Te exaltaré, mi Dios, mi Rey,
Y bendeciré tu nombre eternamente y para siempre.
Cada día te bendeciré,
Y alabaré tu nombre eternamente y para siempre.
Grande es Jehová, y digno de suprema alabanza;
Y su grandeza es inescrutable.
Generación a generación celebrará tus obras,
Y anunciará tus poderosos hechos.
En la hermosura de la gloria de tu magnificencia,
Y en tus hechos maravillosos meditaré.
Del poder de tus hechos estupendos hablarán los hombres,
Y yo publicaré tu grandeza.
Proclamarán la memoria de tu inmensa bondad,
Y cantarán tu justicia.
Clemente y misericordioso es Jehová,
Lento para la ira, y grande en misericordia.
Bueno es Jehová para con todos,
Y sus misericordias sobre todas sus obras.
Te alaben, oh Jehová, todas tus obras,
Y tus santos te bendigan.
La gloria de tu reino digan,
Y hablen de tu poder,
Para hacer saber a los hijos de los hombres sus poderosos hechos,
Y la gloria de la magnificencia de su reino.
Tu reino es reino de todos los siglos,
Y tu señorío en todas las generaciones.
(Jehová es fiel en todas sus palabras
y bueno en todas sus obras).
Sostiene Jehová a todos los que caen,
Y levanta a todos los oprimidos.
Los ojos de todos esperan en ti,
Y tú les das su comida a su tiempo.
Abres tu mano,
Y colmas de bendición a todo ser viviente.
Justo es Jehová en todos sus caminos,
Y misericordioso en todas sus obras.
Cercano está Jehová a todos los que le invocan,
A todos los que le invocan de veras.
Cumplirá el deseo de los que le temen;
Oirá asimismo el clamor de ellos, y los salvará.
Jehová guarda a todos los que le aman,
Mas destruirá a todos los impíos.
La alabanza de Jehová proclamará mi boca;
Y todos bendigan su santo nombre eternamente y para siempre.
— Salmo 145
¿Cuál es la cosmovisión de este salmo? Todo ser humano ha sido programado por Dios para vivir en admiración diaria ante Él. Esto significa que la admiración por Dios fue diseñada para ser la más profunda y práctica motivación diaria que cambia la vida de todo ser humano. Este es el llamado de cada persona. Este es el paraguas de protección sobre cada persona. Esta es la realidad que define y da forma a toda otra realidad.
¿Cómo funciona esto en la práctica? Mi admiración por Dios debería de alguna manera motivar todo lo que hago y digo. Mi admiración por Dios debería ser la razón por la cual pienso lo que pienso. Debería ser la razón por la que deseo lo que deseo. Mi admiración por Dios debería ser la razón por la cual trato a mi esposa como la trato y educo a mis hijos de la manera como los educo. Debería ser la razón por la cual me desempeño de la forma como lo hago en mi trabajo o manejo mis finanzas como lo hago. Debería estructurar la forma en que pienso acerca de las posesiones, posiciones y el poder. Mi admiración por Dios debería motivar mi relación con todo el resto de mi familia y mis prójimos. Mi admiración por Dios debería darme la dirección acerca de la manera de vivir como un ciudadano en la sociedad. Debería formar mi manera de pensar sobre mí mismo y mis expectativas sobre los demás. Mi admiración por Dios me debería levantar de mis momentos más oscuros de desaliento y debería ser la fuente de mis celebraciones más exuberantes. Mi admiración por Dios debería hacerme más consciente y más apesadumbrado de mi propio pecado, mientras me hace más paciente y delicado hacia la debilidad de los demás. Debería darme el coraje que no habría de encontrar de otra manera y la sabiduría para saber cuando hay algo fuera de mi alcance. La admiración por Dios debería ser aquello que gobierne todos los ámbitos de mi existencia.
Pero hay más. Mi admiración por Dios debe dominar mi ministerio, ya que uno de los efectos centrales del evangelio de Jesucristo es que las personas recuperen su admiración por Dios. Un ser humano que no vive en la admiración práctica por Dios está profundamente desfavorecido. Él está descarrilado, tratando de impulsar el tren de su vida sin ningún riel sobre el cual ir, y ni siquiera lo sabe. Cuando la admiración por Dios está ausente, es reemplazada rápidamente por la admiración por nosotros mismos. Si no estás viviendo para Dios la única otra alternativa es vivir para ti mismo. Así que la iglesia debe hacer que la gente regrese a la única cosa para la cual fueron creados: vivir en una robusta, alegre, y fiel admiración por Dios.
Esto significa que cada sermón debe ser preparado por una persona cuyo estudio esté marcado por la admiración por Dios. El sermón debe ser entregado en admiración y tiene como propósito motivar la admiración en aquellos que escuchan. El ministerio de niños debe tener como objetivo encender en los niños pequeños una admiración por Dios que transforme su vida. El ministerio juvenil de la iglesia debe ir más allá del “entretenimiento bíblico” y hacer todo lo posible para ayudar a los adolescentes a ver la gloria de Dios y designarla como aquello por lo cual ellos vivirán. El ministerio hacia la mujer debe hacer más que dar a las mujeres un lugar para compartir las unas con otras o tener intereses en común. Las mujeres tienen que ser rescatadas de sí mismas y de los innumerables intereses egoístas que tocan sus corazones; la admiración por Dios provee ese rescate. Los ministerios para hombres necesitan dar a conocer la frialdad en el corazón de muchos de ellos hacia las cosas de Dios y confrontarlos y estimularlos en su identidad como los creados para vivir y proceder desde un un celo humilde por la gloria de Dios, en vez de la suya propia. Las misiones y el evangelismo, también, deben ser impulsados por la admiración por Dios.
Recuerden, Pablo argumenta que esta es la razón de la cruz. Él dice que Jesús vino para que “los que viven, ya no vivan para sí, sino para aquel que murió y resucitó por ellos” (2 Co. 5:15). Solo la poderosa gracia puede mantener esta admiración con vida. Solo entonces podremos ser utilizados para encender esa admiración en los demás.
