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“Entonces la nube cubrió la tienda de reunión y la gloria del SEÑOR llenó el tabernáculo”, Éxodo 40:34.

¿A quién le gustan las cosas a medias? Nadie en su sano juicio se entusiasmaría con un arreglo del auto al 50% o una casa al que le faltan solo los pequeños detalles de la electricidad o la grifería. Los sentimientos que la mediocridad o la incertidumbre producen en el alma son desastrosos; por eso, por ejemplo, cuando le he comprado a mi hija un juguete eléctrico siempre he tomado la precaución de comprar las pilas… porque es grande la decepción cuando parece que lo tenemos todo pero un pequeño detalle lo echa a perder.

Sin embargo, hay mucha gente que le gusta vivir con las piezas faltantes. Son como rompecabezas de tres mil piezas que se consuelan con saber que solo se le han perdido medio docena de ellas. “Nada es perfecto”, suelen decir, como para aliviar su conciencia y su deficiente existencia. Lamentablemente, en el terreno espiritual esto es aún peor. Hay personas que son marca registrada de la excelencia en el mundo secular y profesional, pero que en su desarrollo espiritual son verdaderos paradigmas de la mediocridad.  Creo que confunden equivocadamente la palabra humildad con la palabra dejadez. A diferencia de las otras áreas de la vida, creen que “tirar la toalla” antes de pelear siquiera un round es signo de una inobjetable fe y modestia que será premiada con el cinturón dorado al ABANDONO. Somos el único ejército que piensa que mientras más gordos y menos ejercitados estén sus soldados, más eficientes serán en la batalla.

Desatender nuestro desarrollo espiritual es renunciar a la plenitud de vida que el Señor ofrece en su Palabra para todos sus hijos. Por eso, las palabras claves que abren las puertas de la bendición son obediencia y consecuencia. Por ejemplo, Dios le dijo a Moisés: El primer día del mes primero levantarás el tabernáculo de la tienda de reunión…, Éxodo 40:2; conforme al modelo moderno de espiritualidad, el Moisés del siglo XXI hubiera podido contestar: “Tan poco tiempo Señor… ¡IMPOSIBLE!, quizá para la segunda semana del primer mes (total, que son unos días más o menos)…  son tantos detalles, sería bueno que pensaras en otras personas… por allí he visto a Aarón medio desocupado… veremos que se puede hacer… pero no prometemos nada… Total, tú bien sabes que somos humanos”.

La laxitud nunca ha sido del agrado del Señor. Él espera fidelidad y cumplimiento, porque el descuido espiritual es pecado para Él. Moisés nos enseña que solo una obediencia total y “eficiente” puede generar la bendición tan ansiada: Y Moisés hizo conforme a todo lo que el SEÑOR le había mandado; así lo hizo. Y aconteció que en el primer mes del año segundo, el día primero del mes, el tabernáculo fue levantado Éxodo 40:16 -17. Entonces, sucedió lo inesperado… El Señor llenó con su presencia la obra concluida: ” Y Moisés no podía entrar en la tienda de reunión porque la nube estaba sobre ella y la gloria del SEÑOR llenaba el tabernáculo”, Éxodo 40:35. No perdamos la oportunidad de poder ver con nuestros propios ojos lo que el señor puede hacer en nuestras vidas, cuando nos disponemos a la excelencia espiritual. Así como Moisés recibió el modelo de parte de Dios, así como puso en el corazón del pueblo las donaciones de los materiales y los expertos para trabajar en la obra, así también bendecirá nuestras vidas para llegar a la meta y completar nuestra parte.

Justamente, ése fue el consejo de Juan a un Israel dominado por la mediocridad espiritual: El dijo: Yo soy LA VOZ DEL QUE CLAMA EN EL DESIERTO:“ENDEREZAD EL CAMINO DEL SEÑOR”, como dijo el profeta Isaías, Juan 1:23. Enderezar el camino tenía que ver con la costumbre antigua de limpiar de obstáculos el sendero por el que el rey transitaría. Dios llama a los hombres de todos los tiempos a disponer un corazón ordenado y limpio de impurezas y mediocridad, en donde Él mismo sea glorificado. Para eso vino Jesucristo, el mismo Juan cuando le vio exclamó: He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo, Juan 1:29b. El limpiará de impurezas nuestro corazón y nos dará de su vida poderosa para enfrentar nuestros propios dilemas y vencer a la mediocridad: En El estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres. Y la luz brilla en las tinieblas, y las tinieblas no la comprendieron, Juan 1:4-5.

Justificar nuestra inconsistencia es negar el poder de Jesucristo para transformar nuestras vidas. Él también tiene un modelo de tabernáculo que ya no es físico sino espiritual y en nuestro corazón. Cuando acabemos lo que nos toca hacer, Él mismo nos llenará con su plenitud: Porque de su plenitud tomamos todos, y gracia sobre gracia, Juan 1:16. Él tendrá benevolencia de nosotros y nos ayudará a concretar nuestra propia obra para luego revestir de santidad lo que solo en su gracia pudimos concretar. Ojo: La gracia no es un instrumento para justificar la mediocridad, sino para fomentar la brillantez que manifieste como consecuencia la verdadera excelencia de una obra que es proyectada, promovida y ejecutada por el mismo Jesucristo, quién ya tiene un vasto curriculum como contratista de obras de gran calibre… ” Todas las cosas fueron hechas por medio de El, y sin El nada de lo que ha sido hecho, fue hecho”, Juan 1:3. ¿Estará Él de acuerdo con nuestra mediocridad?

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