él da de acuerdo al beneplácito de Su voluntad para “alabanza de la gloria de Su gracia”, Efesios 1:6.

Él es quien, como en el caso de Pablo, también nos da el ministerio, nuestro lugar en el reino y donde nuestros dones y habilidades son usados para el beneficio de Su Pueblo y la expansión del evangelio.

El apóstol dice que su llamado y ministerio precisamente vienen de Dios por gracia y para predicar el evangelio a los gentiles, y como parte integral de este mensaje es su llamado a “promover la obediencia a la fe”. Es un llamado a vivir en intencionalidad, esforzándonos en la vida de fe y buscando hacer un mayor impacto con los recursos que Dios ha puesto en nuestras manos.

Sin embargo, es aquí donde muchas veces nos detenemos. Sí, es por gracia. Sí, Él nos llama. Sí, hay que buscar obedecerle. Pero el versículo nos invita a considerar hacerlo “por amor a Su nombre”. Es el considerar el amor de aquel Cordero que entregó Su vida y fue inmolado en nuestro lugar y en nuestro favor.

Este llamado a obedecerle es entonces una respuesta de amor al sabernos amados por el Padre, una carga ligera (Mt. 11:30), y para nada gravosa (1 Jn. 5:3) al estar seguros de que nada nos puede separar del amor de Dios que es en Cristo Jesús, Señor nuestro (Rom. 8:39) …y además ¡también por Su gracia!

Piensa en esto y encuentra tu descanso en Él.

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