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Nunca estás sin trabajo (Una reflexión bíblica sobre el desempleo)

Actualmente no tengo empleo.

Mi contrato no fue renovado el año pasado, y ahora estoy buscando trabajo.

Este tiempo no ha sido fácil.

Me ha hecho dudar de Dios: ¿Por qué me hizo esto? Me ha hecho preguntarme a mí misma: ¿Quién soy? Me ha llevado a experimentar una montaña rusa de emociones, y a tener miedo del futuro.

Sin embargo, este tiempo también ha sido una oportunidad para reflexionar sobre lo que puedo aprender acerca de Dios, la Biblia y mi situación actual.

He aprendido cuatro lecciones:

1. Puedes estar desempleado, pero nunca sin trabajo.

El trabajo es uno de los primeros regalos de Dios a los seres humanos. Leemos sobre esto en Génesis 2:15: “El Señor Dios tomó al hombre y lo puso en el huerto del Edén para que lo cultivara y lo cuidara”. Aunque que también está sujeto a la maldición de Génesis 3, el proceso de trabajo es el que está maldito, no el trabajo en sí. Eso explica por qué el trabajo es más difícil de lo que debería ser, y a menudo una fuente de frustración, pero el hecho de que el trabajo fue un regalo bueno de Dios significa que hemos sido creados para trabajar.

Una de las características más tristes de la sociedad moderna es la forma en la que el trabajo se vincula al sueldo. Esto significa que mucho trabajo valioso no es reconocido o valorado, tal como la crianza, las tareas domésticas, el cuidado de personas, ayudar en la escuela, o el equipo deportivo local, y también la gozosa obra de orar y alabar a Dios. Aunque no tengo un trabajo remunerado, todavía hay un montón de trabajo importante que estoy haciendo, y que hay por hacer.

2. Dios quiere separar nuestra identidad de nuestro trabajo.

Irónicamente, mi trabajo anterior se basaba en la relación entre la fe y el trabajo. Cuando la gente me preguntaba cuál es la mayor amenaza para los cristianos en el lugar de trabajo siempre respondía: cuando tu identidad se vincula demasiado a tu trabajo. Ahora estoy aprendiendo sobre esa amenaza personalmente. A pesar de mis mejores esfuerzos, había subestimado cuánto había relacionado mi identidad con mi trabajo.

Esta es una experiencia muy común en nuestra sociedad: nota lo que pasa la próxima vez que conozcas a alguien por primera vez. Rápidamente te preguntarán, “¿A qué te dedicas?”. En lugar de responder con una lista de actividades, lo normal es responder “soy… “. Esa es una fuerte declaración de identidad. Soy una profesora. Esa identidad me ayudó a tomar conciencia de mi lugar en el mundo. Sin embargo, Dios quiere que nuestra identidad este arraigada en Cristo. Lee Efesios 1 y observa cuántas veces Pablo refuerza nuestra identidad como “en Cristo”. Esto nos da una tremenda libertad, puesto que ya no estamos sujetos al poder o las amenazas de un empleador.

3. Dios quiere que recibamos nuestra autoestima de su amor por nosotros.

Otra trampa para los cristianos es recibir su sentido de significancia del trabajo. Con orgullo anunciamos nuestro trabajo, e inconscientemente medimos el valor de los demás tanto por la importancia de su trabajo como por cuánto se les paga. Tengo una amiga que está entre roles significativos. Antes fue una ejecutiva de una gran empresa, pero ahora está trabajando en el área de hospitalidad para pagar las cuentas mientras sigue aplicando para otros empleos. Rápidamente se cansó de las miradas de confusión y lástima de sus amigos empresarios cuando les decía que estaba trabajando en el área de hospitalidad. Ahora dice que está trabajando para un amigo para ayudarle a maximizar su éxito en una pequeña empresa.

Nuestro valor debería estar basado en el hecho de que estamos hechos a imagen de Dios, y en que Él nos amó tanto que envió a su hijo Jesús a morir por nosotros. Cuando vivimos basados en ese entendimiento, esto nos protege de los sentimientos de inutilidad tan comunes entre los desempleados.

4. Dios quiere que pongamos nuestra mirada en Él para nuestra seguridad.

Una tercera trampa es que dependemos de nuestro trabajo para sentirnos seguros en este mundo. Dios quiere que dependamos de Él en vez de nuestro trabajo, y que vayamos a Él para todo lo que necesitamos. Hay un sinnúmero de promesas que afirman que Dios proveerá para nuestras necesidades (Salmo 84:11, Mateo 6:32-33, Filipenses 4:19). La tentación es buscar continuamente más seguridad, a pesar de una gráfica historia que Jesús dijo acerca de la necedad de tal enfoque y la fragilidad de la vida (Lucas 12:13-21).

Como Jesús advirtió, nuestra seguridad debe recaer en que seamos “ricos para con Dios”. Yo he encontrado gran consuelo en Proverbios 16:9: que, si bien yo puedo tratar de planificar el camino, es Dios el que “dirige mis pasos”. Sin embargo, a menudo la forma en que hemos sido guiados solo se hace evidente cuando miramos hacia atrás.

Mientras que todo esto es conocimiento intelectual, la realidad es que este es un momento difícil para mí y para mi familia. Es un momento en que la comunidad de la iglesia es particularmente preciosa. Donde soy bienvenida, no por el trabajo que tengo, o por cuánto me pagan, o cuántas personas me admiran, o por el tamaño de mi cuenta bancaria… sino porque confío en Cristo, soy igualmente amada por Dios, y comparto la seguridad de la vida eterna.

La iglesia también es una fuente de trabajo con propósito: el enseñar, la oración, el cuidado de los demás, y ser un miembro útil de la comunidad. Sin embargo, una vez más debemos evitar incluso que nuestro trabajo en la iglesia se convierta en algo con lo que nos identificamos más de lo que nos identificamos en Cristo.

La Biblia y la comunidad de la iglesia tienen mucha esperanza qué ofrecer a los que están sin empleo, y cuando adoptemos una perspectiva bíblica acerca del desempleo, también podremos corregir nuestra propia relación idolatra con el trabajo.


Publicado originalmente en The Gospel Coalition Australia. Traducido por Kevin Lara.
Imagen tomada de Lightstock
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