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La semana pasada tuve el privilegio de participar en la conferencia ‘Cutting it Straight’ (Cortando derecho) en Jacksonville, Estados Unidos, liderada por H.B. Charles, Jr., en la Iglesia Bautista Metropolitana Silo.

Para dos de los seminarios me fue asignado el tema de “lo que los pastores/líderes de adoración quisieran que sus líderes de adoración/pastores supieran”. Fue un poco retante porque los pastores y músicos varían ampliamente en términos de su teología y práctica. Pero aquí está mi intento de precisar “lo que los pastores quisieran que sus líderes de adoración sepan”. Aunque esta publicación resalta áreas que pueden resultar problemáticas, los pastores regularmente deben comunicar apoyo y evidencias de gracia a su líder de adoración antes de señalar cosas que podrían mejorarse. Para los propósitos de esta publicación, estoy usando el término “líder de adoración” para describir una persona que no es anciano y que lidera la música durante las reuniones de la iglesia.

1. Los pastores, no los líderes de adoración, darán cuenta a Dios por las personas en su iglesia (Heb. 13:17).

Los pastores son, en última instancia, los responsables de la enseñanza y del menú de canciones de la iglesia. Los pastores deberían saber de antemano cuáles canciones serán cantadas, y deberían jugar un rol en escoger las mismas. Si quieres la confianza de un pastor, tendrás que ganártela.

2. La Palabra de Dios para nosotros importa más que la palabra de nosotros para Dios (Is. 66:2; Sal. 19:7-11).

El ministerio de la música es un ministerio de la Palabra. No subestimes el valor de proclamar la Palabra de Dios apasionadamente. Busca conocer tu Biblia más que tu instrumento. Lidéranos para cantar la Palabra, oír la Palabra, ver la Palabra, y orar la Palabra.

3. Somos lo que cantamos. Entonces, escoge nuestras canciones y líricas sabiamente (Col. 3:16).

Tú estás discipulando a la congregación a través de la elección de tus canciones y palabras. Para bien o para mal, nuestras iglesias recordarán más palabras de lo que cantan que de los sermones que escuchan. Construye un repertorio de canciones que nos permita expresar la variedad de los aspectos de la gloria de Dios y las muchas respuestas apropiadas, y asegúrate de que las estamos cantando.

4. Mientras que las introducciones a las canciones son provechosas, el líder de adoración no es el predicador.

Tu rol primordial es posibilitar que la Palabra de Cristo habite en nosotros mientras cantamos, no el predicar. Cuando hables, usualmente menos es más. Escoge buenas canciones, y deja que las canciones se encarguen de la enseñanza.

5. Las oraciones son conversaciones colectivas con Dios, no son relleno.

No ores simplemente porque te sientes raro o porque no sabes qué más hacer. Usa tus oraciones para hablar por la congregación, no solo por ti. Modela la manera en que se ve una oración teológicamente informada, comprometida, y que exalta a Cristo. No mezcles a los miembros de la Trinidad, y no ores como si Dios hubiese olvidado su nombre.

6. Tu trabajo es apoyar el canto en la congregación, no agobiarlo ni reemplazarlo (Ef. 5:18-19; Ap. 5:9-10).

Asegúrate de que tu ingeniero de sonido conozca el valor de la voz de la congregación. Si constantemente cantas armonía, algunos de nosotros vamos a tener dificultades en saber cuál es la melodía. No asumas que tus instrumentistas tienen que tocar constantemente. Aléjate de los micrófonos algunas veces, deja de tocar tus instrumentos y déjanos cantar acappella.

7. La verdad importa más que las melodías, pero eso no significa que debamos cantar buena teología con malas melodías o un mal acompañamiento.

Escoge canciones que la congregación disfrute cantar y que puede cantar. Ocasionalmente trata de cambiar el arreglo, el tiempo, o el feel de una canción para que la congregación pueda escuchar las letras de una forma fresca.

8. Tonos musicales que sirven a la congregación toman la prioridad sobre los tonos que te hacen sonar bien (Fil. 2:3-4).

No venimos primordialmente a oírte cantar, sino a levantar nuestras propias voces. Si tienes que cantar más alto, intenta ocasionalmente adicionar distintos tonos que eleven el impacto y significado de las letras que estamos cantando. Las congregaciones se cansan si tienen que cantar un montón de notas altas en Re y Mi. Si estamos cantando Fa sostenidos entonces probablemente ellos bajarán una octava o se desmayaran.

9. No nos enseñes tantas canciones nuevas que nunca podamos aprender, y tan pocas que no podamos beneficiarnos de ellas.

Aprender unas dos canciones cada tres meses es realizable. Aprender 4 canciones en un mes no lo es. Tenemos acceso inmediato a más canciones que en cualquier otro tiempo de la historia. Enséñanos aquellas que alimentarán nuestra alma por más que unas pocas semanas. Si tu propósito es servirnos, no tendrás que intentar impresionarnos.

10. Culpar tu pecado al hecho de ser un artista o músico no lo hace menos pecaminoso.

El mal humor, la susceptibilidad, la procrastinación, el orgullo, la irresponsabilidad y la pereza no se deben a tener cierto temperamento, sino a un pecado que mora en ti. Conocer a personas que no son músicos en la iglesia te puede dar perspectiva y aliento.

11. Tu meta en el liderazgo no es que demuestres tu capacidad para cantar, sino pastorear y participar.

Si generalmente las personas en la iglesia no están cantando, estás demostrando tu capacidad para cantar, no liderando la adoración congregacional. Tu trabajo no está listo porque practicaste. Las personas tienen que cantar. Liderar la mayoría del tiempo con tus ojos abiertos comunicará tu interés y te ayudará a medir cómo están respondiendo las personas.

12. Tú no eres el Espíritu Santo, pero puedes depender de Él.

La música no puede cambiar nuestros corazones, iluminar nuestras mentes o cambiar nuestras vidas. Pero el Espíritu de Dios sí puede. No tienes que decirnos que “canten más alto” o que “canten como si lo sintieran” o exhortarnos con un “¡vamos!”. Danos combustible doctrinal para nuestro fuego emocional y confía en que el Espíritu hará el resto. Cuando pases tiempo en oración pidiéndole a Dios que te empodere en lo que haces, vas a liderar más seguido con una confianza humilde que es fácil de seguir.

13. Finalmente, Cristo es nuestro líder de adoración, no tú ni yo (Heb. 2:11-12, 8:1-2).

No tienes que traernos al trono. Cristo ya lo hizo (Heb. 10:19-22). No tienes que sentir presión o estar ansioso cuando nos lideras. Cristo perfecciona todas nuestras ofrendas (1 Ped. 2:5).

Entre más nos señales lo que Cristo ha hecho y hace por nosotros, menos te veremos a ti y más nos beneficiaremos de las formas en que Dios te ha dotado.

Si eres un pastor y te identificas con algunos o muchos de estos numerales, no te lo guardes para ti. Más importante aún, lleva a tu líder de música a cenar y exprésale tu aprecio de manera específica. Entonces habla sobre lo que podría ser mejor. ¿Quién sabe lo que Dios pueda hacer?

¿Hay algo que tú le añadirías? Deja tu comentario.


Pubicado originalmente  en Worship Matters. Traducido por Wil Rodriguez.
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