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Hoy, como muchos días, Guatemala amaneció con noticias difíciles. A tan solo unas cuadras de nuestra propia iglesia, una niña de 16 años fue secuestrada y abusada para que la familia pague el secuestro. Tristemente, este tipo de eventos sucede con cierta frecuencia, pero este caso tiene algo particular. El secuestrador era hijo de un pastor. Aún peor, la niña era alumna en el colegio que pertenecía a la iglesia donde su papá era pastor. La casa donde hallaron a la niña era una casa que anteriormente fue alquilada por la iglesia.

Estas noticias generan muchas respuestas. Muchos inconversos de inmediato emiten su juicio: “esos cristianos son iguales o peores que los demás”. Muchos cristianos respondemos en enojo y vergüenza. ¿Cómo es que quedamos asociados con gente que hace todo tipo de maldad? ¿Cómo es que la Iglesia de Cristo puede llegar a tener tan mal nombre?

Hoy, al leer estas noticias, me pregunté, ¿cómo debería responder la Iglesia ante las noticias de “cristianos” involucrados en grandes escándalos? ¿Cómo no nos avergonzamos de nuestro evangelio cuando estamos avergonzados de los que profesan creer en el evangelio? Aquí algunas cosas que debemos recordar.

1. No todos los que dicen ser cristianos lo son.

Siempre hay gente involucrada en la iglesia –aun en el liderazgo de la iglesia– que simplemente no han sido regenerados por la gracia de Dios. Se portan como cristianos, pero como dice Jesús a los fariseos, son “sepulcros blanqueados”: se miran bonitos por fuera pero por dentro contienen muerte.

De hecho, Jesús habla de que en la cosecha final, cuando la iglesia es reunida en la presencia de Dios, se cosechará la cizaña para quemar, y el trigo para preservar. Que dentro de la iglesia existe cizaña, gente que parece ser verdaderos creyentes, pero al final de los tiempos su condición verdadera será revelada. Con frecuencia, como en este caso, la gente ni llega al final de los tiempos: sus mismos actos depravados lo demuestran. Este es también un llamado a tomar medidas en nuestras iglesias para proteger a los más vulnerables: nuestros niños.

2. Nuestro evangelio es robusto.

La iglesia (y el mundo) no debería sorprenderse por grandes pecados de gente que se considera cristiana. En el mundo cristiano hemos creado un ámbito que prefiere disfraces de gente bien portada, en vez de una vulnerabilidad de nuestro verdadera condición. Por ser una comunidad que a veces solo pretende ser santa, nos posicionamos para caer delante de un mundo que espera cierta santidad de nosotros.

Debemos volvernos volvemos más cómodos hablando de nuestra condición caída. Al hacer esto, más que quedar paralizados por el escándalo, mejor sería que en estas situaciones hagamos todo lo que podamos hacer para traer justicia, y también usemos estas oportunidades para exaltar la bella gracia de Dios que es ofrecida a todo ser humano. En vez de cubrir nuestro rostro en vergüenza, deberíamos tener una confianza tan fuerte en el evangelio que no disminuimos la tragedia pero tampoco nos avergonzamos de ser pecadores rescatados por gracia.

El evangelio es para pecadores, no para santos ni perfectos. Santo y perfecto, solo ha existido uno: y Él se dio en lugar de todos nosotros los imperfectos. No me malinterpreten: A quien Dios justifica, Él santifica. La iglesia no debe ser primordialmente conocida por su santidad inherente, sino más bien por su mensaje de salvación. Pero ese mensaje de salvación sin lugar a dudas va a resultar en vidas cambiadas.

3. Todos tenemos ese potencial.

Muchas veces solo hablamos del pecado en cuanto a acciones. Como no hemos hecho algo tan escandaloso, no nos consideramos tan malos. Sin embargo, esto es una forma deficiente de ver el pecado. El pecado no solo es acción: es naturaleza. Pablo dice en Efesios 2:3 que “éramos por naturaleza hijos de ira”, muertos en delitos y pecados y en bancarrota espiritual..

Los primeros tres capítulos de Romanos pintan una imagen tan fuerte de la condición humana. Dentro de nosotros existe todo potencial como para hacer todo tipo de mal. Si no hemos caído en grandes pecados escandalosos que se vuelven noticias grandes, no es por que somos una mejor clase de humano, es genuinamente por la gracia de Dios.

Él es quien nos guarda, Él es quien nos preserva, y Él es quien nos santifica. En estos momentos donde Dios en gracia nos concede la oportunidad de ver el verdadero potencial del ser humano, una vez más caigamos sobre la misma cruz, adorando y alabando a Dios por habernos rescatado y preservado hasta hoy.

4. Busquemos justicia.

Por último, la iglesia debería ser conocida como una comunidad que lucha por la justicia. La película que gano “Mejor Película” en los Óscars del año pasado fue “En Primera Plana” (Spotlight). Ella cuenta la historia del descubrimiento del escándalo de sacerdotes en la iglesia católica que estaban abusando de niños. Lastimosamente, lo que se descubrió no fue justicia, sino más bien un complot para ocultar el pecado.

Dios es un Dios justo. Y Dios quiere que nosotros, Su pueblo, luchemos por la justicia. Especialmente hablando para los que no se pueden defender (cp. Stg. 1:26-27 y Miq. 6:8). No nos escondamos del conflicto. No dejemos que nuestra influencia nos haga ocultar ciertas cosas. Seamos iglesias que estén a favor de la justicia, aun si eso nos cuesta influencia, reputación, y plataforma. La Biblia está llena de llamados a defender a los más vulnerables, a denunciar la injusticia, y a obrar en justicia. No podemos dejar que haya injusticia oculta o peor perpetuada en nuestras congregaciones por falta de valentía o por preocupación por intereses propios.

Cristiano, tenemos un Dios grande y sabio, quien nos ha entregado un evangelio robusto. Aunque los que se llaman cristianos (y aun los cristianos mismos) pueden hacer cosas que avergüenzan, no te avergüences del evangelio, porque es el poder de Dios para salvación.

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