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2 Samuel 13 – 14   y    Hebreos 5 – 6

Después de esto aconteció que Absalón, hijo de David, tenía una hermana muy hermosa que se llamaba Tamar, de la cual se enamoró Amnón, hijo de David.

(2 Samuel 13:1)

Lo que siento ahora es ABSOLUTAMENTE diferente a todo lo que he sentido antes por alguien”, es la frase característica del reincidente que ha caído nuevamente herido por las delicadas flechas de Cupido. ¡Qué sentimiento tan democrático es el amor! Todos nosotros tenemos nuestras propias HISTORIAS DE AMOR (así con mayúsculas) y todas ellas podrían hacer palidecer a Romeo y Julieta o a Harry y Sally. Las primeras historias están cargadas de romanticismo, pequeños roces de las manos y salidas al cine (siempre rodeados de multitud). Después, un poco más “experimentados” por los “golpes” y las “victorias” con el sexo opuesto, se hacen más directos y menos pacientes. Historias de amor hay muchas. Lamentablemente, las películas, las teleseries y muchas de nuestras fantasías nos dan una versión muy distorsionada del verdadero significado de una relación de amor.

Pongamos un ejemplo semi-moderno de amor verdadero hasta las últimas consecuencias. Bosko y Admira eran dos jóvenes europeos de 25 años. Lamentablemente, les tocó vivir su amor en la Yugoslavia de los 90’s. Él, serbio. Ella, musulmana. Para mediados de 1993 la familia de Bosko ya había abandonado la triste ciudad de Sarajevo, pero él decidió quedarse con su querida Admira. “Él no tenía a nadie, solo a Admira”, dijo su madre. Ellos estaban esperando la oportunidad propicia para poder huir juntos de Sarajevo.  Después de mucha espera llegó el día propicio. Debían cruzar las líneas de batalla a pie con solo dos pequeños maletines y la esperanza de vivir juntos y en paz. Expuestos a francotiradores por ambos lados, ellos pasaron por un descampado…alguien les disparó desde un lugar desconocido. Bosko murió instantáneamente. Admira, mortalmente herida, avanzó hacia él y durante sus segundos finales puso tiernamente su brazo alrededor del cuerpo de su amado. Luego, murió. Con total propiedad dice el Cantar de los Cantares: “Ponme como un sello sobre tu corazón, como un sello sobre tu brazo,porque fuerte como la muerte es el amor…” (Cant. 8:6a).

Pero hay un amor enfermizo, enfebrecido y que en lugar de ser dichoso, es angustiante y doloroso. Amnón se había enamorado de su media hermana y lo que sentía lo enloquecía: “Y Amnón estaba tan atormentado a causa de su hermana Tamar que se enfermó, porque ella era virgen, y le parecía difícil a Amnón hacerle cosa alguna” (2 Sam. 13:2). El problema de este supuesto ‘amor’ es que su mayor preocupación fue poder satisfacer una pasión incontrolable que no lo deja pensar en otra cosa más que eso. Como cualquier joven de todos los tiempos, era evidente que algo secreto lo abrumaba. Su amigo Jonadab le preguntó: “Hijo del rey, ¿por qué estás tan deprimido día tras día? ” (2 Sam. 13:4a). Su pasión atormentadora había dejado al pobre Amnón en los mismos huesos; de tanto suspirar, se había olvidado hasta de comer. Lamentablemente, un amor que lo ha enfermado de esta manera no es sano. Junto con Jonadab urden un plan para que él pueda estar con Tamar, pero no en buena forma, sino de la manera más vil.

Fingiéndose enfermo le pide a su padre que envíe a Tamar para que lo atienda y le dé de comer. David asiente a su ruego y le envía a la joven a su casa. Cuando están solos, él forzó a Tamar con toda la pasión malsana que había acumulado por tanto tiempo. Ella le suplicaba: “No, hermano mío, no abuses de mí, porque tal cosa no se hace en Israel; no cometas esta terrible ofensa (infamia). Pues, ¿adónde iría yo con mi deshonra? Y tú serías como uno de los insensatos de Israel. Ahora pues, te ruego que hables al rey, que él no me negará a ti” (2 Sam. 13:12-13). Pero el amor enfermo no entiende razones porque no ama de verdad. Es egoísmo revestido de interés, es el hambre de la fiera por alcanzar la presa que no tiene nombre y solo significa satisfacción.

¿Cómo saber cuando el amor se enfermó? Cuando no sabe esperar, cuando no sabe escuchar, cuando no nos deja pensar. Así reaccionó Amnón a la suplica de Tamar: “Pero él no quiso escucharla; como era más fuerte que ella, la forzó, y se acostó con ella” (2 Sam. 13:14). Un amor que daña nunca puede ser amor verdadero. Un amor que no respeta no puede ser amor verdadero.

Cuando el amor se enferma se vuelve híper egoísta y sordo, pero en cuanto consigue lo que se había propuesto con maldad, rápidamente se enfría y se desnaturaliza: “Entonces Amnón la aborreció con un odio muy grande; porque el odio con que la aborreció fue mayor que el amor con que la había amado. Y Amnón le dijo: Levántate, vete. Pero ella le respondió: No, porque esta injusticia que me haces, echándome fuera, es mayor que la otra que me has hecho. Pero él no quiso oírla. Llamó, pues, a su criado que le servía y le dijo: Echa a esta mujer fuera de aquí, y cierra la puerta tras ella” (2 Sam. 13:15-17). Triste final para lo que parecía una historia de amor pero que no era otra cosa más que egoísmo con apariencia de pasión. Tamar invoca a una ‘razón’ que nunca existió, ella piensa que Amnón la considera como para no hacerle más mal, pero nada de esto es cierto. El apasionado Amnón nunca la consideró, ni la tomó en cuenta, ni nunca pensó con cordura en cuanto a lo que sentía o quería.

Lo más triste es que el rey no hizo nada al respecto, “Cuando el rey David se enteró de todas estas cosas, se enojó mucho” (2 Sam. 13:21). El enojo acompañado de inacción no sirve de nada. El silencio de David se hacía cómplice de las malas acciones de su hijo. Al igual que ayer, todavía hay muchos padres que no enseñan a sus hijos a amar con propiedad. “Que tenga muchas aventuras”, “lo importante es que la niña no vaya a salir embarazada”, “que disfrute ahora antes de comprometerse formalmente”, y muchas más, son frases que se usan para justificar las ‘gracias ‘ que los hijos jóvenes realizan en el terreno amoroso. Pero lo triste es que si un joven no aprender a dominar sus pasiones, entonces las pasiones lo dominarán a él.

Todos debemos educarnos en el tema del amor así como hemos aprendido a utilizar todo el resto de cosas que al ser humano le han sido cedidas para su uso. Lo frustrante es que no hay escuela de capacitación en amor. Es responsabilidad de los padres formar a sus hijos en un terreno tan importante. Y esto significa no solo enseñarles los misterios del escarceo amoroso, sino también sus dificultades y tentaciones. Debemos enseñarles no solo a amar con todo el corazón, sino también a saber como escapar del amor enfermizo.

Alcanzar la madurez obliga formar a nuestros hijos (y a nosotros mismos) en el ejercicio de la obediencia. No podemos permitirnos la inmadurez en ningún área de nuestra vida. ¿Quiénes alcanzan la madurez? “los cuales por la práctica tienen los sentidos ejercitados para discernir el bien y el mal” (Heb. 5:14b). El amor enfermizo no discierne. Por eso no debemos permitirlo ya que nos impide madurar. No podemos negarle al amor la posibilidad de crecer y madurar porque nuestra felicidad también depende de su desarrollo.

Cuando hablamos de estos temas podemos llegar a pensar equivocadamente que los cristianos despreciamos el amor y la pasión, lo cual no es cierto. Nadie puede escapar de la presencia del amor, y sin él nadie podría vivir.


Crédito de imagen: Lightstock

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