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Hay pocas responsabilidades que un líder de adoración debe tomar más en serio que la elección de canciones a cantar en su congregación. En las palabras del teólogo Gordon Fee, “muéstrame las canciones de una iglesia y te voy a mostrar su teología”. Con siglos de canciones antiguas y una biblioteca cada vez mayor de canciones nuevas de las que podemos elegir, ¿cómo se supone que un líder de adoración va a priorizar qué poner en los labios de la congregación?

He encontrado que es útil pensar en tercios. Visualiza cada una de estas terceras partes como una rebanada de un pastel. El tamaño de cada rebanada va a cambiar dependiendo de su propio contexto, cultura, e incluso el servicio y/o lugar en particular. Pero un repertorio sano, con el objetivo de moldear la teología cantada de la congregación de una manera equilibrada, por lo general se basará en estos tres tercios.

Lo antiguo

Cada iglesia debe tener una lista de por lo menos 20-30 himnos antiguos que sus miembros puedan cantar. ¿Por qué? Porque no queremos caer en lo que CS Lewis describe como “prepotencia cronológica”, una trampa que atrapa a demasiados líderes de adoración, haciéndonos pensar que lo más reciente es lo mejor y que lo más antiguo es peor. Tenemos siglos de himnos bien escritos y robustamente bíblicos que estaríamos locos si los ignoráramos. Cántalo como está escrito; cántalo con una banda de rock; cántalo con nuevos coros, o con con órgano y timbales, ¡pero cántalo!

Lo probado

Han transcurrido cerca de 50 años desde el éxito del movimiento de renovación de la adoración, generando de este modo cientos de miles de nuevas canciones. Ha pasado suficiente tiempo para nosotros saber cuáles vale la pena mantener y cuáles no. No sería una buena idea estar “atrapados” en los años 80 o 90, pero sería igualmente una mala idea fingir que nunca existieron. Claro, la mayoría de estos himnos han perdido su olor a carro nuevo ahora mismo, y podría hacer que los prepotentes cronológicos de entre nosotros estemos tentados a subir nuestras narices; pero algunos de ellos merecen, de vez en cuando, un lugar en nuestros repertorios, si no por otra razón que la de simplemente dar honor a aquellas personas en nuestras congregaciones para los que esas canciones son en realidad muy útiles.

Lo moderno

Así que tenemos los himnos antiguos, canciones probadas y ensayadas de décadas anteriores, y las canciones nuevas siendo escritas por la iglesia de hoy. Al centrarse en primer lugar en la fidelidad bíblica de las letras, en segundo lugar en la accesibilidad congregacional de la música, y en tercer lugar sobre la utilidad particular y pastoral en su propio contexto, se puede filtrar una cantidad sustancial de la nueva música. Luego, añades al repertorio de la iglesia canciones nuevas y frescas que ayuden a la congregación, en palabras de John Piper, “a ver y disfrutar de Jesucristo”. Algunas de estas canciones durarán por décadas, y se unen a la parte del pastel que llamo “las probadas”. Quién sabe, tal vez en 100 años van a ser clasificados como “antiguo” por tus nietos. O tal vez desaparecerán en pocos años. Y eso está bien.

El objetivo de todos los líderes de adoración debe ser mantener un repertorio de canciones que sirva a la congregación a la que Dios les ha llamado a servir. En el marco de nuestra congregación, la Iglesia Anglicana Truro en Fairfax, Virginia, eso quiere decir que mantengo estas tres rebanadas más o menos del mismo tamaño entre sí (con la segunda rebanada, “lo reciente”, siendo la más pequeña, y las otras dos rebanadas “lo antiguo” y “lo moderno” siendo más grandes).

Ninguno de nuestros respectivos “pasteles” lucirán exactamente iguales.

Pero, como líderes de adoración, si pensamos con discernimiento, y escogemos canciones sabiamente, entonces espero que las canciones que estemos eligiendo ayuden a nuestras congregaciones a tener una teología cantada que tengan raíces profundas y suficientes para que también puedan extenderse.


Publicado originalmente en Worthly Magnify. Traducido por Alicia Ferreira
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