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En la mañana del viernes 23 de octubre, México estuvo bajo amenaza del huracán Patricia. Lo que muchos anticipaban como una tragedia nacional catastrófica, resultó ser una de las evidencias del cuidado soberano de Dios de Su creación.

El huracán Patricia fue un huracán de categoría cinco en la escala Saffir–Simpson, el número más alto dentro de esta escala, con vientos de alrededor de 325 kilómetros por hora. Con esta velocidad, un huracán categoría cinco puede levantar automóviles y casas que no tengan cimientos con acero, varilla y cemento, o arrastrar a las personas en las calles. De acuerdo a la Organización Meteorológica Mundial, los vientos de esta tormenta podría levantar y mantener en el aire a un avión.

Crédito: Scott Kelly

Entre los huracanes registrados en el Pacífico Oriental y el Atlántico, no existe un antecedente de la magnitud de Patricia. Se calculaba que las lluvias podrían acumular, en 48 horas, 40 por ciento de lo que se registra todo el año en las entidades afectadas. Este fenómeno produjo la lectura barométrica más baja jamás registrada por un huracán –  una presión de 880 milibares en el centro de la tormenta – según reportes del Centro Nacional de Huracanes de los Estados Unidos. La presencia de Patricia ocasionó lluvias intensas a puntuales torrenciales en el centro y sur de Colima y Jalisco, Michoacán, Durango, Nayarit, Zacatecas, Aguascalientes, Guerrero, Guanajuato, Sinaloa, Estado de México, Querétaro, Distrito Federal y Morelos. En el estado de Jalisco, el aeropuerto Internacional de Puerto Vallarta suspendió operaciones y los puertos de Manzanillo, en el estado de Colima, y de Puerto Vallarta fueron cerrados a la navegación. El huracán impactó a tierra por primera vez durante la tarde del viernes a la costa norte del estado de Jalisco, cerca de Puerto Vallarta.

Dios de lo imposible

La fuerza de la tormenta era comparable al Tifón Haiyan, que mató a 6,300 personas en las Filipinas en 2013, según la Organización Meteorológica Mundial. Solo un huracán de categoría cinco había tocado tierra en la costa del Pacífico de México. Ese huracán siguió un camino similar al de Patricia y golpeó cerca de Puerto Vallarta a finales de octubre de 1959, causando unos 1,800 muertos. Cerca de 400,000 personas habitan en zonas vulnerables a esta tormenta, según el Fondo Nacional de Desastres en México. Sin embargo, por la bondad exuberante de nuestro Dios, al día de hoy no se han registrado ni una sola víctima relacionada a esta tormenta. Aunque Patricia no pasó desapercibida, dejando algunos daños en términos de infraestructura —postes y semáforos principalmente—, lo que todos esperaban que resultara como uno de los huracanes más destructivos de la historia, Dios lo usó para mostrar que Él es el Señor de la historia.

En tan solo 24 horas, Patricia, de una manera sorprendente e inesperada evolucionó de una tormenta tropical en el Pacífico Oriental a uno de los huracanes más peligrosos en tocar tierra. Pero el poder de Dios, una vez más, se hizo evidente al disolver esta amenaza en tan solo 21 horas (mucho menos tiempo de lo que cualquiera hubiera anticipado). Somos recordados que los cielos y el mar obedecen a nuestro Dios. No hay nada que pueda contra Su poder. Nada se le escapa de control. Éste es nuestro Dios. No hay otro como Él.

Un mismo cuerpo

En medio de la devastadora noticia de Patricia, los mexicanos pudimos ver de una manera bien palpable el amor de Dios por medio de las oraciones de Su iglesia. Cientos de miles de personas a lo largo del continente americano y del mundo levantaron su voz al cielo en oración y expresaron su preocupación por los hermanos en esa región. En medio de esta catástrofe potencial vimos cómo los miembros del cuerpo de Cristo se dolían con aquellos que dolían, y por lo mismo ahora esperamos que se gocen con nosotros al ver cómo Dios ha respondido. ¡Y qué respuesta tan gloriosa!

El huracán Patricia debe ser para todos un testimonio del poder, soberanía, autoridad, gracia, bondad y amor de nuestro Dios todopoderoso. No podemos ver a Dios obrar y no responder en agradecimiento y adoración. Si estuviste orando por que el Señor tuviera misericordia de México, gracias. Quiero animarte a que te des cuenta que Dios, el Rey del universo, quien sostiene todo bajo el poder de Su palabra, te escuchó y obró por amor a Su nombre, conforme a Su misericordia y bondad. Tenemos seguridad en que ee mismo Dios que controla las tormentas (Mt. 8:27) fue quien soportó la ira de Dios Padre a nuestro favor (Ro. 5:8-9). Por tanto, no te desanimes en continuar orando con confianza a nuestro buen Dios.

Patricia debe animarnos a que podamos confiar más en Él y exhortarnos a que no cesemos en todo, mediante oración y súplica con acción de gracias, demos a conocer nuestras peticiones delante de Dios (Fil 4:6).

Nuestro Dios ha sido muy bueno. Bendito sea por siempre.

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