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Me gradué del seminario y estaba buscando pastorear una iglesia cuando fui invitado por una a postularme como candidato. Me pidieron que predicara un par de veces, y una semana después preguntaron si yo sería su pastor. Por desgracia, el pastor anterior había introducido errores teológicos en la vida de la iglesia y estaba envuelta en heterodoxia teológica. La congregación y los ancianos aún estaban tratando de decidir dónde se encontraban en cuestiones vitales. Para hacer las cosas más difíciles, esta iglesia estaba en desacuerdo con las enseñanzas de su denominación.

No estaba seguro de qué hacer. Yo quería pastorear una iglesia, y aquí estaba un cuerpo local de creyentes que me querían como su pastor. Pero era una iglesia llena de problemas. Por la gracia de Dios, un pastor mayor en la fe me dio algunos consejos útiles: “Jason, no te enredes en las controversias tan pronto en el ministerio. Dedica tus primeros años al aprendizaje de las Escrituras por encima de todo”. Este era un consejo bueno y piadoso.

Seguí su consejo y le dije a la iglesia que no sería su pastor. Esta fue una de las mejores decisiones de mi vida.

Estudiantes saturados

El apóstol Pablo escribe: “Toda Escritura es inspirada por Dios y útil para enseñar, para reprender, para corregir, para instruir en justicia, a fin de que el hombre de Dios sea perfecto, equipado para toda buena obra” (2 Tim. 3:16-17). Como pastores, debemos resolver estudiar, vivir y enseñar las Escrituras. La iglesia necesita que tengamos un encuentro diario con el Cristo vivo a través de Su Palabra, ya que es de esta Palabra que tenemos que alimentarles. Enseñamos, reprendemos, corregimos, y equipamos sobre este fundamento. En otras palabras, fuera conocimiento de la Palabra, no tenemos habilidades en el ministerio.

Uno de mis profesores del seminario dijo una vez: “Por encima de todo, debes conocer tu Biblia en tu idioma”. Como un joven orgulloso, no presté atención. Yo sabía hebreo, griego, teología, ética y principios básicos de consejería. Asumí que el conocimiento de la Biblia en mi idioma era secundario.

Pero este profesor tenía toda la razón. El conocimiento de la Biblia en mi idioma provee una base para todo lo demás.

  • En última instancia, no voy ayudar a una madre afligida con mis técnicas de consejería; ella necesita el consuelo de la Palabra.
  • En última instancia, no voy a convencer a un escéptico con mis habilidades apologéticas; él necesita la verdad de la Palabra.
  • En última instancia, no voy a fortalecer a una congregación con mi presencia en el púlpito; ellos necesitan la autoridad de la Palabra.

Es la Palabra de Dios lo que debemos saber, y que por sí sola da vida a nuestro pueblo. No tenemos nada que ofrecer si no estamos cimentados, saturados, y centrados en su verdad y belleza.

Pastores dependientes de sus habilidades

Muchas cosas van a exigir tu atención en aquellos primeros días de pastorear, sin embargo, nada es más importante que conocer la Palabra de Dios a fondo, con precisión y con confianza. Por lo tanto:

  • Sumerge tu alma, tu mente y tu corazón en ella.
  • Pasa horas leyéndola.
  • Aparta momentos para meditar en ella.
  • Comprométete en la ardua labor de memorizarla.
  • Lee un libro entero en una sola sesión.
  • Memoriza un resumen para cada uno de los 66 libros para que sepas lo que contienen.
  • Descubre en las Escrituras dónde señalarías al escéptico, al que duda, al investigador, o al cristiano reincidente.
  • Conoce dónde acudir en busca de alguien que está luchando con la depresión, la ansiedad, los conflictos de pareja, la lujuria, la codicia, o el orgullo.
  • Familiarízate con lo que la Escritura dice a la persona que duda sobre el reinado de Cristo, sobre la esencia del evangelio, sobre la esperanza de la resurrección, o sobre la naturaleza de la iglesia.
  • Sé capaz de señalar a la gente los pasajes que han formado tus convicciones sobre la política de la iglesia y sobre los sacramentos y tu comprensión de los decretos de Dios.

Tu pueblo necesita conocer la Palabra de verdad y necesitan saber que hablas con autoridad, porque la estás manejando correctamente (2 Tim. 2:15). Y necesitas conocerla para que puedas ministrar con confianza.

No estoy dando este consejo para que el joven pastor se llene de orgullo, o gane en la iglesia el concurso de trivia bíblica. Lo esencial es ser dependiente de la habilidad de la Palabra de Dios en todos los aspectos de nuestro ministerio. Es nuestro fundamento. (Ef. 2:20).

Trabaja o abandona

Un ministerio lleno de la verdad bíblica es un ministerio que vale la pena tener. Si no conoces la Palabra y no estás dispuesto a trabajar en ello, entonces debes encontrar otra vocación. Preserva a la iglesia y a ti mismo.

Nunca te arrepentirás del tiempo que pases en tus primeros años de ministerio estableciendo un conocimiento profundo de las Escrituras. Te basarás en ella por el resto de tus días, aun a medida que continúes creciendo en el conocimiento y amor por ella.


Publicado originalmente en The Gospel Coalition. Tradicido por Gimena M. Molina
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