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Cuando me convertí en pastor principal, tras hacer la transición desde un puesto de asociado en otra iglesia, mi vida y ministerio se convirtieron repentinamente en algo de mucha ocupación; más ocupación de la que nunca hubiese habido antes. Sabía, sin lugar a dudas, lo que estaba llamado a hacer. Sabía lo que tenía que estar haciendo. Sin embargo, una semana tras otra veía como las cosas que se suponía tenía que hacer eran desplazadas fuera de mi agenda porque existían demandas urgentes sobre mi tiempo. Por encima de todo lo demás, la tarea que más acababa siendo desplazada era la oración.

Y creo que no estoy solo en esto. Más que cualquier otro aspecto del llamado, la oración es lo más difícil de mantener. La oración requiere tiempo. Y, normalmente, la oración es más fructífera cuando se hace en un lugar tranquilo, sin distracciones ni interrupciones. Por desgracia, la oración no exige tu atención.

Un pastor sabe que predicará cada seis días, sin importar cuán ocupado llegue a estar. El sermón debe hacerse, y por tanto se aparta el tiempo para ello. Hay personas enfermas en el hospital, y su sufrimiento se asienta en su conciencia, de manera que incluso si está ocupado, al final sacará tiempo para ir.

Los funerales suceden también, y el pastor queda a merced de los planes de la familia y funeraria. La reuniones de pastores y diáconos se planean de antemano, y se convierten en prioridades por defecto en la agenda de un pastor. Además, otras personas dependen de él para estar presente y liderar. Pero nada de esto es cierto con la oración.

La oración puede asentarse en su conciencia, pero no se queja. Se mantiene en la lista de tareas para el día, pero aquellos por los que no se ha orado no se dan cuenta de que han sido olvidados. Mientras otras exigencias roban nuestra atención, la oración es empujada al fondo.

Muchos pastores, incluso yo, siguen semanas y semanas hasta que al final, esa voz suave y necesaria que nos llama a detenernos y orar simplemente se desvanece. Si pasa el tiempo suficiente, la voz de culpa y el deseo desaparecerán. Cuando eso sucede, la oración es desplazada de nuestra vida.

Pastores, sé que su agenda es ocupada. Soy consciente de las grandes demandas sobre su tiempo que luchan en su conciencia. Sin embargo, no olvide orar por su gente esta semana. Ore con su gente. Apártese en un lugar tranquilo y clame a Dios por su gente. Haga esperar a otros asuntos pastorales. Es seguro decir que son menos importantes que la oración.


Publicado originalmente en SBTS. Traducido por Manuel Bento.
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