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Muchos consideran que la lectura es como cualquier otro pasatiempo: pintar, ir al cine, escuchar música, etcétera. Si te gusta hacerlo, qué bueno, pero si no… es que simplemente no es lo tuyo y no tiene nada de malo. Pero no es así. Creo firmemente que todo cristiano debe ser un buen lector. Que toda mujer cristiana debe ser una buena lectora.

¿Por qué? Primero que nada, Dios se nos revela a través de un libro. Pudo haberlo hecho de cualquier otra manera, pero eligió darse a conocer por medio de la palabra escrita. Para el nacido de nuevo, la lectura (de la Biblia, primera y principalmente) debe convertirse inmediatamente en algo fundamental. Por supuesto, esto es mucho más que adquirir mero conocimiento intelectual. Se trata de intimidad; de una relación. Pero no se puede alcanzar esa comunión, la vida eterna de la que Jesús habla en Juan 17:3, si no existe ese ejercicio intelectual previo, donde leemos la Palabra, la meditamos y la comprendemos poco a poco. Bien puede haber conocimiento sin comunión, pero no puede haber comunión sin conocimiento.

Quien que no lee, siempre dependerá de otras personas para conocer a Dios. Podrá escuchar acerca de Él, pero no tendrá la capacidad de comprobar si lo que se dice de Él es cierto.

Mente, corazón y manos

Los cristianos somos llamados a pensar; el primer y más grande mandamiento (Mateo 22:37) incluye adorar a Dios con nuestra mente. En ocasiones, ya que somos en cierta medida más sensibles que los hombres, las mujeres nos concentramos en la parte de adorar a Dios con nuestra alma. Procuramos con diligencia guardar nuestro corazón y ser mansas, y ¡eso está muy bien! Pero el mandamiento de adorarle con nuestra mente también es para nosotras. Nuestro razonamiento, conocimiento y entendimiento debe estar saturado de la verdad del Señor. Y eso, en gran medida, se logra leyendo.

Nuestro alimento debe ser la Biblia. Ella será la que transforme nuestro entendimiento y nos revele quién es el Dios verdadero. Es más que suficiente, eficaz e inerrante. Pero también, a lo largo de la historia, Dios ha utilizado a una gran cantidad de hombres y mujeres cuyas ideas nos apuntan directamente al Señor. Cada libro publicado esconde un discurso en el que estás invitada a participar, y su objetivo final deberá ser la gloria de Dios.

Puede parecer que las ocupaciones de la vida y el hogar nos dejan con “poco tiempo” para abrir nuestras Biblias, y mucho menos intentar leer algo más. No creas esa mentira. Sí, cada etapa de nuestras vidas (ya seas soltera, recién casada, o tengas varios hijos qué cuidar), tiene sus responsabilidades, pero ninguna será mayor que el más grande de los mandamientos. Decir que “no hay tiempo para leer”, es igual que decir “no hay tiempo para orar”. Simplemente, no es cierto.

Creando un espacio para la lectura

Jamás encontraremos “tiempo de sobra” para leer. Si estamos convencidas de que es algo importante y que debemos prepararnos para ser siervas fieles, tenemos que administrar bien nuestra agenda y crear esos espacios. Ve al Señor en oración y pídele sabiduría para saber qué momentos de la semana apartar exclusivamente para el estudio y la lectura. Si eres casada, habla con tu esposo para que te ayude a apartar esos tiempos y, si es necesario, que cuide de los niños mientras tanto. Agenda los espacios y respétalos, como si fuera una cita de trabajo.

Mujer, Dios te ha dado una mente para adorarle. Dios quiere que le conozcas a través de la Palabra sólida y profunda. Que no te conformes con solo leer un devocional por las mañanas y algún libro “práctico” ocasionalmente. Dios quiere que estudies teología. Que cuando tus hijos te pregunten algo, seas capaz de responder con sabiduría y entendimiento. La mujer virtuosa de Proverbios 31 no solo es trabajadora y fiel administradora de su hogar. También es sabia y enseña (v.26). Cuando leemos este capítulo de la Biblia, podríamos llegar a sentirnos agobiadas por “lo que se espera de nosotras” y lo incapaces que nos sentimos. Tengo buenas noticias, no se trata de ti. La obra es del Señor.

Dios no solo promete transformar nuestra alma, también es el que hace la obra en nuestras mentes.

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