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‪Recuerdo haber estado sentada en una clase de “Mamá y Yo” con mi hijo, que en ese entonces tenía 1 año. Todas las otras mamás hablaban de las cosas lindas que sus niños hacían. Conversaban acerca de la última oferta de su tienda de ropa favorita. Compartían de todas las actividades divertidas que habían disfrutado y lugares que habían visitado con sus hijos. Muy bien vestidas y maquilladas y su pelo a la moda, estas madres parecían demasiado perfectas.

‪Y luego estaba yo.

‪Me senté allí escuchando sus conversaciones, pero nunca dije nada. ¿Qué podría aportar? Después de todo, mi hijo parecía tener una alergia a dormir, nunca se quedaba quieto, y yo me sentía demasiado miserable como para darme cuenta de algo lindo que él podría haber hecho. No podía recordar la última vez que usé maquillaje, y era muy posible que estuviera llevando la misma blusa ya por dos días. Y, ciertamente, no les importaría escuchar que me pasaba casi todos los días llorando porque estaba tan agotada de perseguir y cuidar a un niño que resultó ser un conejito de Energizer.

‪No tengo todo resuelto

‪Muchos días, siento que soy fracaso como mamá. Me pregunto si me perdí alguna información clave o habilidad que otras mamás tienen. No lo tengo todo resuelto. Mis hijos parecen estar siempre peleando, como si estuvieran practicando algún tipo de lucha libre. Nunca puedo llegar a tiempo, y no puedo recordar la última vez que desempolvé la casa. Mi vida se siente más como un torbellino que como el estilo de vida que se ve en los comerciales de bebés tranquilos, donde la madre pasa sus días acurrucándose con su niño risueño.

‪No me gusta ser un desastre. Prefiero llevar una vida ordenada y bajo control. Quiero un calendario organizado y una lista de cosas por hacer con líneas trazadas sobre cada una de ellas. Quiero hijos que escuchen a la primera vez y una casa donde todo esté recogido. Quiero salir de casa temprano para cada cita. Ser débil y desvalida es admitir el fracaso.

‪Ser madre en muchas de nuestras culturas se trata de poder hacerlo todo, tener el pastel y comérselo también. Pero nadie puede hacer eso. Nosotras tratamos de fingir que todo es perfecto. Cubrimos nuestros fracasos con nuevas compras y sonrisas falsas. Pero por dentro, nuestro corazón se rompe, y nos preguntamos si sobreviviremos cada día.

‪Justo donde necesito estar

‪Cuando dejo de mirar la vida de otras personas y miro a Cristo, me parece que estoy justo donde necesito estar. Jesús dijo que Él no vino a salvar a aquellos cuyas vidas son perfectas, pero a aquellos cuyas vidas son un desastre. Él vino por los pecadores, por los que saben que las cosas no son como deberían ser. Estas eran las personas con las cuales Él cenaba, caminaba, y las que sanaba. Él las encontraba en el lugar que estaban, con su desorden y todo lo demás.

‪El evangelio es todo acerca de la gracia y de recibir algo que no hemos ganado. Y solo cuando vengo a él de manera débil y necesitada es cuando estoy lista para su gracia. Tengo que venir a Cristo vacía y rota antes de que Él me pueda llenar. Tengo que admitir que estoy enferma antes de poder ser sanada. Tengo que dejar de tratar de hacer las cosas con mis propias fuerzas para que Él sea fuerte por mí.

Los años han pasado rápidamente desde que visité aquella clase de “Mamá y yo”. Desde entonces, he renunciado a ser perfecta. Me enfrenté a la realidad de que no tengo todo resuelto. En lugar de tratar de hacerlo todo, he aprendido a dejar que Dios controle mis días. En lugar de ser madre en mi propia fuerza, crío a mis hijos a través de mi debilidad y de rodillas. Cada día me presento ante Dios, rota y necesitada. Le doy mi vida desordenada como madre y recibo a cambio la gracia del evangelio. He aprendido a reconocer mi debilidad y desorden, no porque mis fracasos son buenos, sino porque abren la puerta a la gracia de Dios. Y prefiero llevar ropa sucia puesta y tener mi pelo desaliñado que pretender que mi vida es perfecta. Porque entonces puedo usar lo mejor de la moda: las invaluables batas de la justicia perfecta que pertenecen a mi Salvador.


Publicado originalmente en The Gospel Coalition. Traducido por Susan Pedraza.
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